Un viaje por el valle del Mosela: Metz y la frontera franco alemana

Canales de Metz.

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Los fortines de la famosa Línea Maginot en torno al pequeño pueblo de Sentzich es un ejemplo claro de las tensiones, idas y venidas que han sufrido estas tierras a lo largo de los siglos. El Río Mosela es uno de los afluentes más importantes del Rin y forma uno de los tramos de frontera más convulsos de la historia europea. La Línea Maginot fue uno de los esfuerzos de infraestructura militar más importantes e inútiles del siglo XX. Una red de fuertes de hormigón y acero, túneles, trincheras y fortines que debía proteger a Francia de la agresividad de los vecinos del norte. Se construyeron un total de 108 granes fortificaciones separadas 15 kilómetros entre sí rodeadas de un enjambre de pequeños blocaos y nidos de ametralladoras que deberían frenar a los alemanes ante una posible ofensiva después de la experiencia acumulada durante la Primera Guerra Mundial y la Guerra Franco Prusiana de 1870. Y la historia pone de manifiesto que aquello no sirvió para mucho… Pero visitar estos lugares pone de manifiesto la importancia histórica del lugar.

El valle del Mosela es una de las regiones históricas más interesantes del viejo continente. Alberga una concentración de grandes monumentos históricos y ciudades que nada tiene que envidiar de otras grandes rutas de carácter monumental como el famoso Valle del Loira. Mandan, de manera absoluta, los castillos medievales. Pero también se pueden ver viejos restos romanos, ciudades medievales preciosas y algunas de las escasas manchas de bosque nativo mejor conservados de Europa. La mayor parte de los que se acercan hasta aquí limitan la visita a la zona alemana y luxemburguesa (desde Trier hasta la desembocadura del Mosela en el Rin –Coblenza-) y deja de lado la zona francesa. Y creemos que es un error ya que deja de lado lugares como Metz, una pequeña ciudad bonita de ver que, además, resume a la perfección lo que significa este rincón del mundo.

Una pequeña guía de Metz.- No es, ni de lejos, una de las ciudades más conocidas de Francia pero tiene muchísimas cosas para ver y es una ciudad que sigue la estela estética e histórica de sus vecinas alsacianas.  Metz es una de esas ciudades de cuento con casas de color pastel, grandes iglesias, plazas encantadoras y parques hermosos donde hay cabida hasta para un precioso Lago de los Cisnes (Quai des Régates). Pero también ha sido testigo de esas tensiones que a lo largo de los siglos han provocado. No es de extrañar que la principal entrada a la ciudad vieja sea la Puerta de los Alemanes (Boulevard André Maginot) una puerta fortificada magnífica que mira hacia la frontera de una Alemania que está a menos de 40 kilómetros de las murallas de la ciudad (la mejor manera de visitarlas es hacer el paseo del Jardin des Amours a orillas del Río Seille). Esa amenaza constante se deja ver en las inmediaciones de las torres medievales. A poca distancia de ellos puedes ver el Fuerte de Bellecroix (All. de Desiremont), integrado en un precioso parque, y un poco más allá está el Fort Queuleu (All. Jean Burger) que reúne el carácter de monumento histórico y el espacio para la memoria, ya que sirvió como campo de detención y tortura durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial.

El centro histórico de Metz guarda rincones divinos. El gran eje de la ciudad es la Catedral de Saint Etienne (Pl. de Chambre, 2) una maravilla del gótico francés construida sobre un templo prerrománico anterior. Esta catedral es impresionante por varias razones, pero lo que más nos impresionó fueron las vidrieras (tiene la mayor superficie vidriada de Europa y su rosetón, con más de once metros de diámetro, es de los más grandes del mundo), el coro y sus portadas monumentales cuajadas de esculturas. En torno a esta construcción maravillosa se arremolina un casco histórico formado por una de esas redes retorcidas de callejuelas típicas de la Edad Media en la que abundan las maisons (palacetes), las iglesias y las pequeñas plazas. Y algunos detalles como la curiosa escultura de un dragón rechoncho que cuelga en la Rue Taison (junto al número 22). Estamos ante el Gran Graoully, una bestia que acompañado por un ejército de serpientes atormentó a los habitantes de la ciudad hasta que fue expulsado por mediación de San Clemente de Metz, el primer obispo del lugar.

Para hacernos una idea de lo que supone esta ciudad en su contexto podemos visitar el Museo de la Corte de Oro (Rue du Haut Poirier, 2) que ocupa una casona que hunde sus cimientos en la noche de los tiempos. Este museo que alberga colecciones artísticas y arqueológicas está asentado en un viejo edificio de las épocas gala y romana y cuenta con piezas brutales como un altar dedicado al dios Mitra y la llamada Columna de Merten, un curioso conjunto escultórico que mezcla mitos galos, griegos y romanos. Restos romanos sepultados por aquí y por allá y que sólo afloran a la superficie en lugares como la Eglise Saint Martin (Pl. Saint-Martin, sn), uno de los edificios más antiguos de la ciudad en el que puedes ver diferencias notables en sus muros interiores que indican que la iglesia cristiana se construyó aprovechando parte de un antiguo templo pagano.

Los imprescindibles: qué ver en Metz.- Lo mejor es dividir la visita por zonas. El casco histórico de Metz es muy pequeño por lo que se puede recorrer a pie en una o dos jornadas. Ya te hemos comentado algunas de las grandes referencias. En torno a ellas puedes ir organizando la visita. La Catedral ocupa el centro de la ciudad vieja y desde ahí puedes visitar algunos lugares como el Museo  de la Corte de Oro y el entorno del Río Mosela y sus canales. Una buena idea es cruzar el río por el Puente de Saint-Georges para ver la isla que forma la Place de la Comedie y los antiguos molinos hidráulicos de Lavoir. Vence la tentación de pasar a la isla y visita la Eglise de Saint Clement (Pl. Gabriel Hocquard, 1) con su precioso claustro gótico y la elegante Basílica de San Vicente (Pl. Saint-Vincent) antes de ir a visitar la ‘isla de la comedia’. El nombre del lugar viene de la sede de la Ópera de Metz (Pl. de la Comédie, 5) peto aquí te vas a encontrar otras dos joyas. La sede de la Prefectura de Mosela y, sobre todo, el Templo Nuevo (Pl. de la Comédie, sn)), un edificio que más allá de su grandiosidad arquitectónica es un símbolo de los tiempos de ocupación prusiana de la ciudad. Otro lugar interesante a pocos pasos de la Catedral –aunque en sentido contrario a la ‘Isla de la Comedia’- es el Claustro de los Recoletos (Rue des Récollets, 1), un edificio del siglo XVII que es lo único que se ha salvado de un antiguo complejo conventual.

El otro gran centro patrimonial de la ciudad es el Jardín de la Explanada. Desde aquí puedes visitar algunos lugares muy interesantes. ¿Más iglesias? Bueno, una más y por una buena razón. Justo en frente de los jardines tenemos Saint-Pierre-aux-Nonnains (Rue de la Citadelle, 1), un lugar especial porque no sólo es el templo católico más antiguo de Metz (siglo VII), sino que también es uno de los edificios de época romana (unas termas o una basílica civil) mejor conservados de toda Europa. Desde aquí puedes visitar la Capilla de los Templarios (Rue de la Citadelle, 3) con su característica planta octogonal y sus símbolos mistéricos y pasar al Quai de Regatas para ver el Lago de los Cisnes y el entorno ajardinado de los canales del Mosela. También a dos pasos del Jardín de la Explanada se encuentra otro de los símbolos de Metz: la Torre Camuflada (Pl. Camoufle), una antigua plataforma artillera de las murallas que está, literalmente, tapada por la vegetación. Puedes terminar la visita pausando pulsaciones en el Jardín de los Cinco Sentidos (Rue d'Asfeld, 5) donde se alternan las rosas y las plantas aromáticas.

El Museo de la Guerra de 1870 y la Anexión.- La guerra franco prusiana de 1870 fue uno de los hitos más significativos de la historia de Metz. La victoria de los prusianos supuso un cambio de soberanía que dejó la zona en manos alemanas hasta el final de la Primera Guerra Mundial. El Museo de la Guerra de 1870 (Rue de Metz, 11 –Gravelotte-) explora este periodo convulso a través de una colección que aúna objetos de la época, documentos (fotografías, cartas, papeles administrativos) y obras de arte en un entorno tecnológico muy bien resuelto. UN ejemplo de lo que debe ser un museo de historia. Ya que estás por aquí aprovecha para volver al cauce del Mosela para ver el Acueducto Romano de Jouy-aux-Arches (acceso por D-6) una impresionante infraestructura que tomaba el agua del río y se internaba en los campos a través de una curiosa combinación de captadores y acequias. Un alarde de ingeniería hidráulica.

Fotos bajo Licencia CC: Carl Mueller; CD photographie; Ștefan Jurcă; Patrick

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