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Carbón en la noche de Reyes para Pablo Casado y el Partido Popular

Imagen del vídeo difundido por el Partido Popular

Marta Martínez Muñoz

Socióloga, Investigadora y Defensora de los Derechos de la Infancia —

Los partidos políticos en todas las democracias utilizan a menudo la imagen de la infancia con fines electoralistas. La historia de la comunicación política está plagada de ejemplos en los que, a través de cuatro grandes estrategias, se usa y abusa de la infancia como “producto político”: a) apelando a la propia infancia del candidato/a; b) acudiendo a la idílica imagen de la familia nuclear; c) besando y/o abrazando niños anónimos en mítines y otros eventos públicos; d) recurriendo a anuncios con niños actores. La señora Bachelet en Chile; Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, llamando a la inversión del FMI; el Partido de los Verdes en Inglaterra; el SPD de Alemania; o Hilary Clinton velando por el sueño de los inocentes mientras todos duermen, pueden servir de muestra de las estrategias mencionadas anteriormente. La lista de ejemplos podría ser enorme.

Pero hoy, sábado 5 de enero de 2019, el Partido Popular ha traspasado varias líneas rojas en la víspera de la noche de Reyes Magos, una de las más mágicas para los niños y niñas.

Utilizar a niños/as con fines políticos es común, y en la mayor parte de las ocasiones reprochable, pero convertirlos en sujetos políticos de odio es completamente inaceptable. No solo porque ellos (en la mayor parte de las ocasiones) no son conocedores del uso que se puede hacer de sus palabras e imágenes, sino porque pueden ser objeto de reacciones de otras personas que pongan en riesgo su buen nombre e incluso su seguridad.

En su cuenta oficial de Twitter, el Partido Popular colgaba un video donde un niño (que ya se ha hecho tristemente famoso) en su carta a los Reyes Magos dejaba entrever que su deseo era que estos se llevaran al presidente del Gobierno como ya se habían llevado (al otro mundo, se entiende) a otros muchos cantantes o actores favoritos suyos. Paradójicamente, unos minutos antes, el presidente del mismo partido, Pablo Casado, publicaba este tweet apelando a que se dejara en paz a los niños: “Una vez más el secesionismo trata de intoxicarlo todo, hasta los espacios de ilusión, sonrisas, tradición y fantasía de un día como hoy en el que los más pequeños deberían ser los grandes protagonistas. Dejen en paz a los niños, dejen de adoctrinarles”. Una hora después, con Twitter ya totalmente incendiado, el PP ha retirado el tweet: “Borramos y pedimos disculpas por el tweet anterior. No era nuestra intención ofender ni desear mal a nadie. Ha sido un error. Felices Reyes Magos a todos”. Llama la atención que hayan escogido precisamente la noche de Reyes Magos, utilizando la imagen de un niño y sin proteger su rostro.

Convertir a un niño/a en “protagonista” de un video de partido posee múltiples implicaciones, legales y éticas, que parecen ignorarse y que pueden tener consecuencias en su porvenir. Su presencia además se vuelve paradójica por no ser, las niñas, niños y adolescentes, votantes activos, pero, con ellos, se busca (en muchas ocasiones) incrementar el voto. Hay una comunicación política, que no busca solo transmitir el mensaje de contenido político, sino conectar con “las emociones” para que lleguen al “corazón” de la ciudadanía: apelando a lo visceral, lo sensible, lo afectivo, lo emotivo versus lo racional. Y, en ese relato, las niñas y niños son un recurso frecuente.

La conjunción entre la infancia y la clase política suele ser muy espinosa; las niñas y niños, habitualmente, son los grandes ausentes y los grandes olvidados del debate. En la histórica campaña para las elecciones presidenciales de EEUU de 1964 (entre el demócrata Lyndon Johnson y el conservador Barry Goldwater) se emitió un video titulado “Peace, Little Girl”, hoy ampliamente conocido en el ámbito de la comunicación política como Daisy Girl. En él, una pequeña niña deshojaba una margarita contando de cero a diez hasta que una bomba atómica explotaba en uno de sus ojos. El anuncio no mencionaba al oponente, pero el mensaje era que un voto por Goldwater significaba que Daisy Girl moriría, junto con todos los demás. “Estas son las apuestas”, decía el presidente Johnson. “Para crear un mundo en el que todos los hijos de Dios puedan vivir o para ir a la oscuridad. Debemos amarnos unos a otros o morir”.

Daisy Girl, 50 años después, se sigue considerando el anuncio del ataque político más famoso de la historia y el puñetazo explosivo más barato de las campañas electorales: se emitió una sola vez, la noche del 7 de septiembre de 1964. Ver a una niña explotar en una nube explosiva despertó los temores más profundos sobre la era nuclear. En numerosos artículos, Monique Luiz, la actriz del video, ya de adulta, contaba las implicaciones que este anuncio había tenido en su vida (hay numerosos artículos en la red y una entrevista detallada en la Revista Life). Monique explica que sus padres ni conocían el contenido real del video final; ¡de hecho eran votantes de Goldwater!

Hay un hecho sociológicamente notorio: la presencia de la imagen infantil como reclamo y recurso electoral (o como descalificación del oponente) en la contienda política se ha vuelto cada vez más frecuente. Quienes hacen uso de ello lo consideran un factor de valor añadido para enriquecer simbólicamente “el producto anunciado” (candidatos/as, programas electorales o partidos) y supone una compleja conjunción donde el marco de derechos, el Interés Superior de la Infancia y los códigos deontológicos deben marcar los principios de las actuaciones.

Soy una firme partidaria de la necesidad de abordar un proceso de regeneración y rejuvenecimiento de la política, donde las voces de las niñas y niños puedan escucharse, pero no de esta forma. La pregunta clave es: ¿cómo incorporar a una buena parte de la ciudadanía a la construcción de esta expandiendo sus derechos y promoviendo de una forma más gradual y formal el ejercicio de sus derechos civiles y políticos sin caer en un indeseable marketing político? En las contiendas políticas, numerosos políticos usan de forma cotidiana el término “infantil” (que pertenece o es relativo a la infancia) como sinónimo (insulto) para descalificar actitudes irresponsables, inmaduras o inadecuadas de sus adversarios (no se salva ni uno, lo usan personas de todos los partidos).

Estas no son formas de hacer oposición y mucho menos utilizando a las niñas y niños en la Noche de Reyes Magos para ello. Y esta noche, yo deseo, de todo corazón, que el niño protagonista del video no tenga consecuencias en su vida por este desafortunado episodio. Deseo que tenga una feliz y tranquila noche de Reyes, pero mucho me temo que no va a ser así. Carbón en la noche de Reyes para Pablo Casado y el Partido Popular.

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