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Agur Hertzainak, grupo y movimiento que contribuyeron a transformar una sociedad

Imagen del último concierto de Hertzainak

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Preámbulo. El 6 de enero de 2023 será recordado por muchos como un momento histórico asociado a la cultura musical gasteiztarra, vasca y, ¿por qué no?, española e internacional. La despedida de Hertzainak entre multitud de paisanos y seguidores que les vieron nacer y otros que les han ido descubriendo en el camino cobró el viernes en Mendizabala un cariz especial si cabe. Si los componentes supervivientes de la banda (Josu, Gari y Txanpi) o los fundacionales y otros ya ausentes (Xabier Montoia ‘Gamma’, Enrique Saénz de Villaverde ‘Kike’ y Tito Aldama) hubieran soñado en algún momento con una última actuación para el recuerdo, la de anoche no solo se convirtió en un sueño cumplido sino que superó todas las expectativas entre los afortunados asistentes y los trabajados protagonistas que deseaban concluir una etapa de más de 40 años con la guinda deseada en la ciudad que les sirvió para nacer, crecer pero también para terminar un proyecto de vida.

'Jaio eta bukatu. Azkena, gure alde' ('Nacer y acabar. El último a nuestro favor') ha servido para poner un final perfecto a la música que surgió para hacer de los bares un lugar reivindicativo en los años 80 y que contribuyó a fundar el sello inconfundible del “rock radical vasco”, un conglomerado musical que contribuyó a cambiar una sociedad vitoriana demasiado pegada a las faldas de su pasado y a la que solo los acontecimientos del 3 de marzo de 1976 le habían servido para cuestionarse y ponerse en el escaparate del cambio social.

Hertzainak ha demostrado en 41 años de existencia con intermitencias que la música tiene un poder curativo real, independientemente incluso del idioma en el que realice. Componer en euskera fue un acto valiente para la época porque no era habitual entre sus coetáneos. Pero su público ha traspasado fronteras idiomáticas hasta solaparse con su mensaje y hacerlo propio.

Muchos nos preguntamos hasta dónde podría haber llegado Hertzainak si hubieran optado por cantar en un idioma más hablado. En cualquier caso, parece un hecho que bandas como la suya han hecho tanto o más por el euskera que muchos años de política lingüística.

Finalmente, la composición de los miembros del grupo deja a las claras que la capital alavesa siempre ha sido un lugar de puente y encuentro. A pesar de considerarse una banda completamente gasteiztarra, ninguno de sus componentes actuales ha nacido en ella. Zabala es de Otxandiano, mientras que Gari y Txanpi son de Legazpi. Sí eran vitorianos Gamma, Kike y Tito Aldama. Hertzainak es una prueba fiel de que la mixtura siempre nos hace mejores.

Los previos. Nada más acceder a Mendizabala sorprendía la majestuosidad y las dimensiones de la inmensa carpa, diáfana y elevada, perfectamente acondicionada para acoger a 15.000 espectadores, la mayor parte de pie pero también con un fondo de asientos. No ha habido una instalación similar en Vitoria que se recuerde. A destacar la organización, exhaustiva desde los accesos a los aledaños.

Con un buen nivel de servicios alrededor en forma de puestos y ‘merchandising’ y promoción comercial, todos abarrotados. Ya en el interior vacío del espacio principal, destacaba la escenografía del escenario y, sobre él, el detalle de los anagramas, tanto del Ayuntamiento de Vitoria como de la Diputación Foral, presidiendo sendos carteles dedicados a la banda a ambos lados de un gran escenario, a la altura de las circunstancias. ¿Quién se hubiera podido imaginar que un grupo señera del cambio y la revolución podría acabar auspiciado por las instituciones? Ése es un valor añadido que ha acabado formando parte de Hertzainak. Merecido y ganado a pulso.

15.000 almas, tantas como personas, acabaron por compartir la despedida según datos ofrecidos por la organización. El espectáculo fue técnicamente grandioso con una gran organización detrás, sabedora de la importancia del momento y capaz de darle forma. Quizá el único debe radicó en el sonido, siempre difícil de modular, y que no presentó señales de homogeneidad a lo largo del concierto. Los decibelios estuvieron demasiado altos, como ya es tónica general en la mayoría de las actuaciones que se dan cita en estos tiempos de culto al ruido desmedido. Sin embargo, no cabe duda que los conciertos son mucho más que el mero sonido. La batalla acerca de la calidad, que no del volumen, casi siempre acaba suponiendo una derrota a cuya batalla no conviene aspirar. Colocarse cerca del escenario tiene aún peor resultado sonoro pero aumenta las sensaciones de ver más de cerca lo que ocurre en el escenario.

Si otro ámbito de la producción cabe destacarse sobremanera fue el relativo a la infografía, las imágenes y la espectacular animación en forma de dibujos animados e ilustraciones que acompañaron a la mayoría de canciones. Sobresaliente es poco. La legión de asistentes ya formaba cola en una tarde de intenso frío antes de que se realizara la apertura de puertas a eso de las siete de la tarde. La afluencia de público fue incrementándose paulatinamente hasta el comienzo de las actuaciones protagonizadas por artistas invitados para la ocasión.

Los artistas invitados. El elenco fue diverso y variado y dejó bien a las claras el óptimo estado de la música en euskera. Bertsolaris de la provincia coparon buena parte del protagonismo previo. Entre ellos, a destacar el oficio y la experiencia acumulados por Oihane Perea, bien secundada por Iñaki Viñaspre. El futuro está asegurado en las voces de los Paula Amilburu y Peru Abarrategi, pertenecientes a la productiva Escuela de Aramaio. Idéntica procedencia versaba en el diálogo más peleado y aplaudido, presidido por Xabi Igoa Eriz y su maestro, Manex Agirre, que acabó en un abrazo fundido entre ambos ‘contertulios’, con auténtica vis para la comedia. Entre los número musicales destacó el dúo formado por la eibartarra Miren Narbaiza y el gasteiztarra Jon Basaguren a golpe de guitarra, acústica y eléctrica bien acompasados por sus voces armonizadas.

La subida al escenario de Mikel Urdangarín -otro gasteiztarra de adopción- en un dúo compacto con Íñigo Etxezarreta subió un escalafón más la dotación musical. ¡Cómo llena de voz sedosa y poesía el de Amorebieta-Etxano todo lo que toca! Acompañado por el líder dela formación ´En Tol Sarmiento´, nacida en la localidad alavesa de Yécora, realizaron tres temas con una perfecta sincronización de voces y sonido.

Otra combinación de auténtico lujo fue la formulada por Ruper Ordorika y el guitarrista navarro Joseba Irazoki a plenas facultades de rock and roll. Conserva el oñatiarra el don de la voz y la palabra musicada. La asociación con el magistral Irazoki fue sublime. Sus solos y punteados de libro sonaron por momentos a Santana. Como colofón, los asistentes pudieron acompañar los compases del mítico tema “Ez da posible” (No es posible) del compositor originario del Alto Deva pero adoptado también como uno de los emblemas musicales babazorros.

Papel aparte para nuevos estilos e improvisaciones de la palabra, los dj, la música electrónica, el rap, el hip-hop, la creatividad y la combinación de alternativas musicales y formas en autores como Dupla y Juantxo Arakama, el pirómano de la palabra automática, que firmó un discurso de 10 minutos sin parada.

Punto final a los prolegómenos con la sabiduría y la poesía de Xabier Amuriza, quien a sus 81 años y medio superó unos problemas técnicos de sonido con entereza y sacó partido a su capacidad de improvisación proponiendo un juego de letras ‘hache’ que partió de la fórmula H2O hasta concluir en Hertzainak.

Los primeros compases. Eran cerca de las diez y el momento culmen se acercaba. Con los presentes ya dispuestos, entre la asistencia se adivinaba una mezcolanza de edad variada y heterogénea, con afluencia de mucho público llegado de todo Euskadi. Para muchos, había que celebrar las grandezas de la música en euskera. En los casos de mayor veteranía, fue un momento para el recuerdo, la nostalgia y el pensar que cualquier tiempo pasado pudo ser mejor. O no. En cualquier de los caso, todos los tramos de edad vibraron al son.

Los conciertos son lugares de encuentro no solo para músicos sino también para espectadores. En el caso ya pasado, fue un placer seguir la cita con Arantxa, una guipuzcoana valiente, asentada en la capital alavesa, que lleva superando todo lo que surge a su paso durante más de veinte años derivado de una dolencia crónica a la que se ha definido como fibromialgia. En su haber musical, haber seguido el periplo de Hertzainak a través de conciertos en Vigo, Madrid y Barcelona. Ésta era la primera vez que tenía el placer de asistir a uno en Vitoria-Gasteiz. Y la última.

A las diez y cuarto pasadas entro en liza Hertzainak, ante un público ya inquieto y deseoso. El peso de la actuación, como no podía ser menos, estuvo en manos de Josu Zabala (compositor, voz, coros, triki y acordeón), Iñaki Garitaonandia ´Gari’ (cantante, compositor y guitarra), y Luis Javier Saiz ´Txanpi´(batería). El trío estuvo excelentemente apoyado por el guitarrista Miguel Moyano y el bajista Oier Aldekoa, músicos vizcaínos que han realizado distintos proyectos musicales con el propio Gari. Qué decir del acompañamiento del multinstrumentista y compositor Bingen Mendizábal, histórico de la banda y uno de los más fieles exponentes y representantes de la música alavesa.

Al sexteto se le unieron en distintos momentos de la actuación cuatro instrumentistas de cuerda, tres más de metal y otros tres txistularis encabezados por el maestro José María Bastida, alias ‘Txapi’, 19 años dirigiendo la tamborrada de San Prudencio como tambor mayor y con histórico también en la formación vitoriana. Solo faltó La Banda de Salinas, emulando un concierto histórico de los Hertzainak en la plaza de España junto a la banda mencionada, cuyo director fue ‘Txapinete’.

Hertzainak transportó a su público, participativo y como si por un túnel del tiempo se tratara y le llevó al clímax a través cuestas pronunciadas y bajadas intensas, cambios de ritmo y un encaje perfecto y estudiado de los 24 temas que ofrecieron en un concierto que llegó a los 130 minutos de duración. De muevo otra mención especial si cabe al trabajo infográfico y de imágenes proyectadas. Fue un instrumento más del concierto.

Abrir el fuego. Los cinco músicos que lideraron la gala comenzaron nerviosos pero necesitaron poco tiempo para aunar esfuerzos y meter a los presentes en un concierto del que se esperaba mucho y lo dieron todo. Tras el Gabon de Zabala, la banda abrió la caja de pandora con el tema que dio nombre a su segundo disco ´Hau dena aldatu nahi nuke’ (Quisiera cambiar todo esto), publicado en 1985. Puro ritmo Hertzainak. El estilo intacto. La energía vibrante. Por aquel y prácticamente la totalidad de los momentos vividos el viernes en Mendizabala, no parecía el último concierto de una formación poderosa y bien pergeñada.

Gari se mostró en plena forma y Txanpi convirtió su pegada en un martillo pilón sobre la batería durante toda la noche. Quizá los avatares de la existencia se hacían más presentes en un Zabala cuyo sonido y composición ha dado particularidad y cohesión al grupo desde antes de la primera puesta en escena, una nochevieja del 81. Pero el de Otxandio dio la talla en un concierto maratoniano que comenzó con su voz y terminó con su despedida.

Del primer tema al segundo no hubo intervalo, solo continuidad. Al tema que da nombre al cuarto disco ‘Amets prefabrikatuak´ (Sueños prefabricados), de 1990, le siguió a ritmo frenético del “Rokanrola batzokian” (Rock and roll en el batzoki), de 1983, para continuar prácticamente sin peaje con ´Oroimen txarrak’ (Malos recuerdos) del vinilo “Denboraren horratzak” (el paso del tiempo), de 1992. Velocidad de vértigo en una discografía de años.

La primera interrelación hablada con el público no se produjo hasta la presentación del quinto tema: “Ez dago ilusio falsurik” (No hay ilusiones falsas), de 1988. Sirvió de respiro a una banda que comenzó lanzada y a la que se incorporó Bingen Mendizábal a los teclados. A continuación se puso en solfa el sonido ‘made in Zabala’ con la canción “Egunetik egunera” (De día a día), dada a luz en 1989.

A continuación llegó el tiempo para el recuerdo de los que ya no están. Fue el momento emocionante de la noche en el que Gari recordó al gran saxofonista Tito Aldama, el primer ‘punk’ de Vitoria, que lo mismo aportaba cultura musical en Hertzainak, acunaba con la dulzaina los bertsos de Amuriza o actuaba como payaso formando parte de los Hermanos Txetti junto al actor vitoriano Txema Blasco. El de Legazpi también mencionó el nombre de otros desaparecidos: Javi Okendo, Carlos Mahoma, Natxo Cicatriz, Sabino Egaña, … “Todos están aquí”, subrayó Gari. Tres violines y un chelo sirvieron para profundizar en su memoria. Caló el mensaje de la letra. “Dena aldadu ta erabat” (Todo ha cambiado por completo), extraído del tema “Ispiluaren aurrean” (Enfrente del espejo).

Emociones hasta el final. La velada siguió con uno de los temas más esperados para los románticos fue “No time for love” (No hay tiempo para el amor), versión de la canción original de Jack Warshaw situada en una Irlanda dividida por un conflicto histórico sin resolver que el autor tituló “If they come in the morning” (Si ellos vienen por la mañana). En el recuerdo queda también el gran trabajo de manos y fino con las baquetas y el ritmo que el baterista Pais Acevedo realizó en la grabación de éste y otros temas del tercer disco de Hertzainak, “Salda badago” (Hay caldo), que vio la luz en 1988. En esta misma línea interpretativa y de corazón tierno, mención especial para la canción del mismo disco “Esaiok” (del hika, ‘Díselo´), de la que en cualquier momento parecía que iba a saltar al escenario la musa local Marta Kernstock, con un papel recordado en el creativo vídeo oficial en el que también intervinieron otros actores del teatro alavés como Félix García Petite.

Otro de los colofones de la gala ocurrió cuando, de nuevo, los arreglos de Bingen Mendizábal en forma de instrumentos de cuerda volvieron a situar sobre un escenario la interpretación del tema “Aitormena” (Confesión), de 1989, uno de los más sentidos por el público nostálgico y que sigue siendo considerado un himno de la música en euskera.

De ahí en adelante el concierto avanzó a su paso, firme y tenaz, arrollador, combinando escalas pero aportando un ritmo vertiginoso al más puro estilo Hertzainak. “Sigarrillos amariyos” contó con imágenes ad hoc de la Kutxi como refuerzo. No faltaron canciones claves para la historia colectiva como el “Si vis pacem… para bellum” (Si quieres la paz, prepara la guerra) y los contrapuntos como cambio de tercio al modo de “Ta zer ez da berdin” (y lo que no es lo mismo), de 1984.

Tras un breve descanso de la banda, rondando la veintena de interpretaciones, llegaron momentos álgidos en forma de “Guantanamera”, 1999, “Pakean utzi arte” (Hasta que nos dejen en paz), de 1984, y “Eh txo!”, de 1983, a modo de tramo concluyente, con todo el público en el bolsillo consciente de que cada vez quedaba menos para el final.

Para quitar hierro a la despedida, la parte cómico-actoral corrió a cargo del tándem compuesto por Gorka Aguinagalde y Karra Elejalde, muy unidos históricamente a la banda -Karra llegó incluso a componer canciones como “Arraultz bat pinu batean” (Un huevo en un pino) para el primer disco que llevó el propio nombre del grupo- que pusieron humor a la trascendencia.

Como colofón final, Hertzainak quiso revivir un tema de hace más de 30 años, “564”, en favor de los presos de ETA, durante el cual se produjo la subida al escenario de dos personas para colocar el ya clásico cartel de ‘Presoak etxera’ en una batería de la que ya se había bajado Txanpi para convertirse en cantante coral más sobre el escenario. En total, 16 artistas al unísono sobre el decorado, metales, cuerda y txistularis incluidos. La canción, que cobró actualidad de nuevo en 2019 al ser elegida por el grupo para notificar su regreso a los escenarios, no deja de ser otro guiño al pasado.

Con este sentimiento, que ha sido motor de su evolución y su sentido, Hertzainak, puso el punto final a su trayecto. Y lo hizo en familia, rodeado de amigos, descendientes y seguidores que a lo largo de más de 40 años han formado parte de su historia y ahora lo harán de su recuerdo. Un vídeo final puso nombre a quienes ya no están pero también formaron parte: El indio Joshe Mari, Mahoma, Javi Ilarduya, el Zorro Antón, Javier Olloki Atxaerandio ´Oki´, Potxin, José Luis Zumeta, José Ordorika y Tito Aldama.

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