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The Guardian en español

Cómo el voto protesta por Gaza en las primarias de EEUU ha zarandeado a Biden: “Conseguimos lo imposible”

Farah Khan, voluntaria de la campaña Abandon Biden sostiene un cartel cerca de un centro de votación para pedir el voto "sin compromiso" en las elecciones primarias de Míchigan.

Rachel Leingang

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En Míchigan, y en todo Estados Unidos, había gente que llevaba meses protestando por la guerra de Gaza y el papel del Gobierno estadounidense en ella. Se manifestaban en la calle, se presentaban en eventos públicos del presidente, y presionaban a sus representantes electos para que apoyaran un alto el fuego. Sin embargo, Biden aparentemente no escuchaba a la gran masa de demócratas que se oponen a la guerra mientras la cobertura mediática de las protestas en Estados Unidos y de la guerra en sí parecía menguar.

El creciente movimiento contra la guerra necesitaba otra forma de llamar la atención del presidente. Estableció una estrategia: decir a los votantes demócratas que votaran a favor de la opción “sin compromiso”, básicamente nadie, como protesta contra la guerra en Gaza, y para pedir un alto el fuego. Lo que sucedió después en una serie de votaciones en las primarias muestra la fuerza de un grupo de votantes que se movilizan con rapidez y cuyas decisiones podrían ser decisivas tanto para las elecciones presidenciales de noviembre como para la intervención de Estados Unidos en Gaza. Su habilidad para llegar a los votantes de forma rápida y barata sirve como lección para la organización de movimientos ciudadanos de base, y subraya el descontento con la guerra entre los demócratas estadounidenses.

El plan se basó en un movimiento similar en Míchigan en 2008. El candidato de entonces, Barack Obama, no estaba en las papeletas de Míchigan, porque la fecha de las elecciones primarias en ese estado violaba las reglas del partido, por lo que sus seguidores votaron “sin compromiso” para rechazar la campaña de Hillary Clinton. El mensaje caló hondo: aproximadamente un 40% de los votantes eligió “sin compromiso”, incluida una enorme cantidad de votantes negros y jóvenes.

Un memorándum escrito a finales de enero por Waleed Shahid, un estratega demócrata, esbozó la idea: utilizar la opción “sin compromiso” en las primarias presidenciales de Míchigan para “demostrar un gran rechazo al apoyo y la financiación del presidente Biden a la guerra del Gobierno de Israel en Gaza”. El esfuerzo generaría publicidad gratuita al movimiento contra la guerra y ayudaría a los activistas a adquirir habilidades para sondear a los votantes, para llamadas telefónicas y el envío de mensajes, según el memorándum. “Politizaría y electoralizaría [SIC] el descontento” sobre la guerra.

Míchigan, en particular, podía atraer la atención del presidente: su gran población de árabes estadounidenses y musulmanes estadounidenses ya estaba movilizada contra la guerra y poco entusiasmada, si no directamente en contra, de la reelección de Biden a causa de Gaza. Y es un estado indeciso donde Biden ganó en 2020 y Trump, en 2016; y que sigue en juego para ambos candidatos en 2024.

Un toque de atención

El memorándum se hizo realidad, con un mísero presupuesto y un par de semanas de intenso trabajo sobre el terreno para hacer llegar el mensaje a los votantes de que podrían usar su voto para hacer saber a Biden que no tiene sus votos garantizados para noviembre. Para entonces, los organizadores ya sabían de gente que se iba a quedar en casa o que iba a elegir a un tercer partido por su oposición a la guerra. La opción “sin compromiso” les dio una vía para hacerse oír con suficiente antelación antes de que la contienda se centre en Biden contra Trump; y daba una oportunidad a Biden para actuar.

“En gran parte queríamos aprovechar esto no solo como un voto de protesta, sino como una advertencia al presidente Biden de que hay mucha gente en este país que no se comprometen a volver a elegirle, y debería tomárselo en serio”, dice Shahid.

Los organizadores se propusieron un objetivo de 10.000 votos ‘sin compromiso’, aproximadamente el margen por el que ganó Trump en 2016, a sabiendas de lo difícil que sería empezar una campaña así de rápido. Hicieron más de 500.000 llamadas y enviaron más de 600.000 mensajes de texto a los votantes. Sacaron provecho de organizaciones existentes sobre el terreno, que sabían cómo movilizar. Los organizadores experimentados fueron quienes lideraron el trabajo, ayudados por cientos de voluntarios tanto de Míchigan como a nivel nacional, desde grupos progresistas hasta parroquias y organizaciones antibelicistas. Grupos como los Socialistas Demócratas de América y Nuestra Revolución dieron apoyo, ayudando a sondear o mandar correos electrónicos a los votantes. Hubo activistas judíos que acogieron centralitas telefónicas.

‘Escuche a Míchigan’, la campaña de los votantes “sin compromiso”, obtuvo el apoyo de decenas de cargos electos, incluidos alcaldes, legisladores, concejales y consejos escolares. Rashida Tlaib, que representa a Detroit y es palestina-estadounidense, y el excongresista Andy Levin también apoyaron e impulsaron la campaña.

Superaron su objetivo con creces. Más de 101.000 demócratas de Míchigan, aproximadamente un 13% de quienes votaron, emitieron su voto para “sin compromiso”. Consiguieron dos delegados para la convención nacional demócrata y el despertar de un movimiento moderno contra la guerra que forzó al presidente a poner su atención en Gaza.

“Nunca antes había formado parte de una campaña tan agresiva, y teníamos muy poco tiempo para alcanzar nuestra cima. En menos de tres semanas conseguimos lo imposible”, dice Layla Elabed, una activista con experiencia y jefa de campaña de ‘Escuche a Míchigan’, que también es la hermana de Tlaib.

A partir de ahí, cobró impulso y se extendió. “Míchigan dio a luz un movimiento político”, dice Elabed.

El movimiento sale de Míchigan

Cuando la izquierda pacifista vio el éxito en Míchigan, empezó a trabajar de forma local para poner en pie su propia organización y seguir presionando a Biden para un alto el fuego. Siguiendo el ejemplo de los organizadores de Míchigan y, en algunos casos, con su apoyo directo, pusieron en marcha su propia centralita para llamadas telefónicas y el envío de mensajes de texto, e hicieron un llamamiento a voluntarios que se encargaran de hacer campaña vía telefónica.

Los grupos reunidos en estos estados representan a un gran espectro de votantes: multirreligioso, multirracial y multigeneracional; desde organizaciones musulmanas a judías, pasando por grupos políticos y sindicatos.

La próxima parada era Minesota, un estado con una tradición progresista, una población somalí considerable y activistas experimentados que aprendieron cómo expandir mensajes rápidamente durante las revueltas antirracistas de 2020 tras el asesinato de George Floyd a manos de un policía de Mineápolis.

Asma Mohammed, veterana activista en Minesota, se convirtió de algún modo en la líder involuntaria de la campaña a favor de “sin compromiso” en el estado: “Trabajo a tiempo completo, tengo un hijo, tengo una enfermedad crónica… No tengo tiempo”. Pero sabía cómo hacerlo, y el tema le importaba profundamente. Su primera protesta antibelicista fue cuando estaba en primaria: colgó pósteres contra la guerra de Irak. Desde entonces, había organizado protestas contra la brutalidad policial y se había convertido en “la reina de la ayuda mutua” al gestionar centros de donación por toda la ciudad en 2020.

Minesota tenía ocho días desde que se lanzara la campaña públicamente hasta el día de las elecciones, el supermartes. Tenían 20.000 dólares. Llevó más tiempo del esperado empezar con la centralita telefónica, por lo difícil que fue para el grupo abrir una nueva cuenta bancaria. Pero una vez que los voluntarios comenzaron a llamar a la gente, empezaron a saber de gente que tenía planeado quedarse en casa y al final cambiarían de idea para votar por la opción “sin compromiso”.

“Fue tal movimiento de base, que te aseguro que estábamos metidos hasta arriba en el barro. Así de profunda era la base”, dice Asma Mohammed. Ella, y otros cientos, hicieron llamadas, fueron a mezquitas, llamaron a las puertas, enviaron mensajes de texto, colgaron mensajes en redes sociales, organizaron mítines en el parque... una variedad de iniciativas en los últimos días antes de las primarias.

Tanto trabajo obtuvo su recompensa en Minesota: aproximadamente un 19% de los votantes demócratas eligieron votar “sin compromiso”; cerca de 46.000 votantes. Quizá más sorprendente todavía: fue ligeramente más que el margen por el que Hillary Clinton ganó en Minesota frente a Trump en 2016, señal de que incluso un estado tradicionalmente azul (el color de los demócratas) podría tambalearse si el presidente no cambia el curso de su política sobre Gaza. “Sin compromiso” obtuvo 11 de los 75 delegados demócratas a repartir en el supermartes.

“Otros estados están tomando nota”

“Otros estados están tomando nota de lo que hizo Míchigan y lo están convirtiendo en un precioso movimiento a nivel nacional”, dice Asma Mohammed. “Y me gustaría que no tuviéramos que organizarlo tan rápido, con tanto trabajo, con tan pocos fondos, pero nos fuerzan a esta situación, porque el presidente no nos ha escuchado”. 

En una llamada a nivel nacional liderada por ‘Escuche a Míchigan’ el 7 de marzo, hubo decenas de personas interesadas en contribuir a los esfuerzos realizados en otros estados, que escucharon por qué Míchigan había salido a pedir el voto a favor de un alto el fuego y cómo podrían echar una mano para que el movimiento siguiera adelante. Pidieron a los potenciales voluntarios que se apuntaran a centralitas telefónicas y de mensajes de texto, que donaran el tiempo y dinero que pudieran y se unieran al grupo de WhatsApp en el que se comparten tareas que puede llevar a cabo la gente.

Los organizadores de Míchigan y Minesota compartieron lo que a ellos les había funcionado; les siguieron líderes de campañas en Washington y Wisconsin, que detallaron lo que esperaban ver en sus estados una vez que los votantes tuvieran la oportunidad de emitir su voto para la opción “sin compromiso”.

En un chat durante la llamada, la gente que participaba en la reunión ponía flores y corazones para celebrar los éxitos conseguidos. Hasta entonces, los votos eran solo el principio de este movimiento contra la guerra, según dijeron los organizadores a quienes escuchaban, pero estas campañas organizadas rápidamente muestran lo poderoso que es el movimiento y cómo está creciendo. Y enfatizaron que estos votos no son una campaña anti-Biden ni pro-Trump: son un voto humanitario que intenta salvar tantas vidas como sea posible poniendo fin a la guerra.

En algunos lugares, otros grupos han pedido a los votantes que escriban “alto el fuego” en sus papeletas, aunque esos votos con mensajes escritos a mano no siempre se contabilizan, lo que hace difícil evaluar cuánta gente ha hecho lo propio.

En el estado de Washington, el 12 de marzo hubo unos más de 89.000 votos para delegados “sin compromiso”, cerca del 10%. El objetivo del grupo de Washington era obtener 12.000 votos para la opción “sin compromiso”, más o menos el doble de quienes votaron esa opción en 2020.

“La campaña de Míchigan fue una inspiración para nosotros aquí, en Washington. Evidencia que hay una forma de que nosotros, que no nos gusta lo que está haciendo el presidente, podamos registrar nuestro descontento con sus políticas”, dice Rami Al-Kabra, uno de los organizadores de la campaña de Washington y concejal de Bothell (Washington).

La campaña de Washington obtuvo el apoyo de sindicatos mayoritarios, y de cargos electos también, mientras los votantes progresistas del estado se unieron para llamar por teléfono y pedir el voto a favor de la opción “sin compromiso”. Al- Kabra dice que había oído hablar de votantes registrados que habían tirado su papeleta a la basura, porque pensaban que no tenían opción; después de enterarse de que podían elegir “sin compromiso” pidieron nuevas papeletas.

Las campañas de Minesota, Washington y Wisconsin obtuvieron ayuda organizativa de Míchigan. La expansión a otros estados no formaba parte del plan inicial de Shahid. Hacer que funcione una organización así de rápido es increíblemente difícil.

Pero el éxito sirvió como prueba de que el mensaje estaba teniendo eco en todo el país entre los votantes que quieren un alto el fuego y aprovecharían su voto para dejárselo claro a Biden. Otros, inspirados por el movimiento de Míchigan, también han puesto campañas en marcha, usando redes locales y organizaciones existentes para construir coaliciones llenas de gente contraria a la guerra y lista para usar su voto para mandar ese mensaje.

Otros estados del supermartes, como Carolina del Norte, Colorado y Massachusetts, fueron testigos de un sólido resultado a favor de la opción “sin compromiso” con campañas menores, aunque se quedaron atrás con respecto a los porcentajes de votantes “sin compromiso” vistos en años comparables. Aun así, los mensajes consiguieron la atención de los medios locales en esos estados y mantuvieron el voto a favor del alto el fuego en los titulares.

Las primarias en Hawái el 6 de marzo resultaron en un porcentaje incluso mayor de este tipo votos protesta. Alrededor de un 29% de los casi 1.600 votantes en la contienda demócrata de ese estado eligió esta opción, a pesar de haber tenido una ayuda mínima desde el resto del país.

Incluso en estados sin la opción “sin compromiso” en las papeletas, los organizadores comenzaron a hacer llamadas. En Georgia, una campaña para que los votantes emitieran un voto en blanco como protesta vio cómo unas 6.500 personas siguieron el ejemplo después de que cientos de voluntarios se hubieran puesto en contacto con más de 50.000 votantes en una rápida campaña. Los organizadores de ‘Escuche a Georgia’ dijeron que su campaña estaba hecha a imagen y semejanza de Míchigan. 

Siguientes paradas

Ahora todas las miradas están puestas en Wisconsin, otro estado indeciso, estrechamente unido al destino que correrá Biden en noviembre. Allí, los activistas están haciendo un llamamiento a los votantes para que elijan “no instruidos”, la versión de ese estado para el voto “sin compromiso”.

El objetivo en Wisconsin es conseguir al menos 20.682 votos, el margen por el que Biden ganó en este estado en 2020, menos de un 1% de los votos en aquellas elecciones. Es el mismo objetivo que han elegido otros estados, diseñado para dejar claro a Biden que este distrito electoral podría hacer tambalear su elección.

Janan Najeeb, la presidenta de la Coalición de Mujeres Musulmanas de Milwauke que lanzó la campaña en Wisconsin, cuenta que este estado se ha inspirado en la campaña de Míchigan y lo exitosa que fue. “Sabíamos que esto ya no es solo un asunto que preocupe a los palestinos, o a los árabes o musulmanes. Hay toda una corriente de gente que está diciendo ‘no’ al genocidio”, dice Najeeb.

Wisconsin no es el único estado con una opción sin compromiso que todavía tiene que votar en las primarias presidenciales. Hay varios estados más pendientes con una opción similar en sus papeletas, por lo que organizadores locales podrían recoger el guante.

Asma Mohammed, de Minesota, dice que cualquier estado que se plantee comenzar una campaña a favor de esta opción, debería empezar cuanto antes: tener más tiempo puede ayudar a correr mejor la voz.

El movimiento ha influido en Biden

“Sin compromiso” tiene ahora delegados que irán a la convención nacional demócrata, unos delegados que podrían hacer uso de la experiencia organizativa adquirida en tan poco tiempo para hacer que se oigan sus voces en el partido, con la esperanza de influir en las políticas del candidato sobre Gaza. Minesota obtuvo 11 delegados; Hawái, siete, y Míchigan tiene dos. Otros estados podrían añadir más: se asignan delegados cuando un distrito electoral vota en más de un 15% una candidatura concreta.

Las reglas de la Convención Nacional Demócrata establecen que los delegados “sin compromiso” pueden votar a un candidato elegible o se les puede considerar “presentes”, si no lo hacen. No es algo nuevo que haya delegados “sin compromiso”: Barack Obama acudió a la Convención con unos 800 delegados que o bien acudían “sin compromiso” o a favor de otros candidatos, aunque al final todos votaron a Obama.

Aun así, ahora un grupo organizado y representativo de activistas contrarios a la guerra tendrá un papel formal y, sin duda, también uno informal para protestar contra la postura de Biden sobre Gaza.

Parece que el movimiento ya ha influido en Biden –y otros demócratas del partido– sobre el asunto. El lenguaje de la Casa Blanca ha cambiado: ha pasado de buscar una “pausa humanitaria” a un alto el fuego temporal –esta semana, EEUU se ha abstenido en la votación una resolución de la ONU que exige un alto el fuego inmediato en Gaza–. Biden ha pedido la construcción de un puerto para llevar ayuda al interior de Gaza. Hay más demócratas que han comenzado a hablar públicamente contra la actuación de la Administración Biden en este asunto. El líder de la mayoría en el Senado, Chuck Schumer, uno de los aliados de Biden, ha llamado a expulsar al Gobierno de Netanyahu.

Los activistas dicen que este cambio en el lenguaje y la atención prestada al tema no conlleva un cambio de fondo ni suficiente en la política. Su mensaje ha sido claro y coherente en todas las campañas: quieren ver un alto el fuego permanente en Gaza y que Estados Unidos deje de financiar y apoyar la guerra.

El movimiento ha subrayado tajantemente que no se trata de un esfuerzo anti-Biden ni pro-Trump, a pesar de las críticas de otros demócratas que afirman que golpear a Biden con este asunto podría debilitarlo de cara a noviembre. Queda mucho tiempo –y tiempo para actuar– desde ahora hasta las elecciones, lo que da a Biden la oportunidad de cambiar de rumbo, dicen los organizadores. Puede reconquistar una buena parte de estos votantes si apoya un alto el fuego.

Los activistas tienen la esperanza de aumentar la cantidad de delegados “sin compromiso” para hacer crecer su fuerza en la Convención Nacional Demócrata y tienen planes para seguir presionando a lo largo del verano, tras el fin de las primarias. “Tenemos la esperanza de que Joe Biden no arriesgue su presidencia, de que no arriesgue la Casa Blanca, frente a alguien como Donald Trump”, dice Elabed.

Alice Herman ha contribuido a la elaboración de este reportaje.

Traducción de María Torrens Tillack.

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