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ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

De Andalucía a Catalunya: los forasteros que vendrán

Web Un Relato Andaluz - 2

Manuel Gómez Fernández

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El primer CIE en España lo montó la dictadura franquista y fue para quienes emigraban desde el interior a las zonas industriales. Si bien las ordenanzas municipales permitían desde mucho antes la deportación, el denominado “Centro de Clasificación de Indigentes” de la ciudad de Barcelona fue el primer caso sistematizado que se conoce en España.

Lo curioso de todo esto es la poca memoria que hay al respecto, apenas algún trabajo académico, algún artículo periodístico en Andalucía, en Catalunya y en Euskadi. O incluso de andaluces en Catalunya. Pero sobre todo muy poca presencia en el debate político en cuanto a memoria histórica se refiere.

La primera vez que escuché la existencia del Pabellón de las Misiones, fue cuando asistí hace unos años a la obra de teatro “Forasters vindran” en el Teatre Lliure (Barcelona) de Marta Galán con la interpretación de Susanna Barranco, Núria Lloansi y Juan Navarro . La temática tenía que ver con lo que traté en mi último artículo: la emigración del interior a Catalunya en el franquismo.

Que el primer Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) que hubo en España fuera en la Catalunya franquista para las y los inmigrantes del interior es algo que no sólo no está presente sino que además la demolición de dicho edificio ha facilitado el olvido.

 El contexto de aquel centro era el de los años 50 y 60, donde hubo una importante emigración de los territorios más pobres hacia las urbes industriales, y que se movió en la conocida tensión entre la necesidad de una mano de obra barata pero sin la inversión necesaria para que pudieran vivir con dignidad.

La primera reacción del franquismo fue tratar de controlar una inmigración, que en la mayoría de los casos era irregular, por la vía de la represión

Esta política de control de la inmigración se conoce fundamentalmente porque quienes lo vivieron se lo han ido contando a sus descendientes. Si bien es cierto que en las últimas décadas la memoria histórica ha avanzado mucho, que esto perviva gracias a la tradición oral no parece muy normal.

La primera reacción del franquismo fue tratar de controlar una inmigración, que en la mayoría de los casos era irregular, por la vía de la represión. Y con un apoyo importante de los medios de comunicación. Si la Policía Armada veía que alguien era forastero y no tenía forma de demostrar trabajo y vivienda legal, lo llevaban a este CIE en condiciones infrahumanas situado en Montjuic y de ahí era deportado de vuelta en tren.

A veces quienes sufrían la deportación saltaban del tren para volver a intentarlo en Catalunya: lo que fuese por evitar la miseria. Y a veces la única forma de demostrar que se tenía trabajo era probar suerte enseñando las manos, porque papeles para todas las personas migrantes tampoco había entonces.

Y es que los y las andaluzas no emigraron huyendo de un franquismo que para algunos parece que no existía en Catalunya, pero tampoco emigraron patrocinados por la dictadura con la intención de acabar con la identidad de ningún otro pueblo. Emigraron por motivos económicos, una constante que se cumple a día de hoy. Es decir, por una cuestión de clase social.

El modelo de los CIEs no sólo es injusto y cruel, sino que ni funcionó en la dictadura franquista ni funciona en la actualidad

Sirvan estas palabras como recordatorio ante la ausencia de siquiera una placa en los jardines de Joan Maragall, que es donde antes se situaba el Pabellón de las Misiones. Pero también para recordar que Andalucía tiene presencia e historia fuera de nuestras fronteras.

Que nos une un pasado con otros pueblos de España que también tuvieron que emigrar y que tras sortear la represión tuvieron una vida mucho más digna. Y que el modelo de los CIEs no sólo es injusto y cruel, sino que ni funcionó en la dictadura franquista ni funciona en la actualidad.

No más Pabellones de las Misiones. Que nuestra propia historia como pueblo emigrante interpele a quienes hablan de forma despectiva de la inmigración. 

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ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

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