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Seis meses de huelga contra Tesla en Suecia para impedir que Elon Musk dicte las reglas

Un empleado de Tesla en huelga frente a un edificio de la compañía en Segeltorp, al sur de Estocolmo.

Carlos del Castillo

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“Hemos visto un notable apoyo del público durante todo el conflicto, y la opinión pública sigue apoyando mucho nuestra huelga. Por no mencionar el apoyo total de otros sindicatos tanto en Suecia como en el extranjero”, dice en conversación con elDiario.es Jesper Pettersson. Es el portavoz de IF Metall, el poderoso sindicato sueco de trabajadores del metal que decidió ir a la guerra contra Tesla hasta las últimas consecuencias. Su huelga contra la compañía dirigida por Elon Musk cumple este sábado seis meses activa. Es la más larga de la historia moderna del país.

No parece que esté cerca de terminar. “Tenemos líneas de comunicación abiertas, pero no vamos a hacer más comentarios sobre lo que se está diciendo en nuestras conversaciones”, dice Pettersson.

Los piquetes informativos de IF Metall han pasado el duro invierno sueco haciendo guardia frente a los talleres de Tesla en Segeltorp, al sur de Estocolmo. Todo comenzó en otoño, cuando sus delegados constataron que el fabricante de coches eléctricos se negaba en rotundo a firmar un convenio colectivo con los 120 mecánicos que tiene contratados en Suecia. Lo cual son palabras mayores en el país escandinavo.

Suecia tiene un modelo de mercado laboral casi único. Allí las condiciones laborales de los trabajadores, como el salario mínimo o las horas de jornada no están reguladas por ley, sino que son los sindicatos y las empresas o patronales las que las negocian en cada sector. Durante décadas fue un modelo muy efectivo, defienden los sindicatos, ya que flexibiliza el marco laboral y permite adaptarlo a la realidad de cada momento sin necesidad de negociar modificaciones legislativos en el parlamento.

Como explicaron varios académicos suecos a este medio, el buen funcionamiento del modelo ha hecho que desde años eran los propios empresarios los que empujaban la negociación de convenios colectivos como una forma de generar una competencia justa dentro del sector. Hasta que llegó Tesla, que se niega a firmar uno. La empresa no ha explicado exactamente por qué, pero la decisión resuena con las habituales críticas de Elon Musk a los sindicatos y su tajante negativa a colaborar con ellos.

La empresa se limita a decir que las condiciones que ofrece a sus mecánicos son mejores que la media del sector y, por tanto, no hay necesidad de convenio.

Apoyado en sus 300.000 afiliados (de una población total de 10 millones de personas), IF Metall decidió lanzar un órdago a Tesla. Primero declaró una huelga general en su organización y después, ante la negativa del fabricante a negociar, fue pidiendo a otros sindicatos que se unieran a su protesta “por solidaridad”, una figura que permite a los trabajadores unirse a la huelga contra una empresa aunque no sean empleados de ésta. Luego extendió el conflicto a nivel internacional y consiguió que sindicatos de Noruega, Dinamarca y Finlandia hicieran lo mismo.

“La principal razón por la que el sindicato del metal está tan ansioso por conseguir un convenio colectivo con Tesla es el temor a que esta norma pueda debilitarse si las grandes empresas pueden mantenerse al margen de este sistema”, explicó a elDiario.es Lars Calmfors, profesor emérito de la Universidad de Estocolmo y ex presidente del Consejo Sueco de Política Fiscal y del Consejo Sueco de Política Laboral. “El temor es que esto pueda empezar a deshacer el sistema, como ha ocurrido en gran medida en Alemania”, especificaba a finales de noviembre, cuando la huelga empezaba a coger velocidad.

En este momento a Tesla no le descargan sus vehículos en ningún puerto escandinavo y tiene que llevarlos a Suecia por carretera desde Alemania. No le entregan cartas, paquetes ni remesas de repuestos (lo que implica que no recibe matrículas y debe pedir a los propietarios que las soliciten ellos mismos), no le recogen la basura, no le atienden sus estaciones de carga, no le limpian ni mantienen sus instalaciones.

“Esto es importante porque está en juego todo el modelo sueco”, afirmó el presidente del sindicato de transportistas, uno de los primeros en sumarse a la acción contra Tesla de IF Metall, en la que hay un total de nueve organizaciones de trabajadores involucradas.

Todos esas labores, incluida la de llevarse la basura a su casa para tirarla allí, deben realizarlas los propios empleados de Tesla. La orden del Elon Musk es no ceder y aunque eso ha afectado a sus ventas y a los servicios que puede dar a sus clientes, hace tiempo que la huelga llegó a un “punto muerto” en el que parece que la empresa puede resistir.

Todo por los mecánicos pero sin los mecánicos

Hay trabajadores de cuatro países boicoteando operaciones de Tesla y sindicatos de todo tipo, desde electricistas hasta carteros o estibadores, con el objetivo de que los mecánicos suecos de la compañía tengan un convenio colectivo. Sin embargo, de puertas para dentro de las instalaciones de Tesla la situación es muy diferente y el seguimiento es minoritario. “Alrededor de 40 miembros de los talleres están en huelga”, reconoce Jesper Peterson.

Serían un tercio de los 120 miembros del equipo de mecánicos, según la cuenta del sindicato. Tesla baja aún más la cifra. “Más del 90% de nuestros empleados han elegido permanecer en sus puestos, listos para recibir a nuestros clientes en nuestros centros de entrega, centros de servicio y tiendas”, asegura un portavoz a este medio, incluyendo en la ecuación a sus 300 empleados en Suecia. Eso equivaldría a que hay unos 30 mecánicos en huelga.

El escaso respaldo de la huelga por parte de los mecánicos de Tesla es una importante variable que ha salido a luz en las últimas semanas. Esta ha animado a su vez a la dirección de la empresa en el país a posicionarse por fin sobre ella. Durante meses, los ejecutivos suecos de la compañía estadounidense habían preferido no manifestarse, elevando las dudas sobre si la decisión de Musk de no acatar las reglas del juego del mercado laboral sueco podía estar incomodándolos.

“Si hubiéramos estado respondiendo a cada declaración del sindicato, no habríamos podido hacer nada más”, ha justificado Jens Stark, responsable de Tesla en Suecia, en una entrevista con el periódico Dagens Industri. “Pero ahora creemos que ha llegado el momento de aclarar nuestra situación y también de demostrar lo decididos que estamos a continuar nuestra misión en Suecia de trabajar por una transición hacia la energía sostenible, que es la razón de ser de Tesla como empresa. Sería lamentable que la huelga detuviera este desarrollo”, continuaba.

“Nadie pregunta por los convenios”, era el titular de la entrevista. “Nos hemos organizado para que las ventas, las entregas y el resto de servicios sigan funcionando como de costumbre”, presumía Stark.

En este punto, a IF Metall no le queda otra alternativa que seguir adelante. El sindicato ha recurrido a todas las armas a su alcance para torpedear la actividad de la compañía, que ha jugado sus cartas para mantenerla. Lo ha hecho de forma legal, informa Jesper Peterson. “De momento no, ya que no hay posibilidad legal de hacerlo”, responde sobre la posibilidad de abrir la vía judicial: “Una de las características del mercado laboral sueco es evitar las acciones legales en la medida de lo posible”.

¿Queda algún as en la manga para ganar la partida? “Nunca comentamos lo que estamos planeando en cuanto a nuevas acciones”, contesta. “La huelga sigue su curso”.

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