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“¡Esto no es un meteorito!” El Museo Nacional de Ciencias Naturales sale de su error 150 años después

El famoso 'meteorito de Cuba', en la colección del MNCN desde 1871, ahora seudometeorito.

Antonio Martínez Ron

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El conocido como “meteorito de Cuba”, una roca metálica de alrededor de 1,3 kg de peso que se encuentra expuesta en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y fue incorporada a su colección en 1871, no tiene un origen extraterrestre, sino mucho más mundano. Es la principal conclusión de un trabajo firmado por Aurelio Nieto, conservador de la colección de Geología del MNCN, junto a investigadores de las Universidades de La Habana (Cuba) y Florida (Estados Unidos), quienes demuestran que se trata de un hierro de fundición siderúrgica o metalúrgica, lo que se conoce como una escoria industrial.

En el trabajo, recientemente publicado en la Revista Mexicana de Ciencias Geológicas, los autores concluyen que esta roca —archivada con el número de inventario MNCN-17294– no es un meteorito, sino restos de un tipo de industria metalúrgica muy particular del siglo XIX. La naturaleza terrestre del objeto, explican, se ha revelado al examinar sus propiedades químicas y su textura mediante técnicas analíticas modernas, como la microscopía electrónica de barrido y la espectroscopía de energía dispersiva de rayos X. 

“Su apariencia externa es la de un meteorito, pero hasta ahora nadie había analizado su composición con detalle”, explica Nieto. “Fue en la segunda ronda de pruebas, en el momento en que hice el corte con una sierra hidráulica, cuando me encontré con la sorpresa de que dentro tenía burbujas. Ahí me dije: ¡Uf! ¡Esto no es un meteorito!”, recuerda. “Es un poco decepcionante, pero así es la ciencia”.

Un historial de 150 años

El ‘meteorito de Cuba’ se depositó en la colección del museo en 1871, pero seguramente se encontró unos años antes en el departamento oriental de la isla, aunque se desconoce el lugar y la fecha exactos. También hay algunas discrepancias sobre su masa, que fue variando con el tiempo a medida que se tomaban muestras. Una de ellas se envió a la NASA en la década de 1960, aunque nunca se tuvo noticias de los resultados. También hay supuestos restos de este objeto en el Museo Nacional de Historia Natural del Smithsonian, en Washington, en el Museo Field de Historia Natural de Chicago y una roca que se consideraba parte del meteorito original en el Museo Nacional de Historia Natural de La Habana, en Cuba. 

Me dije: ¡Uf! ¡Esto no es un meteorito! Es un poco decepcionante, pero así es la ciencia

Aurelio Nieto Conservador de la colección de Geología del MNCN-CSIC

En la base de datos del Museo de Ciencias Naturales hay una anotación del conservador Rafael González Martín en el año 2000 que dice: “oxidado, aspecto de escoria”. “La nota ya indica que le parece un poco sospechoso y que podría ser un resto metálico, pero nadie más se había vuelto a preocupar”, explica Nieto. La iniciativa para mirar con detalle el objeto fue del primer autor del artículo, el investigador cubano Yasmani Ceballos-Izquierdo, quien se mostró desconcertado por los primeros resultados. “Yo estaba muy sorprendido, porque había muchas publicaciones anteriores apuntando a que era un meteorito, aunque todas eran antiguas”, explica. 

Cuba es un país en el que se han recogido muy pocas entradas de material extraterrestre y la caída de un meteorito en Viñales en febrero de 2019 relanzó el interés del público en general y el de Ceballos como investigador en particular, lo que le llevó a hacer un inventario de los meteoritos cubanos y su situación, que le condujo hasta el resultado actual. “Fuimos haciendo diferentes pruebas y nos sorprendió que los primeros test, los más sencillos, apuntaban ya a que esa roca no era un meteorito”, recuerda. “Pero había tantas referencias que queríamos estar muy seguros”. 

Yo estaba muy sorprendido, porque había muchas publicaciones anteriores apuntando a que era un meteorito, aunque todas eran antiguas

Yasmani Ceballos-Izquierdo Universidad de La Habana (Cuba)

“Según íbamos viendo, aparecían pruebas claras, como la ausencia de níquel o que estaba lleno de burbujas, como un queso Gruyere”, relata Nieto desde el MNCN. Para asegurarse, lo llevó a la Escuela de Ingeniería Industrial, en el edificio anexo al MNCN, cuyos especialistas confirmaron que se trataba de un pedazo de escoria industrial, que además tiene mucho interés para ellos, puesto que no hay muchas muestras de ese tipo de siderurgia del siglo XIX. “No tenemos constancia de la existencia de ninguna fábrica en concreto a la que atribuir el origen del objeto, ni sabemos si llegó a la isla por otras vías”, admite Nieto.

Un objeto ‘confuso’

“Tenemos más de 300 meteoritos y este ha estado expuesto toda la vida, pero se nos ha colado”, admite Javier García Guinea, experto en meteoritos del MNCN, hoy jubilado. “Mis antecesores eran bastante buenos en su trabajo, pero no tenían los microscopios que tenemos ahora”. El investigador subraya que todos los objetos que se hallan ahora son sometidos a un análisis minucioso, por eso es más fácil que se encuentren este tipo de atribuciones erróneas en los enormes archivos que nadie ha tenido tiempo de revisar con calma. 

A diferencia de otros objetos, que a simple vista muestran su naturaleza terrestre, esta roca podía dar el pego. “Yo llevo 45 años viendo seudometeoritos y este es el más confuso, porque es de un hierro limpio muy parecido a un siderito, aunque la ausencia de níquel te saca de dudas”, asegura. “Con el tiempo aprendes que si algo está demasiado limpio es sospechoso, porque los meteoritos presentan accesorios, como los cristales de olivino, que están diciendo a gritos: vengo del espacio”. No es el caso esta vez, pero, “entre tanta piedra, alguna se te cuela”, admite.

Como cubano, este descubrimiento tiene para Ceballos un sabor agridulce, porque su país pierde el que se consideraba como el más antiguo caído en la isla y se queda con una sola roca extraterrestre reconocida oficialmente (la de Viñales, aunque está en discusión otro objeto caído en 2021). “El resultado ha sido sorprendente, pero a la vez estoy contento, porque llegamos a la verdad”, asegura. “Esa roca evidentemente estaba mal clasificada, lo que hemos demostrado en un excelente ejemplo de colaboración de la ciencia”. “Es verdad que es una pena, porque tienes un meteorito que es muy vistoso y resulta que no lo es”, admite Aurelio Nieto. “Pero las pruebas son incontestables y las tienes que aceptar, te guste o no; la ciencia son lentejas”. 

Fragmentos reales de un original falso

La roca se mantendrá en la colección del museo, aunque cambiará su catalogación y pasará a denominarse “seudometeorito de Cuba” a partir de ahora, con el mismo número de inventario. Y se retirará de la exposición permanente para ser almacenado. Ahora queda por ver qué sucede con los otros fragmentos de este seudometeorito que fueron depositados hace años en otras instituciones.

Junto a Johanset Orihuela, investigador de la Universidad de Florida y tercer autor del artículo, Yasmani Ceballos contactó con los especialistas de estos museos para que analizaran sus muestras. “Escribimos al personal del museo Field de Chicago, donde hay seis fragmentos del ‘meteorito Cuba’, y de esos seis solo uno resultó ser un meteorito de verdad, es decir, que no tiene que ver nada con el objeto de Madrid”, relata. “Y el fragmento del Smithsonian, que está embebido en resina epoxi y no se puede analizar, tiene una rebanada cortada que revela los patrones característicos de un meteorito de hierro, de modo que tampoco tiene nada que ver”. 

¿Cómo se explica entonces que algunos de estos fragmentos sean auténticos y el original del que se supone que proceden sea falso? “Posiblemente los fragmentos llegaron de otro lado y en una confusión se etiquetaron mal”, responde Ceballos. “Con los meteoritos hay mucho mercadeo y existe el tráfico de de objetos constante que puede dar lugar a estos malentendidos; en el caso del fragmento del Smithsonian, analizamos la literatura y todo parece indicar que en realidad procede de otro meteorito mexicano, que se llama Toluca”.  

“Si bien el examen de la masa principal del presunto meteorito ‘Cuba’ resuelve un misterio, solo deja otro sin resolver”, comenta Tim McCoy, conservador de meteoritos Museo Nacional Smithsonian de Historia Natural, a elDiario.es. “Mientras que la pieza del MNCN no es un meteorito, la pieza del Smithsonian sí lo es”, añade. “Adquirida en 1963, la muestra del Smithsonian fue examinada por el eminente científico de meteoritos de hierro Vagn Buchwald a principios de los años setenta. Buchwald notó la similitud con el conocido meteorito de hierro Toluca. Sabiendo ahora que el espécimen del Smithsonian no provino de la masa en España, la pregunta sigue siendo: ¿dónde se originó? ¿Estuvo alguna vez en Cuba o es un trozo mal etiquetado o perdido de otro meteorito? Responder a esa pregunta es el siguiente enigma”.

¿Otros casos en los archivos?

A Jesús Martínez Frías, experto en meteoritos del CSIC y presidente de la Comisión de Geología Planetaria de la Sociedad Geológica de España, le parece que sería interesante revisar otros archivos en busca de casos parecidos. “Creo que investigaciones similares deberían llevarse a cabo en otras colecciones, sobre todo de meteoritos históricos, en las que se ha asumido el origen extraterrestre de algunos ejemplares, sin la realización de nuevos análisis desde hace decenios”, asegura. 

En la base de datos del Meteoritical Bulletin hay casi 300 seudometeoritos que fueron mal clasificados en su día, añade Josep Maria Trigo, investigador principal del Grupo de meteoritos y cuerpos menores del Instituto de Ciencias del Espacio (CSIC/IEEC). “Es posible que algunas colecciones históricas contengan unos pocos especímenes antiguos que sean seudometeoritos, como el encontrado en el MNCN”, concluye. “Sin embargo, las clasificaciones erróneas son muy difíciles de darse en la actualidad, dado el grado de estudio científico y caracterización instrumental que requiere la Meteoritical Society para dar nombre a nuevos meteoritos”.

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