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¿Es bonita o no es bonita la política?

Pedro Sánchez, junto a Margarita Robles en el Congreso de los Diputados

Javier Pérez Royo

La política es la síntesis de todas las contradicciones que se dan en la sociedad. Por eso no puede ser objeto de estudio científico. En la política entra todo y, además, entra en desorden y sin que se pueda parar el reloj, ni utilizar instrumentos de precisión para analizar los distintos elementos de ese todo que tienen que ser tomados en consideración a la hora de tomar una decisión. En política no hay reactivos químicos, ni microscopios, ni aceleradores de partículas. No hay terreno con mayor inseguridad. Ni terreno en el que haya menos garantía de acierto.

En el desenlace de la moción de censura lo acabamos de comprobar. Parecía imposible que Pedro Sánchez pudiera conjuntar una mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados a partir de un grupo parlamentario de 84 escaños, sin negociar con nadie y sin comprometerse a dar siquiera una fecha para la convocatoria de elecciones. El diseño de la moción parecía completamente disparatado. Se pensaba, y me incluyo entre ellos, que una moción de censura con la convocatoria de elecciones como único punto del programa, podría tener posibilidades de prosperar, pero que una moción sin fecha de convocatoria de elecciones no tenía ninguna.

Y sin embargo, la intuición de Pedro Sánchez le llevó a la conclusión contraria. En el Congreso de los Diputados seguro que hay una mayoría abrumadora que considera que Mariano Rajoy no debe seguir como presidente del Gobierno tras la sentencia de la Audiencia Nacional sobre el caso Gürtel. El NO abrumador para la censura seguro que existe.

Pero para conseguir que ese NO abrumador para la censura se convierte en un SÍ abrumador para la investidura, hay que prometer no que se van a convocar elecciones inmediatamente, sino todo lo contrario. En el Congreso de los Diputados hay dos mayorías coincidentes: una para decir NO a Rajoy y otra para decir NO a la convocatoria de elecciones, que en la práctica se convierte en un NO a Rivera. Para conseguir que el NO a Rajoy se materialice en un SÍ para mí, tengo que dar garantías de que no voy a convocar elecciones, porque únicamente Ciudadanos está interesado en la convocatoria.

Esto no se podía decir. La moción de censura había que proponerla y tramitarla sin pactar con nadie y comprometiéndose a casi nada. Cuanto más rápido se hiciera todo, mejor. Y en esto Pedro Sánchez encontró la colaboración, involuntaria me imagino, de Ana Pastor, que convocó la sesión para el debate de la moción el primer día constitucionalmente posible, ahorrándole al candidato proponente de la moción el desgaste de varios días teniendo que dar explicaciones. Pedro Sánchez no ha tenido tiempo de desgastarse. Ha llegado al debate sin un rasguño. La actitud soberbia de Rivera también le ha ayudado. Podía haber intentado negociar una fecha para la celebración de elecciones y denunciar a Sánchez si no estaba dispuesto a hacerlo. Pero al centrarse únicamente en la retirada de la moción por parte del candidato socialista, le facilitó la operación.

El resultado es conocido. Aislamiento de Rajoy y Rivera y confluencia de prácticamente todos los grupos parlamentarios en la propuesta de Sánchez, que se apunta en su haber la medida de regeneración democrática más llamativa de todas las imaginables, en tanto que deja a Rivera en la incómoda posición de tener que explicar su NO a Sánchez que era simultáneamente un SÍ a Rajoy.

Un candidato desahuciado intuye lo que nadie ve y consigue una victoria espectacular. Y de una manera elegante. El espectáculo del desenlace de la moción ha sido formidable.

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