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Sobre este blog

Emprendimiento social en equipo en Cantabria. Con liderazgo femenino y principalmente rural. La nueva manera de hacer economía. Por Sandra Castañeda Elena.

NewPa: aprender de la naturaleza o por qué no todas las aulas tienen cuatro paredes

El equipo de NewPa en el centro etnobotánico El Pendo, una de las localizaciones de sus actividades en la naturaleza.

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Durante la pandemia de la COVID-19 parecía que empezábamos a comprender el vínculo de dependencia entre seres vivos y la delicadeza de los equilibrios naturales que permiten la vida humana en el planeta. Sin embargo, este entendimiento que antaño habitaba nuestra forma de entender el mundo, sigue siendo hoy uno de nuestros grandes retos. Cada vez hay más consenso en torno al hecho de que solo podremos transitar hacia sociedades justas y sostenibles si recuperamos el sentido de pertenencia e interconexión.

Por eso, cuando conocí NewPa me fascinó. Esta iniciativa cántabra liderada por Mónica Pérez-Solero Labiaga se dedica a acercarnos a la naturaleza y a educar en valores a través de campamentos, estancias y actividades extraescolares. “Para hacer deportes tipo multiaventura no hay ningún problema, pero cuando invitas a una criatura a subir una montaña por el solo hecho de disfrutar del camino, no hay más que quejas. Hasta quienes viven en el campo protestan. ¿Cómo vamos a cuidar algo que no amamos? Eso sí, una vez se convencen y llegan a la cima, se les ilumina la mirada y sabemos que el esfuerzo ha merecido la pena”. Así explica Mónica la misión de este proyecto en el que, además, se aprende inglés.

El idioma anglosajón hace de vehículo para ayudar a despertar el interés por otras culturas; una visión funcional que a Mónica le ha servido, a lo largo de su vida, para viajar por todo el mundo y conectar con personas diversas. “El inglés, como idioma común entre diferentes, me ha permitido acercarme a realidades lejanas y enriquecerme con ellas. Quiero que las nuevas generaciones tengan esta misma oportunidad, que aprendan disfrutando y que la inversión necesaria no sea una barrera. Así que dentro de nuestra misión está también reducir la brecha del inglés, que su aprendizaje sea accesible para más familias, no solo para quienes pueden permitirse clases particulares o estancias en el extranjero”.

La ambición multifacética de NewPa es tremendamente contemporánea, pero me doy cuenta de que, como proyecto de emprendimiento, es también muy exigente: pretende actuar en varios frentes en los que aún imperan prácticas y estructuras del pasado –la educación, el reparto de la riqueza y nuestra relación con el medio ambiente–. Posiblemente, como suele suceder en iniciativas con propósito social, este impulso a tres bandas esté íntimamente ligado a las vivencias y pasiones de su promotora y sus colaboradoras más cercanas.

“Me apasiona viajar, practicar deportes de equipo y, sobre todo, tengo muchísimas ganas de educar y estar conectada con el entorno natural”. Mónica se define como una profesora frustrada que salió del sistema educativo formal para crear un camino propio que integra el aprendizaje en acción fuera de las cuatro paredes típicas del aula, el amor por la naturaleza y la diversión. Ha trabajado en colegios gestionando programas bilingües y ha sido testigo de las dificultades para aprender inglés como obligación y bajo presión, de los complejos y vergüenzas que se generan. “Los niños y niñas suelen llegar sin querer comunicarse en inglés, es un estigma que tiene la mitad de las criaturas de este país, pero en el momento en que son capaces de atravesar sus miedos y fluir con el idioma, es maravilloso”.

Por otro lado, cuando Mónica empezó a coordinar experiencias de inmersión lingüística en el centro en el que trabajaba y quiso trasladarlas a un medio natural, se encontró con muchas barreras y situaciones que la asustaron. “Cuando vi lo que pasaba con los niños que llegaban a la naturaleza me dio vértigo: su absoluta desconexión del medio, el no valorar lo que ha tardado años en formarse y que nos da la vida. Incluso había que hacer algo tan básico como volver sobre lo andado para recoger su propia basura”.

A raíz de aquellas sensaciones, allá por 2016, Mónica decide dejar la educación formal y se toma un año para viajar junto a su marido y visitar experiencias educativas innovadoras por todo el mundo.  

A su vuelta lo tiene claro: quiere emprender y dar forma a su propio proyecto. En 2017, se traslada con su familia a Cantabria desde Madrid en busca de un mayor contacto con el medio natural. Aquí toma una aproximación de negocio orgánica y comienza por las clases particulares y los grupos de juego en la naturaleza. Con esa red de familias ya tejida, empieza a ofrecer campamentos y actividades más largas.

Poco a poco se van incorporando nuevas personas a NewPa –diminutivo de new paths, nuevos caminos en inglés–. No solo monitores temporales para las actividades, sino personal permanente que Mónica siente como su equipo de confianza. Bruno, Didi y Rash se acercan a la sesión de fotos que hacemos en uno de sus lugares favoritos para estar con los chavales, el centro etnobotánico El Pendo, en Escobedo.

“Llegué a Cantabria determinada a crear una empresa de economía social, una sociedad laboral en la que los y las monitoras se sintieran implicadas, pero en ese momento no conseguí un asesoramiento completo y tuvimos algún desafío burocrático, así que finalmente hicimos una asociación”. No obstante, el equipo sigue con la idea de constituir una empresa social en el futuro y mantener la asociación para dar cobertura a las actividades gratuitas que permiten el acceso a personas con menos recursos.

En NewPa experimentan con la economía de la generosidad. Han tratado de establecer un sistema de precios libres y becas facilitadas por las familias con más posibilidades. “A la gente le explota la cabeza con este tema… no se acaban de implicar y tiene poca acogida. Quizá sea pronto para plantear estructuras de precios innovadoras, pero es cierto que el mero pago por servicios no es suficiente para nuestra ambición social”. En este sentido, la organización tiene previsto realizar un campamento gratuito con monitores y monitoras extranjeros gracias a los fondos europeos.

Hablando de multiplicar el impacto, Mónica menciona otra de sus líneas de trabajo: la formación de profesionales de la educación con el objetivo de que tengan las herramientas necesarias para, a su vez, llevar esta filosofía a otros grupos de chavales. “Es una manera de acelerar el cambio y además nos encanta. Acabamos de terminar una formación en Portugal y hemos colaborado con el Ayuntamiento de Santander y la Escuela Oficial de Tiempo Libre de Cantabria. Lo que nos queda claro en todos los casos, tanto en infancia como en personas adultas, es que cuando se sale al campo y se vive en la naturaleza, hay algo significativo que cambia en la manera de mirar y entender el mundo”.

Terminamos la conversación soñando, ideando el futuro de NewPa. “Sería genial tener una jornada laboral de cuatro días, encontrar el terreno ideal para los campamentos de verano y, a más largo plazo, ¡quién sabe!, me encantaría que montáramos un bosque escuela”, sonríe Mónica divertida.

A fecha de esta publicación, al menos uno de los tres deseos de NewPa ya se ha hecho realidad: han conseguido el espacio para sus campamentos de este verano en el municipio de Comillas, cerca del mar y lindando con parque natural de Oyambre. Muy próximo, por cierto, a la Universidad Pontificia donde hace décadas muchas pasamos los veranos tratando de mejorar nuestro inglés, con metodologías convencionales y en entornos ‘libres de insectos’. Afortunadamente, los tiempos están cambiando.

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