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CRÓNICA

El dilema de Yolanda Díaz y la capacidad de la izquierda de hacerse daño a sí misma

Yolanda Díaz en el banco azul del Congreso en marzo de este año.

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Sorpresa en la Carrera de San Jerónimo. Después de un tiempo sin atreverse a dar el paso, el Partido Popular se decidió esta semana a hacer una pregunta a Yolanda Díaz. El marrón le cayó a Cuca Gamarra. Lo que vino en la pregunta –cuyo texto inicial era: “¿como vicepresidenta segunda, también afirma que 'si se miente se debe dimitir?'”– fue un sandwich club de varios pisos que comenzó con Bildu y el gasto militar y luego pasó a los inevitables fijos discontinuos. Preguntó cuándo va a dar el dato de estos últimos, cosa que Díaz ya ha hecho basándose en los que facilitan los gobiernos autonómicos, la mayoría de ellos gobernados por el PP.

La vicepresidenta fue a los datos, que es lo que le gusta y lo que le habían pedido: “Hay 650.000 fijos discontinuos en España, que son exactamente 280.000 más que después (se refería a antes) de la reforma laboral. Exactamente son 55.300 inactivos. ¿Sabe lo que es un inactivo, señoría? 64.100 que están el paro”. Apuntó también que “hay 18 millones de asalariados, de los cuales 15 millones tienen contrato indefinido”.

Gamarra aguantaba el tipo como podía. No era fácil, porque Díaz le recordó una frase de hace tiempo, según la cual son los funcionarios los que incluyen esos datos con rigor y respetando las normas. “¿Sabe usted quién dijo esto? (pausa dramática). La ministra (Fátima) Báñez”, ministra de Trabajo con Rajoy. Faltó ahí el toque de batería de la 'stand up comedy' y las risas enlatadas.

No fue un mal día para Yolanda Díaz en el hemiciclo, lo que confirmó por qué el PP prefiere no hacerle preguntas en la sesión de control y en cambio las dirige a María Jesús Montero, que por otro lado también sacude lo suyo.

De puertas para dentro, es decir, dentro de Sumar, la situación es diferente. A la izquierda a la que le atraen tanto las marcas de prestigio le gustaba pensar que estaba formando un nuevo Frente Amplio y lo que parece que tiene entre manos es el Frente Popular de Judea. Sí, es un chiste muy gastado, pero que no termina de perder actualidad.

Los abrazos, besos y euforia del Magariños se han tornado en desconfianza y qué hay de lo mío. Las quince formaciones que se cobijaron bajo el paraguas de Sumar tienen sus propios intereses excluyentes cuando hay que formar listas electorales y lo peor es que son los partidos más importantes los que se miran con recelo.

Izquierda Unida se ha hartado de que los comunes, Más Madrid y Compromís cuenten con más peso que ellos. Ha elegido en primarias a su candidato para europeas, Manu Pineda, y resulta que Díaz no está muy convencida de la elección. Tampoco debería estarlo de los nombres aportados por Más Madrid y Compromís en el caso de que se piense que para el Parlamento Europeo sería conveniente contar con personas con experiencia en política internacional. Por el primer partido, será Andere Nieva, una militante de 28 años de las juventudes. Compromís debe celebrar primarias por el puesto. El favorito es Vicent Marzà, exconsejero de Educación.

Aún peor es el detalle de que aparecen comentarios de que el quinto puesto de la lista, que corresponde a Más Madrid, se asume como uno que será difícil que salga elegido, lo que lleva a pensar que aspiran a unos escuálidos cuatro escaños en las europeas.

La número uno elegida por Díaz tiene experiencia en asuntos que deberían importar a Sumar –Estrella Galán, directora de la Comisión de Ayuda al Refugiado (CEAR)–, pero no cartel suficiente para destacar en la lucha por el voto de izquierdas frente a candidatas de mucho peso como Teresa Ribera o Irene Montero.

Es duro ser la izquierda plurinacional. Las últimas elecciones de Euskadi y Galicia han demostrado que fuerzas como Sumar y Podemos han obtenido resultados decepcionantes en comunidades con partidos nacionalistas de izquierda muy potentes que decidieron reforzar lo segundo por encima del primer rasgo de identidad. Y ahí se acabó el partido casi antes de que empezara.

Si alguien supone que las esperanzas serán mayores en aquellos lugares que no cuentan con formaciones nacionalistas tan fuertes, sólo hay que recordar lo que ocurrió en mayo de 2023, cuando Unidas Podemos desapareció de varios parlamentos autonómicos. La izquierda se quedó sin el Gobierno de la Comunidad Valenciana por culpa de los 127.000 votos que perdió Unidas Podemos y los 90.000 que se dejó Compromís.

Es incluso peor si los demás partidos aprovechan la situación para reírse. “No me extraña”, dijo el martes Aitor Esteban sobre esos resultados. “La campaña que han hecho Sumar y Podemos ha sido invitar al voto a Bildu”. Eso no es del todo cierto, pero son las cosas que te pasan por la cara en caso de derrota. Esteban ya se había burlado de Pablo Iglesias en la noche electoral por aparecer en Bilbao con una camiseta que decía “think outside the PNV”. La respuesta del diputado del PNV: “Parece que al pueblo vasco le ha parecido mejor echar a Podemos de su Parlamento: cero escaños”.

Sumar tampoco podía presumir de mucho. Un solo diputado con un 3,3% de los votos. Ernest Urtasun se dio por satisfecho, lo que demuestra que sus expectativas eran muy bajas o que no quiso afrontar la realidad. Podemos y Sumar no fueron juntas en las elecciones gallegas por decisión de los primeros. En el caso de las vascas, fue al revés. Las dos números uno de sus listas ofrecieron en los debates de Euskadi un discurso solvente y enérgico, pero también un mensaje prácticamente indistinguible entre ellas. El votante de izquierdas tenía motivos para preguntarse por qué se presentaban por separado. Casi era mejor que no supieran la respuesta.

Los votantes de izquierda de todo el país tienen derecho a saber si Sumar es un movimiento, un partido, un espacio o el concepto que se le ocurra al último teórico que pase por allí. Lo cierto es que Sumar, al igual que Unidas Podemos en la anterior legislatura, habla constantemente de las cosas que deberían interesar a la gente: sanidad, vivienda, impuestos... El malestar interno consiste en opiniones expresadas por los socios de Sumar de forma anónima que resultan contradictorias.

Se habla de desorden interno y también se acusa a Díaz de tomar las decisiones por su cuenta. Si ella actuara con más decisión para apagar las discordias, seguro que la denuncia de autoritarismo se haría más fuerte. Es el típico dilema en el que siempre sales perdiendo.

Cumplir los plazos es el primer paso para encontrar una solución. No va a ser así este sábado cuando se reúna por primera vez la dirección, pero sólo con los miembros del Sumar que controla Díaz. Los representantes de los grupos aliados iban a estar al principio, pero se cambió de opinión. Quien no iba a estar de todas las maneras era Izquierda Unida que ha aceptado de mala gana el cuarto puesto de las europeas, pero ha suspendido su participación en los órganos de Sumar hasta que tenga lugar en mayo la Asamblea Federal. Entonces, se celebrará un debate en el que tendrán que decidir si quieren continuar dentro de Sumar y cómo.

Muchos creen que Yolanda Díaz no tiene el rol protagonista en la política del que gozaba en la anterior legislatura. La reforma laboral estuvo a punto de ser su tumba, pero al final se convirtió en su divisa. Ahora no hay tales triunfos. Quizá el problema sea más de la actual legislatura.

Esta semana, el Congreso rechazó la propuesta de Sumar, apoyada por el PSOE, para que los sindicatos cuenten con representación en los consejos de administración de las empresas. Votaron en contra el PP, Vox, Junts y el PNV. Es difícil saber si todos en Sumar son conscientes de que ahora no basta con recabar el apoyo socialista para sacar adelante reformas progresistas. Es un Congreso con mayoría de derechas, aunque las cuestiones de identidad nacional hacen que no sea posible que sea también una mayoría de gobierno.

Lo que seguro que no está cerrado es el reparto de poder interno en Sumar. Algunos se sienten más valiosos. Otros creen que lo harían mejor que Díaz. Alguno hace cálculos con lo que sacaría en solitario. No es necesario que vuelvan a besarse como en el Magariños. Igual vale con que parezca que están en el mismo barco. Cuando una coalición se parece más a un matrimonio de conveniencia entra en tiempo de descuento.

Corrección: se ha incluido el dato de la celebración de primarias en Compromís para elegir a su candidato a las europeas. Una primera edición del texto contaba que sería Vicent Marzà, pero aún debe enfrentarse en las primarias a Jordi Sebastià.

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