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Podemos: Cinco millones de votos proscritos

Irene Montero y Pablo Iglesias. Foto: Javier Lizón EFE

Rosa María Artal

  • Para los propios políticos el camino puede ser tan duro como para pensar que no compensa y marcharse. Xavier Domènech, Podemos en Catalunya, anuncia por sorpresa que deja todos sus cargos, su escaño y la política  

Desde hace meses las informaciones de los medios han venido reduciendo el grueso del espectro político a tres partidos: PP, PSOE y Ciudadanos. Se intensificó cuando decidieron llamarse “constitucionalistas” frente al independentismo y cuanto les pareció. Subió aún más de tono al calor de las encuestas –que por un momento parecía iban a sustituir a las urnas– y en ocasiones el elegido por la demoscopia, todavía con Rajoy –Albert Rivera– encabezó el triunvirato hegemónico de los partidos. Ni los cupos de resultados se mantuvieron. Los cupos no deberían determinar las noticias como tales pero así terminó siendo convenido. Hasta que surgió la excepción: Podemos fue notoriamente relegado. Unidos Podemos, en adelante Podemos como dicen las sentencias y los contratos. (*)

No faltó más que la desaparición forzada –e imprescindible– de los dos principales líderes de la formación, Pablo Iglesias e Irene Montero, por circunstancias personales. El parto prematuro de sus hijos gemelos con difícil pronóstico de supervivencia. Han salido adelante por fortuna, con esfuerzo y la ayuda de la sanidad pública, y Pablo Iglesias ha vuelto provisionalmente al trabajo –alternará el permiso de paternidad con Irene-. El lunes Pedro Piqueras lo entrevistó en Telecinco, como comienzo de lo que llaman curso político. Y como los distintos medios hacen con los distintos líderes.

Para escribir de Podemos hay que hacerlo con cautela. Con el ceño fruncido y echando por delante los errores para salvaguardar una imagen de objetividad. Sin éxito. Y con paraguas. Los ojos de los vigilantes siempre están tiznados de mugre, y siempre ven turbio. Los errores de Podemos, de Unidos Podemos, de Pablo, de Errejón, de Espinar, de quien sea, bien destacados. Como si PSOE, PP y Ciudadanos, Pedro, Pablo, Albert o Inés y compañía no los tuvieran.

Lo cierto es que hay en España cinco millones de votos proscritos. Y es hora de hablarlo, afrontarlo y ver de buscar remedio.

Si por cupos fuera, la desproporción de la relevancia mediática sería flagrante El PP obtuvo 7.906.185 votos. PSOE: 5.424.709. UNIDOS PODEMOS + Confluencias 5.049.734 y C's: 3.123. 769. Hablando solo de los cuatro más votados. Pero ni siquiera es el número de veces que se aparece, sino cómo. La última, para recibir la vuelta de Pablo Iglesias tras la dura experiencia, fue el comentario de un cómico trasnochado en La Sexta Noche. Josema Yuste dijo que Pablo Iglesias tenía aspecto sucio, como si no se hubiera lavado en tres días. A él “le encantan Ciudadanos”, dijo. Yuste es un ser irrelevante ya, atildado e higienizado, pero muestra un sentir más amplio. El que enarbola una cierta supremacía del blanco, trajeado, repulido, rico, que hace furor en el trumpismo como mejor representación, a salvo de la española cerril. Al presidente de EEUU le dan arcadas cuando ve a alguien fuera de ese modelo, negros y mujeres en particular. Como allí se estudia todo, también se ha hecho.

Estará basado el rechazo en el aspecto físico diferente, más pegado al común de la calle. Será por la forma de hablar, por los caracteres. Será por el peligro que sintieron y sienten los adalides del Sistema inamovible por más podrido que esté. El caso es que la corriente de oposición visceral a Podemos es un hecho. Del mismo modo que una corriente a favor que en ocasiones evita ser crítica por compensación. No es el camino, ninguno de los dos caminos lo es.

Para los propios políticos el camino puede ser tan duro como para pensar que no compensa y marcharse. Es lo que en la noche de este martes ha anunciado por sorpresa Xavier Domènech. El Secretario general de Podemos en Catalunya y coordinador general de En Comú Podem deja todos sus cargos, su escaño y la política. Y se comprende.

Y ahí tenemos a esos cinco millones de votos proscritos. Los votantes de Podemos se asemejan a los Intocables de la India, a la casta de los parias con los que no se puede tener contacto ni físico –de ahí el nombre de Intocables. Los independentistas catalanes tienen similar consideración para el españolismo de todo el Estado. Pero en su tierra con más queridos.

Periodistas con el carné de otros partidos en la boca circulan sin el menor problema. La mínima proximidad a Podemos se convierte en un estigma. Se quita del hombro con un gesto de los dedos como los excrementos de un pájaro. El ser independiente no existe verdaderamente como concepto en la España oficial, muy dada a etiquetar, salvo a los etiquetados de fábrica. Y cada vez acarrea más riesgos.

Cuesta creer que personas afectadas por los recortes del PP, en sanidad, en pensiones, en servicios esenciales de su vida, rechacen con esa virulencia a quienes les proponen soluciones. Cuesta creer que un partido expulsado del gobierno por su vinculación con la corrupta Gürtel, según sentencia judicial, haya hecho borrón y cuenta nueva en muchas cabezas. O que funcione con tal éxito la estrategia de la confrontación y la bronca interesada. Pero ocurre en general.

Asusta ver a personas que han convertido quitar lazos amarillos en la razón de sus vidas. Asusta por sí solo y en el conjunto de las carencias a las que dan prioridad. Dos minutos de reflexión serena y libre, dos horas si quieren, bastarían para poner en su justa proporción la importancia de los símbolos sobre las leyes de la convivencia. Pero hay quien come de eso –muy bien– y no soltará la presa.

Ni las sectas destructivas dedican tantos efectivos y tantos esfuerzos a adoctrinar en las fobias y filias del sistema. Sin piedad. Se pueden seguir las trazas de los intereses puestos en juego de forma nítida. Y tiene consecuencias visibles. La poderosa maquinaria ha logrado que salten reflejos condicionados. ¡Venezuela!, dice el entrevistador y se levantan decenas de zombies como tocados a rebato. Piqueras, que estaba haciendo una buena entrevista a Pablo Iglesias, acudió al clásico.

A ver cuándo preguntan por Argentina a Albert Rivera que –en sonoro desliz- dedicó encendidos elogios a Macri como modelo, apenas tres días antes de que pidiera el primer rescate al FMI tras dejar al país en quiebra. Crítica ya, hoy, con intereses bancarios del 60%. Imperturbable, Rivera –por el contrario- acusa de podemización de la economía al gobierno del PSOE. Dado que podemización o podemita es un insulto y mucho mayor que corrupto, vendido o estúpido.

Y es verdaderamente digno de estudio cómo la oposición mediática y sus partidos de apoyo culpan a Podemos de todo, por ejemplo, los cambios en RTVE cuando se ha borrado todo vestigio de sus propuestas iniciales. Cambios necesarios sin duda, sin entrar en detalles, pero que en rigor competen a la iniciativa del PSOE.

De momento, hay cinco millones de votos que parecen huérfanos a veces. De tan relegados y cuestionados. Que existen. Como opción política legítima. Nacidos de la indignación, sin siglas, por los graves defectos estructurales en la sociedad, a causa las políticas que se han aplicado. No es posible racionalmente echar el malestar con fundamento que sienten, como poco, 5 millones de personas. No lo es en democracia denigrar a 5 millones de ciudadanos.

Porque aumenta el paro, a niveles récord este mes que la gallina de los huevos de oro del turismo se resiente, y siguen los desequilibrios, las diversas taras de nuestra precaria decencia institucional. De aquellos barros -reforma laboral, precariedad, nulo proyecto de desarrollo- estos lodos. Esos sí fueron errores de bulto que ahora se pagan. Como de la demagogia en vena, la distracción del criterio. Lo malo es cómo afectan a los virajes del gobierno las críticas.

En realidad, los cinco millones de españoles “descarriados” constituyen un segmento muy deseado por todos los partidos. Personas de carne y hueso con una papeleta por depositar en una urna. Y ahí están y estarán con unos u otros dirigentes, mientras se mantengan las mismas circunstancias en España. A unos y otros combatirán porque se combate la idea de cambios decisivos. Este martes el PSOE, con PP y Ciudadanos tumbaban que el Congreso investigue las graves declaraciones grabadas de Corinna sobre el rey Juan Carlos.

Lo que parece improbable es que los electores de Unidos Podemos, cualquier elector crítico, se dejen embaucar con eslóganes sin contenido. O con medias tintas. O con ultraderecha apenas disfrazada. La batalla no cesará, todo lo contrario. Empieza el curso. Atentos a las zancadillas. A esquivarlas y evidenciarlas. Sin complejos.

(*)

Matizo. Por no alargar más el artículo, no lo he incluido en el texto. Pienso que la visceralidad en contra es sobre todo hacia Podemos. Sin duda, EQUO no inspira ese rechazo. Las plataformas ciudadanas tampoco. Izquierda Unida en su conjunto, menos que Podemos, aunque Alberto Garzón ha sufrido también ataques en grado sumo. Suele tener un alto grado de valoración en los medios.

Los votantes proscritos son esos cinco millones, hacia Unidos Podemos pero con estos matices. He creído que no era prioritario explicarlo en el conjunto del artículo, porque lo que quería reflejar era lo injusto del rechazo.

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