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Docentes a 5 euros la hora: los profesores asociados de la Universidad dicen “basta”

Profesores asociados de la Universitat Politècnica de València.

Daniel Sánchez Caballero

Algo se mueve en la Universidad entre los cuerpos docentes más precarios. Los profesores asociados, una figura prevista en la ley que lleva años usándose fuera de ella y a modo de mano de obra barata, están comenzando a movilizarse para decir “basta” a sus condiciones laborales.

Todo empezó con los de la Universidad de Valencia (UV), que a día de hoy acumulan más de dos meses de huelga. Y sumando. En breve van a recibir el apoyo de sus compañeros de la Politécnica, también de la capital del Turia, que iniciarán el paro en abril. El movimiento crece: compañeros de otras universidades como las de Vigo, Málaga, Zaragoza, Murcia, Burgos, Castellón o Alicante comparten las reivindicaciones de sus colegas valencianos y se han unido a la causa. Han creado la primera plataforma estatal de profesores asociados para reivindicar con la fuerza del grupo.

Las reclamaciones de los profesores asociados se pueden resumir en una frase, aunque va mucho más allá. “Estamos trabajando a cinco euros la hora”, explica Isabel de la Cruz, de la UV. Esta es la imagen más impactante de su situación, aunque solo sea una burda, pero muy gráfica, fotografía de una situación de precariedad laboral, no solo salarial, y abandono, dicen, por parte de los centros.

El presidente de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE), Roberto Fernández, les daba la razón de alguna manera en una entrevista con este medio hace unos meses. “No se le puede pagar 500 euros a gente para que dé 13 o 14 créditos. No vamos a obviar el tema de los falsos asociados. La figura del asociado está muy bien, es muy correcta. Pero no los falsos asociados, que son los que están sosteniendo la docencia hoy. Hay que darle una solución. Quizá yo no la veré como presidente de la CRUE, pero no es moralmente sostenible. Está habiendo una inflación de asociados que no es de recibo, así no se cimenta una universidad”, afirmaba.

Para entender la situación de estos profesores y cómo han llegado hasta donde están, hay que explicar primero qué es un profesor asociado, para qué se pensó esta modalidad docente y cómo ha evolucionado.

Una figura pervertida

La del profesor visitante es un figura que se crea en la Ley de Reforma Universitaria de 1983. Se pensó para que profesionales de prestigio fuera del ámbito universitario pudieran acudir a los campus durante unas pocas horas semanales a contar en asignaturas concretas su experiencia profesional, compartir con los alumnos esos conocimientos que solo da el trabajo. Algo así como “vengo, cuento lo mío, lo que me sé, y ya”.

Por eso, para ser profesor asociado es necesario tener un contrato laboral fuera de la universidad o, en su defecto, ser autónomo. En espíritu, tener otro trabajo que te haga experto en algo. Pero las leyes no tienen espíritu, tienen artículos. Y en ninguno dice que para ser asociado haya que estar trabajando de facto. Hecha la ley, hecha la trampa: para ser asociado ya solo hace falta darse de alta en la Seguridad Social y pagar 275 euros al mes, lo que cuesta la cuota mínima.

Como se supone que los asociados ya tienen otro trabajo y que el interés de serlo no es económico (puede ser altruista, de prestigio...), los sueldos son bajos. Un asociado, más allá de pequeñas diferencias entre comunidades autónomas, básicamente gana 300 euros al mes con un contrato de 3+3 (tres horas de clase y tres de tutoría a la semana) o 600 con uno de 6+6.

Conocida la trampa de que con hacerse autónomo es suficiente para dar clase, las universidades vieron un hueco en el sistema. Mano de obra abundante y barata. Sin ataduras porque los contratos vencen. Y se liaron la manta a la cabeza.

Cinco horas al precio de una

Así, Isabel de la Cruz lleva 20 años trabajando como asociada. “Si tienes seis horas de clase a la semana, tienes que prepararlas. Según las cuentas que echa la propia universidad, cada hora de docencia requiere de cuatro de preparación. Hay que buscar bibliografía nuevas, preparar ejercicios, corregirlos...”, explica. Horas que para los asociados no existen y no se pagan.

“A los demás profesores sí se las tienen en cuenta, a nosotros no. Pareciera que somos genios y podemos llegar a esas clases sin prepararlas. Preparándolas, echamos las cuentas y nos salen unas 1.500 horas al año, a cinco euros la hora de clase”, argumenta De la Cruz.

Otra situación en la que se están viendo los asociados es que les caen las clases que nadie quiere, como explica Jimena Ñanez, profesora en la Universidad Complutense de Madrid. “Llevamos troncales, tenemos un número altísimo de alumnos, lo que implica una alta carga de trabajo. Los expertos que se esperaban (en alusión al espíritu de la figura) no van a asumir lo que hacemos nosotros”, relata.

Esto tiene que ver con las dinámicas en los departamentos de las universidades, donde los profesores eligen las materias a principio de curso por antigüedad y/o rango. En ambos casos los asociados suelen salir malparados. Son los últimos en llegar, sobre todo desde que debido a la crisis las universidades no contratan, y son los últimos del escalafón. Esto implica, obvio, impartir las asignaturas que nadie quiere y cambiar de materia más de lo que les gustaría (enseñar una asignatura nueva también conlleva prepararse todo desde cero para el profesor).

Para Nañez esto significa ganar 650 euros brutos al mes (con 14 pagas). “Y eso incluye otros elementos. Hay asociados que dirigen trabajos de fin de grado (TFG) o de máster (TFM). A los profesores titulares (los funcionarios con su plaza) se les reconocen y pagan, a nosotros no. Yo he rechazado a muchos alumnos por eso”, explica.

“Tienes que hacer currículum”

Lo mismo que le ha ocurrido a una de sus compañeras, aunque ella sí está dirigiendo tres trabajos. “Te hacen chantaje moral porque estás empezando y te dicen que te va bien para hacer currículum”, cuenta. Casi a modo de imposición, como las clases. “No tenemos mucho margen para negociar horarios. Yo tengo que hacer x créditos y a veces me veo rellenando huecos que se quedan sin asignar porque el titular está dirigiendo TFGs”, ilustra.

En su caso, además, le gustaría acreditarse ante la ANECA (realizar el proceso por el que esta agencia, del Ministerio de Educación, te permite optar a una plaza en la universidad), pero con sus condiciones laborales le está costando demasiado.

Para complementar su sueldo, esta profesora trabaja también en una universidad privada. Y entre una y otra no le queda tiempo para más. “Con la docencia apenas tengo tiempo para investigar [publicar artículos es uno de los requisitos para la acreditación]”, expone. Su contrato tampoco lo contempla. Los asociados solo dan clases. “Las condiciones que impone la Aneca son muy complicadas. No tenemos tiempo para investigar, estamos en desventaja con otros profesores. No tenemos el apoyo institucional de un profesor normal”, lamenta.

No lo tienen, tercia De la Cruz, porque la universidad no les considera profesores. “No nos consideran profesores de la universidad. Entonces, por descarte, somos externos. En la UV calculamos que rondamos el 30%, si no más. Somos el grupo más grande de profesores. ¿Eso quiere decir que han externalizado la docencia?”, se pregunta.

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