Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Por mucho que lo oculten, las elecciones están a la vista

Mariano Rajoy, presidente del Gobierno en funciones

Carlos Elordi

Los portavoces oficiales y los medios afines al gobierno se esfuerzan en estos últimos días en trasmitir hasta el aburrimiento el mensaje oficial de que habrá presupuestos y, por tanto, no habrá que adelantar las elecciones. Tanta insistencia, que no haría falta si se hubiera alcanzado un acuerdo al respecto, hace pensar que la cosa no está ni mucho menos hecha. Que los socios que necesita Rajoy para aprobar sus cuentas aún no han dicho que sí. Y que, al final, pueden decir que no.

Es cierto que las últimas noticias que llegan de Catalunya apuntan a que está cada vez más cerca el fin del bloqueo político catalán y que en breve puede haber nuevo gobierno de la Generalitat. Se dice que los partidos independentistas ya se han puesto de acuerdo sobre el nombre del futuro presidente, que debería ser Jordi Turull. Pero hasta que no sea elegido persistirán las dudas sobre el cómo y el porqué. Es decir, sobre las concesiones que el PDeCAT y Esquerra habrán tenido que hacer a la CUP para que ésta acepte esa solución. Sobre el papel que se habrá reservado a Puigdemont. Y sobre la posición que el nuevo Govern tomará respecto de los encarcelados y exiliados.

Esas dudas ponen en cuestión el silogismo que nos atorran los corifeos de la Moncloa para asegurarnos que el presupuesto será aprobado. Si hay nuevo gobierno en Catalunya, dicen, se retirará el artículo 155, y en consecuencia, desaparecerá el impedimento que el PNV había puesto para votar a favor de las cuentas públicas que presentará Mariano Rajoy, que Ciudadanos ya está por la labor. Dicho así suena bien, sobre todo en televisión y en pocos segundos.

Pero la cosa puede ser más complicada que eso. Sí, los partidos independentistas no pueden prolongar durante mucho tiempo el bloqueo parlamentario. Que, por cierto, más que a la pelea por el poder que existe en el interior de ese mundo, que también, responde a la intención de seguir manteniendo lo más alta posible la misma bandera que el año pasado le llevó al 1 de octubre y a la ruptura con Madrid. Es decir, la del irredentismo independentista que sigue ondeando, por muchos ajustes obligados que haya sufrido en los últimos tiempos. Sobre todo tras haber cosechado una clara victoria electoral hace menos de tres meses y de que nada indique que ese espíritu haya perdido fuelle entre sus seguidores, otra cosa es la opinión sobre cómo se está concretando.

Pero una cosa es formar un nuevo Govern, como quiere Rajoy, y otra que ese ejecutivo acepte las exigencias de “vuelta a la normalidad”, es decir, de bajada de pantalones, que La Moncloa ha expresado por activa y por pasiva. Hasta el punto de que no se puede descartar y es muy probable, que una vez investido, Turull exponga un programa de gobierno que Madrid considere poco menos que una provocación. Porque plantee cuestiones inaceptables en materia de autogobierno, u otorgue funciones para Puigdemont que Rajoy y el Tribunal Supremo no podrían sino rechazar, o emprenda una campaña por la liberación de los presos que el uno y el otro considerarían casi un delito en sí misma.

¿Se atreverá el gobierno central a retirar el 155 si ocurre eso, o algo parecido? Cabe abrigar serias dudas al respecto. Porque el nacionalismo español, que sigue en pie, no aplaudiría ese gesto. Y porque Ciudadanos no perdería la ocasión para golpear aún más al PP, en la línea en que viene haciéndolo desde hace tiempo en lo que se refiere a su política hacia Catalunya. En definitiva, que el silogismo de los corifeos de la Moncloa puede quedarse en nada.

Y luego, ¿dónde está escrito que el PNV votará indefectiblemente los presupuestos si se retira el artículo de marras? Sus responsables únicamente han declarado que no los apoyarán si el 155 está en vigor. Y entre una y otra proposición media una distancia no pequeña. Que solo podría colmarse si Rajoy les concediera el oro y el moro, en forma de dinero y de nuevas atribuciones competenciales.

Y eso tampoco está claro que pueda ocurrir. Porque si votaran afirmativamente los presupuestos, los nacionalistas vascos aparecerían como los salvadores de Rajoy y eso puede no ser muy popular en Euskadi. Y, además, ¿qué garantías tendría el PNV de que esas hipotéticas concesiones se mantuvieran durante mucho tiempo si Ciudadanos, el partido que parece tener cada vez más bazas para gobernar en Madrid, y a lo sumo dentro de dos años, quiere cargarse las que se hicieron para aprobar el presupuesto de 2017, y particularmente el recorte del cupo?

Pero el límite de ese juego aparece aún más claro del otro lado del espectro. Es decir, de la capacidad de maniobra de Rajoy. Porque ni Ciudadanos, ni seguramente otros partidos, van a aceptar que el gobierno se baje los pantalones ante los nacionalistas vascos únicamente para poder seguir dos años más en el poder. Y más cuando la calle aprieta pidiendo más dinero público y cuando esas concesiones pueden dar nueva fuerza a las reclamaciones del nacionalismo catalán.

Veremos qué ocurre, que con Rajoy no se pueden hacer predicciones sobre la base de la cordura política. Pero lo cierto es que el ambiente es ya claramente preelectoral. Ni una sola de las noticias que desde hace unas semanas produce el parlamento y la actividad de los partidos se entiende si no es en esa clave. Incluida la presencia de familiares de víctimas de terribles asesinatos en un pleno del Congreso.

Ninguno lo dice pero todos trabajan con el único objetivo de llegar lo mejor posible a la campaña electoral final. Que puede retrasarse algo porque el gobierno aún puede tirar unos meses aunque no tenga presupuesto y la realidad económica y social, y Bruselas, no acepten ese escenario. Pero que todo indica que empezará más pronto que tarde.

Etiquetas
stats