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Estamos perdiendo la batalla para salvar el clima (y nuestra supervivencia)

Varios manifestantes sujetan una representación de la Tierra en la última cumbre del clima.

Juan López de Uralde

La retórica ya no sirve contra el cambio climático. La filtración del borrador del informe que el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) está preparando y que será clave en las negociaciones de la próxima cumbre del clima COP24, ha puesto en evidencia que estamos perdiendo la batalla global para salvar el clima.

Quizá a más de uno le sorprenderán o le aterrarán – o quizás las dos cosas- algunas de las afirmaciones que se recogen en el informe, como que  “limitar el calentamiento global a 1,5ºC (en 2100) requerirá una rápida y profunda reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI)” o que alcanzar los 2ºC conlleva un importante aumento en la intensidad de las consecuencias del cambio climático. Pero en cualquier caso, entenderá que la cosa no pinta demasiado bien: incluso cumpliendo los actuales compromisos del Acuerdo de París el problema no desaparecerá.

Ya es imposible seguir mirando a otro lado o echar balones fuera. Algunos lo venimos diciendo hace tiempo: hay que ser mucho más ambiciosos, y de manera muy urgente. El informe es contundente y pone negro sobre blanco la imposibilidad de dilatar más la toma de medidas efectivas, ya que si continuamos con las políticas actuales será imposible reducir las emisiones a tiempo para no superar los 1,5ºC o incluso los 2ºC. De hecho, el borrador del informe ya considera que no nos encontramos en disposición de alcanzar ciertos horizontes: “Incluso con la mitigación de emisiones de CO2 más restrictiva considerada en un escenario de 1,5ºC, si el resto de las emisiones de los elementos responsables del cambio climático no se reducen significativamente, existe una probabilidad mayor del 66% de que la temperatura global supere los 1,5ºC”.

Conseguir el objetivo requiere un compromiso político mucho más consistente para forzar una descarbonización de la economía a pasos agigantados. No sé qué pensará el ministro Nadal cuando lea que, para no sobrepasar los 1,5ºC un tercio de la energía deberá ser renovable en 2030; o que debe dejarse de usar el carbón de manera urgente. Lamentablemente, estoy seguro, de que seguirá con sus planes de defensa de las energías sucias, a costa de las renovables.

Sin embargo, el coste de esta desastrosa política es algo que no nos podemos permitir porque ya estamos a punto de cruzar el límite. Si el escenario del 1,5ºC limita – que no evita- los impactos del cambio climático, subir medio grado más implica efectos desastrosos: aumenta el riesgo de inundaciones, sequías, escasez de agua e intensas tormentas tropicales. Las consecuencias subsiguientes son, entre otras, la reducción de cultivos, extinción de especies, el aumento del hambre, la migración y el conflicto.

Pero el cambio no sucederá por casualidad. Tal como advierten en el borrador del informe el cambio necesario “no tiene precedentes históricos documentados”, sino que “requieren más planificación, coordinación e innovación disruptiva entre los actores y las escalas de gobierno que los cambios espontáneos o coincidentes observados en el pasado”.

Esto se hunde mientras los principales actores políticos tocan el violín en la cubierta. En España el Gobierno parece no tener ninguna prisa por tomar medidas, y evita llevar adelante una ley ambiciosa contra el cambio climático. Menos mal, que en algunas Comunidades ya han tomado nota, la última Baleares que han presentado esta semana una ley de Cambio Climático pionera. Perdemos la cuenta de los meses que han pasado desde que la ministra Tejerina anunció el proceso para presentar un borrador de Ley. La irresponsabilidad de este Gobierno no parece tener límite, pero las emisiones de CO2 sí. Si creen que estoy exagerando, lean el borrador si pueden; a mí me ha dejado la piel de gallina.

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