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Podemos, el partido como medio de comunicación

Pablo Iglesias, tras la reunión con Íñigo Errejón y los demás equipos de Podemos.

Andrés Gil

Podemos se comporta más como un medio de comunicación, como un emisor de mensajes, que como un partido. Todo tiene que ver con dos factores. Uno, cuantitativo: interpelar a 457.676 inscritos. Y otro, teórico: la tesis del agotamiento de la forma del partido político como protagonista del cambio.

Y para los dos factores, llegar a una comunidad amplia desarticulada junto a la asunción de que la fórmula partido tradicional –el del trabajo cotidiano en las sedes– ya no funciona, los dirigentes de Podemos están convencidos de que el mejor sistema para conectar con quienes deciden en Podemos es parecerse más a un medio de comunicación que a un partido tradicional: cuenta más un dúplex en televisión, un canutazo, un corte televisivo de un acto público o un tuit para llegar a sus inscritos que una asamblea de un círculo, si bien a esta última tampoco pueden renunciar.

Hubo un tiempo en que la política en los partidos se hacía en las agrupaciones y en las asambleas de los barrios, de los distritos o de los municipios. Es la forma tradicional: así lo siguen haciendo el PSOE, IU, el PP, y todos aquellos partidos cuyo censo para los procesos internos está limitado a militantes. Los militantes son aquellos simpatizantes de un partido que pagan una cuota y que, en virtud de ello, se implican en el día a día del partido.

Procesos abiertos

Pero a partir del 15M la política fue abriéndose, los partidos, cada vez con menos militantes, intentaron salir de su ensimismamiento haciendo procesos más participativos, pero casi siempre restando poder a las cúpulas para dárselo a las bases.

Sin embargo, es en el ciclo electoral de 2014-2015 cuando con Podemos, las candidaturas municipalistas y las confluencias los procesos para la elección de cargos y listas electorales no sólo se abren a la militancia, sino que se abren a la sociedad. Por primera vez, se incluyen listas abiertas y procesos abiertos: puede participar todo aquel que esté inscrito, independientemente de que conozca la sede más próxima a su domicilio, o incluso la dirección del partido en su ámbito.

Podemos es el principal ejemplo de eso. Tiene 457.676 inscritos. Al margen de que en ese número se incluya un buen número de cuentas repetidas, durmientes o directamente sin uso, la cifra supera a la de militantes de todos los partidos salvo el PP –que sigue afirmando tener casi 800.000–. Y de esos 457.676 una mínima parte puede considerarse militante en el sentido de persona implicada diariamente en el partido.

Entonces, ¿cómo se viven los procesos internos como este de Vistalegre 2? Tiene mucho que ver con la teoría de la agencia: con el agotamiento de la forma del partido político como protagonista del cambio. Por eso se multiplican las campañas en redes, las presencias en medios de comunicación, se lanzan webs –Errejón lanzó la suya a dos días de que se acabase el plazo para un acuerdo con Iglesias–, se retransmiten en streaming los actos, y las campañas internas cada vez se confunden más con procesos electorales.  En definitiva: el partido como emisor de mensajes, como medio de comunicación.

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