España- Marruecos: Entre primos anda el juego

Federico Echanove / Federico Echanove

“Marruecos es hoy tras las reformas emprendidas bajo la orientación de S.M El Rey Mohammed VI y la aprobación de la nueva Constitución, un ejemplo muy valioso de apertura y estabilidad”, dijo Juan Carlos de Borbón en Rabat a mediados del mes de julio, durante la visita que cursó al Reino Vecino y en la que las reverencias y los gestos de sumisión a Mohammed VI y hacia su dinastía, tanto de él como del Gobierno del PP, han superado todos los precedentes conocidos. Uno de los correveidiles predilectos del monarca, el ministro García Margallo, incluso tuvo el sentido del humor de equiparar las dichas supuestas reformas con la Transición Española a la democracia.

Las líneas que siguen tienen el objetivo fundamental de aclarar lo incierto de tales afirmaciones, ya que lo único que ha sucedido en Marruecos, desde que estallara la llamada Primavera Árabe es la apropiación por parte del Monarca marroquí y del entramado de intereses que le sostiene y rodea -eso que se ha dado en llamar por los expertos el Majzen- del débil y tímido impulso que dicho movimiento pudo tener fugazmente allí, a través de unos cambios mucho más cosméticos que reales y que si bien han podido servir a cierto lavado de cara al régimen en el plano internacional, no han variado su esencia en absoluto. Porque no es que las dichas reformas alabadas por el cortejo del oprobio y la vergüenza que estos días han estado en Rabat hayan implicado, como en El Gatopardo que algo cambie para que todo siga igual, sino que no ha cambiado prácticamente nada y todo sigue siendo lo mismo.

Aunque el Rey Juan Carlos y Margallo hayan alabado la nueva Constitución marroquí, ésta no merece tal nombre, pues no procede de un proceso constituyente

Lo llamativo es que a diferencia de otras ocasiones en que nuestro monarca bajaba a ver a su primo más discretamente, en una de esas visitas privadas o semioficiales de difícil encaje en nuestra ordenamiento jurídico -ya que, aunque se las haya atribuido, carece, según la Constitución de competencias en política exterior- y en las que, probablemente, en más de una ocasión lo haya hecho acompañado de la Princesa Corina, esta vez lo ha hecho junto a un cortejo de la vergüenza compuesto por cinco ministros, entre los que se encontraba nuestro José Manuel Soria, y 27 grandes empresarios. Y de un séquito añadido en el que se encuentran 9 de los 10 ministros de Asuntos Exteriores que ha tenido la democracia, faltando sólo -oficialmente por motivos de salud- el socialista Fernando Morán.

Ni una palabra que pudiera enturbiar la dulce luna de miel que se vive a ambos lados del Estrecho entre ambas monarquías, como pudiera ocurrir si, como han reclamado organizaciones como Amnistía Internacional, se hablara en algún momento de los Derechos Humanos. Ni una palabra sobre la necesidad de que se cumpla con el Derecho Internacional en el Sáhara más allá de la desabrida declaración institucional de siempre en la que ni siquiera se cumple con las exigencias de la ONU para resolver el contencioso. Ni una sola muestra consistente de coherencia con el compromiso que alcanzase públicamente Juan Carlos en El Aaiun en 1975, como Jefe de Estado en funciones, poco antes de la penosa retirada española, cuando aseguró a los militares allí destacados que “se respetarán los legítimos derechos del pueblo saharaui” y que España cumpliría “sus compromisos” al respecto.

Hoy sabemos que aquella declaración era pura filfa y estaba destinada a la galería. Los cables estadounidenses desclasificados y compilados por Wikileaks y a los que cualquiera puede acceder a través de internet dejan claro que Juan Carlos I era desde mucho antes de acceder al trono de España una de las piezas de la estrategia en Europa y el norte de Africa del secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger. Aún no había llegado a la presidencia Jimmy Carter y, en plena guerra fría los halcones del pentágono y el departamento de Estado no eran en absoluto partidarios de un Sáhara independiente que pudiera alinearse con Argelia o la URSS. Y Juan Carlos haría todo lo que pudiese para ganarse el respaldo norteamericano en el inicio de su reinado. cuando en las calles de toda España quien más quien menos tenía muy poca confianza en su continuidad tras la muerte de Franco y se vaticinaba que podría pasar a la historia como Juan Carlos el Breve.

Los papeles de Wikileaks han revelado el papel que jugó Juan Carlos I en la entrega a Marruecos del Sáhara Occidental

Por eso es tanto más significativo que en plena crisis de la institución y declive fisiológico del Monarca, tras tomar carta de naturaleza pública sus aventuras extramaritales tras el descalabro de la cacería de elefantes en Botswana del año pasado, haya elegido Marruecos para reaparecer públicamente y para que a todos nos vuelvan a lanzar el mensaje de que “el Rey sigue ahí dispuesto a echar una mano”.Porque Juan Carlos ha vuelto por donde solía, por los mismos lares en que comenzó su reinado y en los que nunca ha dejado de estar. Y es que la cosa, en realidad, viene de lejos ya que la amistad entre ambas casas reales se remonta al exilio de los Borbones y a la ayuda económica y moral que, según quienes saben de esto, en aquel tiempo de estancia en Estoril, concedió a Don Juan tanto Hassan II como su antecesor, Mohammed V, en más de una ocasión. Temas de familia y de negocios que han perdurado según algunos hasta la actualidad, no sé si me entienden, y que no serían tan graves si no afectaran a la más alta magistratura del Estado ya que en ellos no se sabe donde empieza y termina lo público y dónde lo privado.

Y es que sólo en dos ocasiones se ha visto llorar en público al monarca español. En el funeral por la muerte de su padre que tuvo lugar en El Escorial, en 1993, y en el de Hassan II en Rabat en 1999. “Le he dicho al rey Mohamed VI que lo mismo que era mi hermano mayor el rey Hasan II, ahora soy yo su hermano mayor”, declaraba aquél tórrido mes de julio en Rabat Juan Carlos en declaraciones recogidas por El País antes de recordar que sólo dos semanas antes había viajado a Rabat para saludar a Hassan en su 70 cumpleaños.

En la tumba de Hassan

Por eso, que en estos días se haya prestado a depositar una Corona de flores en la tumba de aquél sátrapa cuyo Reinado y métodos de Gobierno todo el mundo coincide en calificar como siniestros, en una ceremonial en que la ministra Pastor, obligada a estar tocada por un velo, no ha podido dismular su incomodidad, no debiera sorprendernos. Aunque constituya una ofensa en toda regla a la humanidad y a los valores democráticos que deberían presidir la actuación internacional de España y aunque el hecho de que el viaje coincida con la mayor crisis política y moral que el dicho país vive desde 1975 le otorgue un carácter más dolorosamente irónico. Y es que, según cálculos de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) que otras organizaciones elevan, unos 3.000 opositores internos fueron víctimas de asesinatos políticos o muertes por torturas desde la independencia de Marruecos en 1956, la mayoría desde que el padre de Mohammed VI iniciara su reinado en 1961. Y ello sin tener en cuenta las barbaridades cometidas en el Sáhara desde que se empezó a bombardear -con aviones que en muchas ocasiones paraban a respostar en el aeropuerto de Gando- a la población que huía hacia el desierto con napalm y fósforo blanco.

Pero, volvamos a las palabras de Juan Carlos sobre los grandes cambios constitucionales en Marruecos y al descaro de Margallo comparándolos con la Transición española y dejemos claro por qué son un cuento. Y hagámoslo comenzando por la cuestión jurídico- política: Es cierto que desde 2011 en Marruecos hay una nueva Carta Magna, pero dentro de la tipología que el Derecho Constitucional establece no cabe sino calificarla como Carta Otorgada, porque a diferencia de la Constitución Española, no fue elaborada por ningún órgano de representación popular ni por unas Cortes Constituyentes, como las que se eligieron en España en 1977, año y medio después de morir Franco, sino por una comisión de expertos nombrada a dedo por Mohammed VI, que supervisó sus trabajos, después de que Sarkozy y el propio Juan Carlos -en su último viaje privado a Marruecos, en mayo de 2011- le aconsejaran que moviera ficha y pusiera sus barbas a remojar tras la depilación forzosa a que habían sido sometidos sus vecinos tunecino y egipcio.

Aunque el Rey Juan Carlos y Margallo hayan alabado la nueva Constitución marroquí, ésta no merece tal nombre, pues no procede de un proceso constituyente

O sea que el contenido de la nueva Constitución procede de la voluntad de Mohammed VI -que sigue detentando la soberanía y aunque haya cedido algunos de sus anteriores poderes podría recuperarlos cuando quisiera- y en ningún caso procede, no ya de la voluntad del pueblo, sino tampoco de ningún tipo de pacto o consenso como el que dio lugar en España a la Constitución de 1978. Y el movimiento de ficha de Mohammed no ha significado, como teóricamente pasó en España, que la soberanía y el Poder Constituyente pasaran al pueblo, sino que siguen en el Comendador de los Creyentes, que incluso podría reasumir los pocos poderes que haya cedido sin violentar el espíritu de la mal llamada Constitución marroquí. Algo que de hecho ya ocurrió después del plebiscito de julio de 2011 sobre la reforma, cuando nombró directamente en noviembre a 27 embajadores saltándose las disposiciones de la propia Constitución y dejando claro quién sigue detentando el poder en el país.

Reforma poco efervescente

No se ha dado además tampoco, en modo alguno, la efervescencia popular en favor de la democracia que en España se experimentó en el período 75-77 y los pocos signos de dicha ebullición, como el Movimiento 20 de febrero creado a imitación de los aparecidos en otras naciones árabes, no fueron tenidos en cuenta en la elaboración de la mal llamada Constitución y la prueba es que cuando fue sometida al plebiscito dicho movimiento recomendó el voto negativo. Es decir, que en ningún momento Mohammed VI estuvo sometido a la presión popular de la calle -sólo a la hipótesis de que ésta creciera y pudiera obligarle a consensuar con esas nuevas fuerzas emergentes un cambio de régimen- algo que, por el contrario, sí ocurrió en cierta medida en España tras morir el Dictador.

De otra parte, también debe añadirse que aunque la participación en la consulta fuese del 78 por ciento y ofreciese unos resultados a la búlgara de un 98 por ciento de votos afirmativos (sospechosamente muy parecidos a los de los plebiscitos que se convocaban en España con Franco) también se debe tener en cuenta que aunque en Marruecos hay cerca de 22,5 millones de adultos, sólo 13,46 millones se registraron para obtener la tarjeta de elector, y que la participación oficial se calcula siempre en función de los electores registrados y no de los potenciales o reales. O sea que incluso dando por buenos los resultados que cualquier otro régimen de similares características se consideraría sospechoso de fraude, quienes habrían respaldado la concesión graciosa de Mohammed habrían sido solo algo más de la mitad de los marroquíes. Contrariamente a lo que podría pensarse, muchos de esos marroquíes que prefieren mantenerse al margen del proceso político no forman parte de los estratos más desfavorecidos de la población, sino que suelen proceder de capas medias e ilustradas que rechazan participar en el proceso político existente, bien por razones ideológicas, bien porque conocen su total inutilidad, o por ambos a la vez.

Contrariamente a lo que podría pensarse, muchos de esos marroquíes que prefieren mantenerse al margen del proceso político no forman parte de los estratos más desfavorecidos de la población

Y en cuanto al contenido del texto legal, pocos cambios hay respecto a la Carta Constitucional anterior: aunque se haya creado un Consejo de Gobierno, al margen del Consejo de Ministros presidido por el Rey, éste se sigue reservando el nombramiento de los miembros de altas instituciones como el Tribunal Supremo o el Consejo Constitucional y en la práctica se mantienen los llamados ministerios de soberanía, controlados directamente por el Rey y no por el primer ministro en áreas como Defensa, Interior, Asuntos Religiosos, Economía y, por supuesto, Asuntos Exteriores, cuyos titulares no rinden cuentas ante el presidente del Gobierno sino ante el Rey, que sigue siendo la máxima autoridad religiosa del país.

Por si alguna duda quedaba, las elecciones celebradas en noviembre de 2011, las despejaron desde el momento en que, a pesar de ganar el partido islamista Partido Justicia y Desarrollo (PJD) los comicios, existió un claro forcejeo entre su candidato Abdelilah Benkirán y el Rey, primero para ser nombrado primer ministro y, después, para la conformación del Gobierno. La pervivencia del llamado Consejo Real como eje del Majzen, al margen del Gobierno de Benkirán, y en el que Mohammed VI nombró entonces a su íntimo y gran derrotado de aquellas elecciones, Fuad Ali El Himma, como si quisiera desafiar el resultado de las urnas, y las propias declaraciones de Benkirán admitiendo que siempre habrá áreas de Gobierno reservadas al monarca dejaron también bien claros los límites de la llamada reforma aunque los propios marroquíes eran perfectamente conscientes de ello por el escaso entusiasmo con que acudieron a las urnas.

Los que en realidad votaron

Y es que en Marruecos desde siempre se celebraron elecciones,con Mohammed VI y con Hassan II, aunque siempre amañadas por el ministerio del Interior. La participación en las de 2011, tras la aprobación de la nueva Constitución reformada tan alabada por Juan Carlos y Margallo, y puesta como ejemplo para el conjunto del Magreb árabe, ni siquiera llegó al 45, 4 por ciento y aunque subió ligeramente respecto a las de 2007 (que se había quedado en un 37 por ciento) ni siquiera alcanzó el 54 por ciento de las de 2002, que fueron las primeras que se celebraron con Mohammed. Los votos nulos, según indicaron entonces fuentes del ministerio del Interior citadas por la agencia Efe, llegaron al 22 por ciento, una cifra que crece ininterrumpidamente desde hace años como forma de contestación al régimen. tanto sólo un 35,3 por ciento de los llamados a las urnas votó. Si además tenemos en cuenta que, como hemos dicho más arriba, en los comicios también hubo unos 9 millones de marroquíes que no votaron por no haberse registrado, nos encontramos con que sólo el 22,5 por ciento de los que estaban en edad de hacerlo participó en las elecciones emitiendo un sufragio válido.

El jefe de Gobierno marroquí, el islamista Benkirán.

¿Es posible que alguien pueda considerar esas cifras como las de un nuevo régimen democrático naciente? Porque, pese a las palabras de Juan Carlos y de Margallo, lo que revelan los datos es una total falta de respaldo popular a proceso alguno de reformas, si es que éste verdaderamente existiera, así como que la mayor parte de la población vive al margen de la política, como suele suceder siempre que se sigue estando más cerca de la condición de súbdito que de ciudadano. Y que el régimen no está legitimado por las urnas. Aunque probablemente ni falta que le haga al Majzen últimomientras siga teniendo respaldo internacional, a cambio de mantener cerrado a discreción el grifo de la inmigración o el del yihadismo integrista, armas a las que suele recurrir para el chantaje cuando se siente acosado por asuntos como el del Sáhara.

Sólo un 22,5 por ciento de los marroquíes en edad de votar ejerció tal derecho en las elecciones que siguieron a la reforma constitucional

Con el anterior Gobierno del PP encabezado por Aznar eso fue lo que ocurrió y si al alineamiento posterior de Zapatero con las tesis marroquíes sucedió en 2009 la crisis por el episodio de Aminatu Haidar, con la pasividad hispana en el desmantelamiento del campamento de Gdeim Izik, coincidiendo con la sustitución de Moratinos y de su equipo por Trinidad Jiménez, volvió a quedar claro quién mandaba. Ya con Rajoy en el poder, las amenazas de reactivar el paterismode manera masiva y de volver a crear tensiones con Ceuta y Melilla tuvieron su máxima expresión el verano pasado en el patético psicodrama escenificado con la llegada al Peñón de Alhucemas de un numeroso grupo de inmigrantes subsaharianos y con el amago de ocupar el de Velez de La Gomera, y hasta el de Perejil, por parte de activistas incontrolados (¿servirán para algo estos peñones además de para que España chantajee a Marruecos?), hasta desembocar en el penoso respaldo de Madrid a Rabat en su oposición a que la Misión de la ONU en el Sáhara tenga mandato sobre Derechos Humanos.

Ya por terminar con el tema estrictamente político se ha hablado mucho también de la irrupción del islamismo en la política marroquí, a través del PJD, como si fuera una novedad reseñable y a tener muy en cuenta, cuando, aunque nunca fueron llamados a gobernar hasta 2011, en realidad forman parte del corrupto sistema electoral alauita desde hace al menos dos décadas, y como tales han negociado con el ministerio del Interior en más de una ocasión los escaños de que dispondrían en la Asamblea Legislativa. Se trata pues de islamistas palaciegos en el Parlamento desde el reinado de Hassan II y que poco tienen que ver con otros grupos islámicos como el encabezado por el recientemente fallecido jeque Yassin (Justicia y Caridad), que fuera encarcelado por negar pleitesía política y religiosa (que entre islamistas viene a ser más o menos lo mismo) al soberano marroquí.

La beia y el besamanosbeia

Y es que en gran medida Marruecos continua siendo una teocracia feudal articulada en una red de intereses clientelares cuya clave de bóveda es un soberano, antes llamado sultán, y más tarde Rey, que a todo ello une el título religioso de Comendador de los Creyentes. Y en dicho sistema para la preservación del poder siguen siendo mucho más importante que la legitimidad democrática la que otorgan ceremonias como la de la beia, que tiene lugar cada verano al aire libre, en el que mientras el soberano pasea a caballo y protegido por un parasol, los que de entre sus súbditos han tenido el privilegio de ser elegidos para rendirse pleitesía se postran ante él.

Mohammed VI durante la ceremonia de la beia

Por otro lado, sus doce palacios atendidos por unos 1.100 sirvientes consumen aproximadamente un millón de euros al día, si bien el Rey pasa buena parte del año divirtiéndose en el extranjero, y fundamentalmente en Francia, que en tanto que antigua metrópoli y gran potencia regional es el gran sostén político del régimen. El presupuesto oficial asignado a la Casa Real de Marruecos es unos 25 veces mayor que el de la Casa Real española.

No obstante, Mohammed VI no ha descuidado sus inversiones privadas y, según la revista Forbes, ha incrementado grandemente el patrimonio de Hassan II. Dicha fortuna se habría quintuplicado y, según dicha publicación, en 2009 estaba ya cifrada en unos 2.500 millones de dólares, incluso por encima del de los emires de Catar y Kuwait, si bien el jeque Yasin, a quien nos hemos referido más arriba, había realizado poco después del acceso del joven monarca al trono una estimación por la que, si se tenía en cuenta el patrimonio inmobiliario en el extranjero, la cifra podría alcanzar ya entonces los 30.000 millones.

Protesta marroquí en la frontera de Melilla.

Son numerosos los libros de investigadores y periodistas de nacionalidad francesa que han analizado la vida y milagros de la dinastía alauita, como Nuestro Amigo el Rey, deGilles Perrault, o más recientemente El Rey Depredador , Eric Laurent y Catherine Graciete. En lo que todos ellos coinciden es en el papel de consorcios como Singer o Omnium Norteafricano (ONA), propiedad de la familia real, para la adquisición de dicho patrimonio. En más de una ocasión, desde dichos consorcios se han utilizado los tentáculos que ofrece el poder para llevar a cabo operaciones de eliminación de competidores, como le sucedería a la aseguradora Axa o, más recientemente, a la cadena de supermercados Alcampo. Según Laurent y Graciete, Mohammed VI sería actualmente el primer banquero, el primer asegurador y el primer constructor del país.

Con su reaparición en este viaje, el Rey ha vuelto a sus orígenes, ya que siempre ha habido buena relación entre ambas dinastías

Y ¿Cuál es el estado de los Derechos Humanos actualmente en Marruecos? Pues bien, sin necesidad de que hablemos del derecho a la libertad de de expresión o de reunión, aún muy lejos de los estándares propios de Europa y vulnerados de manera cotidiana en el Sáhara pese a carecer Marruecos de soberanía alguna allí, llama la atención, en el ámbito de los derechos sociales, como en un informe elaborado en 2012 por la prestigiosa organización internacional Human Rights Watch (HRW) se denunciaba la explotación laboral de los menores en el Reino Vecino en sectores como el servicio doméstico.

Según HWR, aunque las leyes en Marruecos impiden trabajar a los menores de 15 años, aquéllas no se cumplen en sectores como el del servicio doméstico y, según el propio Gobierno, en 2011 aún había unos 120.000 niños que trabajaban. Y si bien el salario mínimo mensual en el sector industrial está fijado en 2.333 dirhams (210,79 euros) lo que reciben estos niños a cambio de jornadas de doce horas diarias los siete días de la semana no llega, como media, a 54 5 dirhams (49,2 euros) al mes. Los salarios de algunas niñas ni siquiera llegaban en algunos casos a los 8,6 euros al mes y en el informe se documentan los casos de varias de ellas a los que sus empleadores “golpeaban y agredían” verbal y físicamente, además de no proporcionarles “la posibilidad de educación” o “los alimentos adecuados”.

Emigrantes, armas e IDH

En otro orden de cosas, no está de más recordar que Médicos sin Fronteras se retiró el pasado mes de marzo del Reino Vecino tras denunciar la pasividad de Marruecos y España en la vulneración de los Derechos Humanos de los subsaharianos que son expulsados con dirección al desierto sin rumbo fijo, tras tratar de acceder a nuestro país.

En la última clasificación por países del Indice de Desarrollo Humano (IDH) elaborada por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Marruecos figuraba en el lugar 130 y España en el 23. Dicho índice mide cuestiones como la renta percápita o el nivel de alfabetización y aunque si nos fijamos en los monarcas de ambos países, y en el papel que juegan en ellos, pareciera que no somos tan diferentes, también debe ser tenido muy en cuenta al realizar cualquier análisis o prospección de las futuras relaciones entre las dos orillas.

Coincidiendo con la visita del cortejo del incienso de días pasados, varias organizaciones como Justicia y Pau o la Coordinadora de Amigos del Sahara denunciaron que entre 1995 y 2012 España ha vendido armas a Marruecos por valor de 250 millones de euros. Sólo en 2011, pese a las limitaciones de la legislación para vender armas a países en que no se respetan los Derechos Humanos o el Derecho Internacional, se habrían vendido aeronaves valoradas en 1.529.901 euros con destino a las Fuerzas Armadas marroquíes y material de doble uso por importe de 1.580.858 euros. Además, se habría autorizado la exportación de bombas, torpedos, cohetes, misiles y otros productos y tecnologías de doble uso por un importe total de 2.352.444 euros.

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