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MEMORIA HISTÓRICA

Almería se dispone a saldar su deuda con 'Los Coloraos', los antiabsolutistas desterrados por una visita de Franco

Monumento a Los Coloraos, conocido como 'El Pingurucho'

Néstor Cenizo

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El 14 de agosto de 1824, 49 hombres en pantalón blanco y casaca roja arribaron a Almería en un bergantín desde Gibraltar. Inspirados por Riego y liderados por el capitán Pablo Iglesias González, miembro de la Santa Hermandad, querían derrocar a Fernando VII, acabar con el absolutismo y establecer un régimen basado en la Constitución de 1812. Corrieron la misma suerte que sufrieron en Málaga José María Torrijos y sus 48 compañeros siete años después: los que no pudieron escapar, murieron fusilados de rodillas y de espaldas. La orden era dejar sus cuerpos al aire como escarmiento. Unos monjes franciscanos los enterraron por la noche en una zanja de un cementerio en desuso.

Ahí acaban las similitudes con el caso de Torrijos, cuya memoria se honra en Málaga con un obelisco en la plaza de la Merced bajo el que reposan sus restos desde hace 180 años: “Antes morir que consentir tiranos”. En cambio, Los Coloraos fueron ignorados durante dos siglos en Almería. Hasta ahora, ni siquiera se sabía a ciencia cierta dónde estaban.

El 15 de abril, un equipo liderado por el antropólogo forense Francisco Etxeberría, uno de los más reconocidos del país por sus investigaciones judiciales y memorialistas, exhumó los restos contenidos en un nicho antiguo, roto, sin fecha ni nombre, y se llevó tres huesos. Quieren realizar la prueba del carbono 14 y confirmar que corresponden a los coloraos fusilados en Almería. El ataúd (hecho en zinc) o las características de los huesos (todos de adultos jóvenes hombres) así lo sugieren.

Así lo indica también la documentación hallada en 2016 por Carmen Ravassa, quien tras años rebuscando en archivos de todo tipo dio con la clave en las oficinas del cementerio. “A partir de ahí, lo dije en el ayuntamiento y nadie hizo nada, pero nosotros hemos seguido haciéndole honores yendo todos los años el 24 de agosto, que es la fecha de su fusilamiento, a ofrecerles flores”, dice Ravassa, que es también la presidenta de la asociación Bicentenario de Los Coloraos.

Se llevó la alegría de su vida cuando el nicho se abrió por primera vez en décadas: “Podía ser que estuviera vacío... Me emociona mucho ver ahora que lo que encontré son ellos”.

La búsqueda de Los Coloraos

Ravassa ha sido maestra y bibliotecaria, y es la autora de El colorao no es rojo, en el que cuenta la historia de los héroes liberales que, por oponerse a un tirano, dejaron sus vidas en Almería. Fueron apresados tras un chivatazo y cayeron un mes después a los pies del pelotón de fusilamiento. El 24 de agosto de 1824 mataron a 22. El 28 de agosto fusilaron a cuatro más, extranjeros. El 24 de septiembre a otro, José Bustamante. Se cree que en el nicho reposan al menos los restos de los 22 primeros.

Los cabecillas, Pablo Iglesias y Antonio Santos, fueron apresados en Cúllar, llevados a Madrid y ahorcados en la Plaza de la Cebada el 25 de agosto de 1825. Cuatro menores de edad fueron castigados a una carrera de baquetas, recibiendo los golpes de una fila de militares provistos de baquetas o fusiles. Después los despacharon a Orán “con el encargo del Gobernador de Granada de que las bolas atadas a la pierna no se las quitaran nunca”, asegura la autora.

Ravassa quería cerrar su libro señalando dónde se hallan los cuerpos de los liberales que lo protagonizan, así que dedicó los últimos meses de 2015 a buscarlos. “Busqué en el archivo municipal, el provincial, el catedralicio, me leí todas las actas de los plenos del ayuntamiento, pero no encontraba nada”, cuenta hoy. Hasta que acudió a las oficinas del cementerio. Probó nombre a nombre. Nada. Después, como “mártires de la libertad”. Eureka.

Estaban inscritos en 1948, y la inscripción localizaba el nicho, que sin embargo no tenía referencia alguna. A pesar de los intentos de la asociación, el nicho no se abrió hasta el pasado lunes, ocho años después. Fue entonces cuando se comprobó que lo que decía la inscripción de la oficina del cementerio es cierto, casi con total probabilidad.  

Un traslado para no incomodar a Franco

La consideración hacia su sacrificio, cambiante según el régimen político vigente, explica que los restos de Los Coloraos acabaran en una caja sin nombre ni honor. Los aires liberales a los que pretendió abrazarse la regencia de María Cristina facilitaron la restauración de su figura tras pasar por la fosa común. En 1837 se levantó un mausoleo en su honor en el cementerio de Belén, que ya no existe, y se les condecoró de manera póstuma con una cruz cívica.

Con la Revolución Gloriosa de 1868 se erigió una columna coronada por un ángel, que se instaló en la Puerta de Purchena y que se trasladó a su ubicación actual en 1900. Sin embargo, por el camino se rompió el ángel, por lo que se sustituyó por una bola con pinchos, que simbolizan el sol y la libertad. De ahí, su sobrenombre popular: El Pingurucho.

Allí estuvo hasta 1943, cuando Franco visitó la ciudad. El Ayuntamiento, regido por Vicente Navarro Gay, y el delegado de Falange (José Delgado) pensaron que un monumento a los héroes de la libertad llamados Los Coloraos podía importunar al dictador, y ordenaron desmontar y trasladar la columna a la Plaza de Pavía. Nunca se levantó de nuevo. ¿Y los restos mortales de Los Coloraos? “Ahí se les perdió la pista”, relata Ravassa.

El retorno de la democracia volvió a cambiar las tornas, y en 1988 se erigió una réplica en el mismo lugar hecha con mármol de Macael, en cuya base se recuerda el desguace que sufrió en el pasado. Pero los restos de Los Coloraos quedaron olvidados, hasta que Ravassa se puso a buscarlos y los halló en 2016. Le faltaba abrir el nicho y la confirmación oficial. Lo primero ocurrió el lunes, ante la presencia del Secretario de Estado de Memoria Democrática. Lo segundo podría llegar cuando se complete el análisis forense, en pocas semanas.

Una batalla legal por el Monumento a Los Coloraos

En los últimos años, Ravassa, su asociación y otras como la Asociación Amigos de la Alcazaba, han batallado en los tribunales para que el Monumento a los Mártires de la Libertad no fuera desubicado de la zona noble de la ciudad, como pretendía el ayuntamiento, como contó este medio. “Nos encantaría ver la plaza llena de terrazas”, llegó a decir la concejala de Fomento en mayo de 2018, para justificar su intención de cortar los ficus y trasladar El Pingurucho dejando la plaza diáfana.

Una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía lo impidió al recordar que los ficus, algunos centenarios, están protegidos y “dan calidad de vida”; la posterior declaración del sitio como Lugar de Memoria Histórica confirmó que el Monumento a los Mártires de la Libertad, a Los Coloraos o El Pingurucho (pues de las tres formas se conoce) no se moverá.

Ahora, la alcaldesa María del Mar Vázquez (PP) dice que, si se confirma que los restos hallados son de Los Coloraos, no tendrá inconveniente en llevarlos al pie de la columna coincidiendo con la celebración del bicentenario.

“Me metí tanto en la piel de cada uno de ellos basándome en los archivos, que les llegué a tomar mucho cariño por lo que habían sufrido y lo que hicieron por liberar a España de una monarquía absolutista. Perdieron sus vidas, lo más preciado, y su propio patrimonio. Perdieron todo”, recuerda hoy Ravassa: “Cuando vi el nicho cómo estaba, casi destruido, sin nombres, como si hubiera perros enterrados, les dije: ”Voy a mover cielo con tierra hasta conseguir que volváis al sitio en que tenéis que estar y del que no tendríais que haber salido en la vida“. Sería la reuniónde los liberales fusilados con su lugar de honor, ochenta años después de que una visita de Franco los desterrase de allí.

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