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“El único camino posible para nuestra clase social y nuestros objetivos pasa por la unidad de IU con Podemos”

El coordinador federal de IU, Alberto Garzón, en el Congreso.

Aitor Riveiro

El despacho que Alberto Garzón (Logroño, 1985) tiene en el Congreso está presidido por una bandera republicana. Tras el asiento del coordinador federal de IU, un tablero de ajedrez con algunas fichas movidas de su lugar. Una metáfora de la situación política tal y como la ve el futuro número 1 de Unidas Podemos por Málaga: “Lo que se va a decidir en abril son las piezas que conformarán el tablero para la España de dentro de 20 años”.

Garzón recibe a eldiario.es el día después de que su organización cerrara con Podemos un acuerdo para concurrir juntos a las generales del 28A. Las bases de IU deben ratificarlo en referéndum. En Madrid, además, se consultará a militantes y simpatizantes sobre la alianza electoral para las autonómicas del 26 de mayo y a la dirección regional no le satisface lo que ofrece el partido de Pablo Iglesias. Para terminar de complicar la situación, habrá un enfrentamiento entre dos dirigentes relevantes para ocupar el número 3 de la lista por Madrid para las generales: el secretario general del PCE, Enrique Santiago, y el exconcejal de Economía y Hacienda del Ayuntamiento de Madrid, Carlos Sánchez Mato.

El líder de IU defiende durante la conversación que transcurre durante la tarde del jueves el acuerdo con Podemos, analiza el auge de la extrema derecha y la tradición histórica de la que viene, critica el “tacticismo” del PSOE desde que Pedro Sánchez ganó la moción de censura, lamenta el papel de los independentistas y expone las diferencias que existen entre el momento político actual y la ola que se vivió en 2015 y 2016. “Vivimos ante un tablero de juego conformado previamente, nosotros tenemos que ver cómo sortearlo”, sostiene, con el ajedrez de fondo.

¿Están satisfechos con el acuerdo con Podemos?

Sí. Es el resultado de una negociación intensa, difícil y larga, pero que representa muy bien el espíritu de lo que pretendemos. Es un acuerdo que incorpora no solo las candidaturas, sino la proyección de lo que queremos hacer en la siguiente legislatura, del programa. Es un buen acuerdo para afrontar los retos que tenemos por delante.

Dice que ha sido largo y complicado. La unidad entre Podemos e IU se fraguó en 2016, ha operado durante tres años y había un acuerdo marco cerrado en 2018. ¿Por qué han tardado en concretarlo ahora?

El acuerdo de 2018 fue muy adecuado porque permitía flexibilidad. Nosotros hemos sido siempre partidarios de la unidad para afrontar los retos, pero hay que ver las singularidades allí donde la confluencia no puede ser impuesta.

En el caso de las generales, hemos tratado de cumplir nuestros objetivos políticos específicos: la visibilidad de IU y maximizar nuestro resultado electoral. Para eso, hay que movilizar y atraer mucho votante.

Usted será el cabeza de lista por Málaga. Esa opción estuvo sobre la mesa en 2015 y en 2016. Entonces, IU no lo valoró. ¿Por qué ahora sí?

Han pasado muchas cosas en este tiempo. El escenario es bastante diferente. Ahora mismo, además de los retos sociales, como el paro, la precariedad y el recorte de servicios públicos), el reto del colapso ecológico y el del modelo territorial, tenemos que sumar un reto electoral que implica un riesgo de que la derecha radicalizada y la extrema derecha tomen posiciones. Esto exige ser muy cuidadosos con nuestra táctica electoral. Cuanto más te juegas, más cuidadoso tienes que ser. Sobre todo en un entorno tan distinto al de 2016.

Por eso valoramos, y yo personalmente con especial ilusión, la posibilidad de volver a presentarme esta vez como cabeza de lista por Málaga. Había dos opciones: o ser el número 3 de Madrid, una mejora sobre 2016, o el 1 de Málaga. Ambos puestos son aparentemente fáciles de obtener, pero es bueno que haya diversidad y pluralidad de liderazgos conocidos y reconocidos por la población que no se concentren en una misma candidatura.

Hace hincapié en las diferencias entre el ciclo 2016 y el momento actual. Pero han pasado apenas tres años. ¿Qué ha pasado?

Hay una ola reaccionaria sobre nosotros. No solo en España. En toda Europa y en los países occidentales. No es casual lo que sucede en América Latina, con nuevos gobiernos de derechas autoritarios, o el resurgimiento de la extrema derecha en Europa. Somos parte de un mundo globalizado y tenemos también expresiones de esa misma realidad.

Entre 2011 y 2016 la agenda política estaba dominada por las cuestiones sociales o económicas. Hoy están dominadas por la agenda reaccionaria. Un cierre social para proteger a los nativos y donde los nacionalismos marcan las prioridades. La izquierda, en ese terreno, se mueve con enorme dificultad. Eso ha provocado, además de errores propios, un estrechamiento de las ideas progresistas y del campo de la izquierda alternativa. El terreno es complejo y exige altura de miras para entender bien cuáles son los retos, los adversarios y las tácticas adecuadas.

Este jueves ha salido el barómetro mensual del CIS y la independencia de Catalunya es identificada como el principal problema por el 3% de los españoles. Y si la pregunta es cómo afecta personalmente, el porcentaje baja al 1,7%. Pero la agenda mediática está dominada por un conflicto que importa muy poco a la mayoría de los españoles. ¿Cómo se combate eso? ¿Cómo se sale de esa falsa, según el CIS, emergencia nacional?

El día de la manifestación de la Plaza de Colón [Madrid] hubo una gran manifestación en Galicia, y unos días antes la había habido en Valladolid, en defensa de la Sanidad pública. Había más manifestantes que en Colón, según los datos de la Delegación del Gobierno. En una se reclamaba reducir las listas de espera de diagnóstico y de operaciones o que haya médicos y pediatras en el ámbito rural. Apenas tuvo repercusión mediática en comparación con la otra, que era una manifestación promovida para evitar el diálogo. Es una reflexión que tiene que hacerse el mundo del periodismo, pero también el conjunto de la sociedad.

La mayoría le otorga más importancia a las cuestiones sociales, a las cosas del comer, pero no podemos creer por ello que las otras son inocuas. Las cuestiones nacionales, las relacionadas con sentimientos, pasiones y banderas, son las herramientas que ha encontrado la derecha reaccionaria para rearmarse. Han recuperado el discurso menendezpelayista de la España contra la antiEspaña. Y han movilizado mucho a sectores latentes y silentes que estaban dentro del PP y se están produciendo enormes convulsiones en el espacio de la derecha.

Este es un terreno que no nos va bien porque no somos nacionalistas. Y en una batalla entre nacionalistas, como se suele decir en el ámbito de la comunicación política, nadie compra camisetas de los árbitros. Se compran camisetas de los rivales, pero no de los árbitros. Nuestra propuesta es la más sensata, invita al diálogo y a la resolución de los problemas desde la negociación razonada. Pero es muy difícil hacerlo. Y eso yo creo que nos ha golpeado, pero tenemos que ser lo suficientemente hábiles para sortearlo.

No digo que sea el único elemento que explica la tendencia, pero es el vector que explica el rearme y crecimiento de la derecha.

¿Y qué cree que hay que modificar el discurso, la forma en la que venden esa idea, o hay que dejar de apostar por esa solución basada en el diálogo, la plurinacionalidad y un referéndum pactado?

En el siglo XIX, en el incipiente movimiento obrero que nacía del republicanismo radical, en los años de la Revolución La Gloriosa que dio luz al nacimiento de la I República, la gente en Cádiz y en Andalucía salía a la calle al grito de “¡Viva la República Federal!”. El federalismo es un elemento abstracto, poco vinculado con los problemas materiales de la vida, pero esa gente salía porque “República Federal” significaba mucho más que todo eso. Significaba abolir los quintos y evitar que los pobres fueran a la guerra a morir o bajar los impuestos que pagaba la clase trabajadora.

Eso significaba la República Federal. Pero fue derrotada. Como los intentos de avanzar en un sentido progresista. El gran problema de la izquierda española es que ha tenido momentos muy breves de victoria. Son experiencias cortadas muy deprisa. Así se explica que quienes han ganado todas esas batallas han sido capaces de hacer dominante su discurso sobre qué es España y qué no lo es. Y esa visión patrimonialista es lo que escuchamos en Casado o en Rivera. Es lo mismo que se escuchaba a Primo de Rivera o a Cánovas del Castillo. Hay un hilo que les vincula con una idea mitificada y reaccionaria de España y nosotros hemos tenido muchos problemas para hacer valer la idea de una España distinta, que existe.

Ahora debemos ser capaces de recuperarla. No vamos a renunciar a la única vía que creemos que puede resolver el problema, la República Federal y el diálogo. Pero para que sea solución hay que incorporar la idea a un proyecto de país que nos hable de futuro, de la sanidad, del colapso ecológico, de feminismo, de despoblación, de sanidad, de educación, de la factura de la luz. O se habla de eso, o quedaremos sumidos en abstracciones teóricas que solo entenderán unos cuantos.

¿Entiendo entonces que se intentará reformular el discurso territorial de alguna manera de aquí a las elecciones?

Hay que enfrentar la ola reaccionaria. Y hay que ser hábiles. No renunciar a los principios pero ser muy pedagógicos. Con el ánimo a flor de piel en la cuestión nacional, hay que ser mucho más pedagógico. Es muy complicado explicar una propuesta que no pasa por alimentar esa pasión.

Pero nosotros no podemos renunciar a nuestra solución para Catalunya porque es la única viable. ni se va a poder declarar la independencia en Catalunya en contra de la mitad de la población ni se puede negar que hay dos millones de independentistas y no se puede mandar a todos a la cárcel. Entre medias tienen que surgir las soluciones, que deben abordar el problema de raíz. Aunque sabemos que en el corto plazo probablemente no sea lo más rentable. Es más rentable subirse a la ola del nacionalismo, pero nosotros tenemos que combatir la ola.

Retomando el acuerdo con Podemos. Usted mismo en sus informes internos y los órganos de IU han puesto en duda la continuidad del espacio de Unidos Podemos. ¿En algún momento se han planteado concurrir en solitario?

No creo que hayamos puesto en duda nunca el espacio político, lo que hemos señalado son deficiencias y errores claros que quizá en su momento no supimos ver y que hemos tratado de corregir. La unidad es una estrategia, no un fin en sí mismo. Es un instrumento para conseguir objetivos. Y creemos en esa unidad. Frente a los monstruos de la derecha y los retos que asumimos como izquierda, como país y como planeta, necesitamos la unidad. Incluso, de forma práctica, para sortear los problemas que nos pone el sistema electoral.

Yo no contemplo otra opción que no sea ir en unidad. Esto está en nuestra tradición política. IU tiene una organización para estar orgullosos, con una militancia que está en cada conflicto social, seguimos llamando a la afiliación y tenemos una cultura histórica en favor de la unidad. Hay una anécdota que me contó Felipe Alcaraz [exdirigente andaluz del PCE]. En 1933 Pepe Díaz tuvo que ir a Málaga a defender la unidad del PCE con un frente antifascista, viendo los monstruos que venían del fascismo. Se encontró con que los militantes querían presentarse solos, con sus siglas. Estaban convencidos de que los aliados, en ese caso el PSOE, eran traidores y enemigos. Pepe Díaz antepuso los intereses de su clase social y de su país a los intereses del partido. Y lo que hizo fue quemar las papeletas del PCE para que no se presentaran en solitario. Tendría un coste personal para él, pero se consiguió el diputado, fue Cayetano Bolívar, y en 1936 la experiencia se repitió en todo el país.

Esa experiencia histórica es el reflejo de que siempre ha habido en la izquierda una pulsión de entender que las estrategias de unidad dependen del contexto. Y hay contextos en los que uno no puede mirarse el ombligo.

Esta historia de 1933 se puede trasladar, con todos los matices, al Madrid de 2019, donde hay también querencia por las siglas. Está sobre la mesa la posibilidad de que haya hasta cuatro papeletas en el bloque progresista. ¿Es posible que IU y Podemos no confluyan en Madrid para el 26 de mayo?

Lo que suceda va a depender de la militancia de IU en Madrid. Afortunadamente tenemos esos mecanismos de decisión y podemos equivocarnos, pero mejor equivocarse de forma colectiva. Es posible que estemos más cerca de acertar si pensamos colectivamente.

Yo creo que el único camino posible para nuestra clase social y nuestros objetivos pasa por la unidad. No concibo de qué manera la fragmentación electoral en unas circunstancias como esta beneficia a la izquierda y a nuestra clase social. En Madrid hay opciones de que se repita el escenario andaluz, en el que las tres derechas radicalizadas y reaccionarias se pueden poner de acuerdo en una agenda reaccionaria sobre los derechos civiles, que nos lleva a los momentos sombríos del siglo XX, sino que pactan medidas de clase claramente encaminadas a retroceder al siglo XIX en materia de relaciones laborales.

Frente a esto, hay un PSOE que titubea y es capaz de salvar a Pablo Casado de una comparecencia sobre las irregularidades de su máster; Íñigo Errejón, que decidió salirse de Podemos; Podemos que es nuestro aliado natural; y habría una candidatura más, la de IU. No termino de comprender de qué manera eso beneficia a las familias trabajadoras de Madrid.

Nuestra perspectiva, lo que dicen los documentos de IU y del PCE, lo que dice esa tradición que enfrentó a Pepe Díaz frente a [José] Bullejos, que era el dirigente en Málaga que quería ir en solitario, habla de otra cosa. Habla de la necesidad de la unidad y de escuchar en la calle lo que quiere la gente. Y creo que la gente no está pensando en estas cuestiones de las que hablamos dentro de los partidos.

Para el número 3 de la candidatura por Madrid para las generales habrá primarias y se postulan dos candidatos, Enrique Santiago y Carlos Sánchez Mato. ¿A cuál apoyará?

Carlos Sánchez Mato es una de las mejores cabezas que tenemos en IU, y su trabajo así lo acredita. Además de ser compañero de pluma en este medio en muchas ocasiones, cuento con él en la dirección federal. Somos además, amigos. ¡Incluso es el concejal que me casó! Por eso espero y deseo que llegue a un acuerdo con la candidatura de Enrique. Porque la candidatura de primarias en Madrid que se referencia en la mía es la del compañero Enrique Santiago, que será un estupendo diputado.

Hay otro referéndum, para ratificar la alianza estatal con Podemos. ¿Temen que salga un 'no'?

Todo referéndum sirve para pulsar el clima de la organización. Hemos tenido dos recientes, similares al de Madrid y al estatal, en Valencia y en Extremadura. En ambos lugares la militancia ha votado a favor de la unidad. Un acuerdo es un espacio en común y todas las organizaciones ceden. Nunca pude haber un acuerdo 100% satisfactorio porque entonces la otra parte no firmaría el acuerdo. Siempre habrá críticas y descontento, pero como decía antes no veo el fundamento de invitar a que IU, en un sistema electoral como el actual y en un clima de auge de la derecha reaccionaria, se presente en solitario. No termino de ver de qué manera ese 'no' puede ayudar a las familias trabajadores. Yo no me metí en política por un interés corporativista, sino por un interés de clase. Y en ese sentido, la clase debe imponerse a los intereses espurios de las organizaciones.

Comentaba antes las diferencias entre 2016 y 2019. Después de tres años de experiencia de Unidos Podemos, con esos problemas en Madrid, Asturias o Murcia. ¿Qué le pasa al espacio de Unidos Podemos que no parece terminar de cuajar?

Yo trato de evitar ser voluntarista. Trato de evitar confundir mis deseos con la posibilidad de su factibilidad. Existen las relaciones objetivas y las correlaciones de fuerzas. Eso es lo que tenemos que cambiar para conseguir que las cosas salgan como nos gustaría.

En el espacio de Unidos Podemos hemos conseguido avances y mejoras en defensa de nuestros objetivos políticos. Con poca calle y mucho Parlamento, desgraciadamente, aunque ha sido un trabajo muy importante. Si vemos discursos como los de Pablo Bustinduy o Alberto Montero, con etiqueta errejonista; de Rafa Mayoral o Irene Montero, adscritos al pablismo; los nuestros, los de IU; los de En Comú Podem; y los de En Marea, todos hablamos de la factura de la luz, de la necesidad de regular los precios del alquiler o de las irregularidades y corrupciones de la Casa Real. Todo eso es fundamental ponerlo en valor. También habrá habido malas gestiones, pero no podemos reducir el análisis de la evolución a la gestión. Hay otro contexto que explica en gran medida por qué nuestro espacio ha tenido dificultades para crecer. Estas cuestiones que planteo, que seguro que tienen la aprobación de la mayoría de la población o seguro de las familias trabajadoras, no han tenido la misma repercusión que cuestiones irrelevantes como las disputas internas o las compras de viviendas de determinada gente. Vivimos ante un tablero de juego conformado previamente, nosotros tenemos que ver cómo sortearlo.

Como saldo neto, hablamos de un grupo y un espacio político absolutamente necesario en nuestro país, que ha cuajado bien.

Hablaba de la legislatura que hoy termina, que se puede dividir en dos fases muy diferentes. ¿Qué balance hace de los meses de colaboración con el PSOE y con el Gobierno de Pedro Sánchez?

Hay dos planos. El primero, de frustración política. Hemos conseguido cosas muy importantes, como la subida del SMI que el otro día denunciaba Albert Rivera como un error lo que denota la clase social a la que representa. Evidentemente ayuda a las familias trabajadoras de este país y eso es gracias a nosotros. No se puede poner en duda.

Pero al mismo tiempo, el PSOE ha sido el PSOE de toda la vida. Por un interés tacticista ha adelantado las elecciones al 28 de abril y con ello se ha cargado la derogación de la ley mordaza. Estaba ya en el trámite final, le quedaban dos o tres semanas. La ley mordaza del PP contra los derechos civiles se iba a derogar. Y el PSOE ha puesto por delante su interés partidista y táctico antes que cumplir con los compromisos que justificaron la moción de censura. También ha habido falta de valentía y de voluntad para abordar grandes retos. Es el caso de Alcoa, que no la han querido nacionalizar. La ministra de Trabajo dijo que eso era de comunistas cuando aparece en la Constitución. O la regulación del precio del alquiler, ya veremos que ocurre en este tiempo electoral.

El PSOE se ha encontrado esta situación. Hicieron una moción que pensaban que no iba a salir. Y han ido manejándose bien en este entorno.

Les ha favorecido ese segundo plano. Los partidos independentistas apostaron de forma correcta por abrir cauces de diálogo con el Gobierno, que iba a ser más sensible que la derecha. Pero en un determinado momento han preferido el 'cuanto peor, mejor'. Y han preferido liquidar la legislatura por elementos tácticos. La sensación que me quedo es que los diferentes actores del independentismo tienen miedo a ser el primero en frenar. Creen que el primero que frene será considerado traidor. Al final, te encuentras con una situación que no ha ayudado a las familias trabajadoras de Catalunya que no salgan adelante los Presupuestos.

¿El Gobierno es responsable también de esa ruptura? O Pedro Sánchez no podía ir más allá de lo que fue?

El PSOE ha tenido siempre mirando de reojo a las tres derechas. Eso le ha condicionado su acción. Además, tiene unas contradicciones internas muy importantes, solo hay que escuchar a Alfonso Guerra. El PSOE tuvo la voluntad de hablar, pero no fue lo suficientemente valiente. Y ante un problema del calado de este, tienes que asumir el coste que supone ser valiente. Hoy vemos en el juicio del Procés a dirigentes del PP reconocer que hubo un mediador, cuando hace un par de semanas toda la derecha, incluido el PP, se manifestó contra la existencia de un mediador.

La derecha en este país nunca ha llevado bien perder el Gobierno y el poder, eso ha condicionado mucho la actitud del PSOE. El PSOE podría al menos haber sido más claro. No es tan difícil decir que quieres hablar con el independentismo y al final hay que hablar de todo. Uno no puede restringir de lo que habla en un conflicto político.

El PSOE ha jugado de forma táctica desde el 2 de diciembre, cuando pensaron que el discurso sobre Catalunya les penalizó en las urnas. Desde entonces, han buscado la excusa para anticipar las elecciones.

Pero no parece que, en el mejor de los casos, haya mucha alternativa para ustedes que no pase por un entendimiento postelectoral con el PSOE y con los partidos independentistas y de ideologías diversas, como puede ser el PNV. ¿Hay opciones para que ese bloque se constituya después del 28 de abril?

Vivimos en un tiempo de enorme volatilidad y es imposible anticipar qué va a ocurrir. Como hablábamos antes, nuestro país tiene por delante el reto social, el empobrecimiento y el retroceso al siglo XIX en las relaciones laborales. Eso hay que abordarlo con valentía. Y eso solo se puede hacer desde alianzas de la izquierda. El reto ecológico requiere no solo a la izquierda, sino a una izquierda consecuente que entienda que el capitalismo es el problema.

Pero el reto territorial puede abordarse con gente que, aunque sea de derechas, asuma las reglas de la democracia en un sentido más puro y menos estrecho que limitarlo a la Constitución de 1978.

¿Podría armarse una mayoría estable de Gobierno?

El problema es que el sistema tiene incentivos perversos que empujan a los partidos a no pensar en el medio ni en el largo plazo. De tal manera que el PSOE, como otros, piensan en las siguientes elecciones. Eso es un gran obstáculo para resolver problemas de tal magnitud que no se van resolver en una única legislatura. El tiempo de la política exige unos comportamientos, unos ritmos y una agresividad que no son los mejores para resolver los problemas más profundos. Nosotros debemos hacer prevaler nuestro principios y nunca abandonarlos por tacticismo. Nunca jamás.

Una de las hipótesis que más se contemplan en los centros de poder de nuestro país es que el PSOE pacte con Ciudadanos. Es el escenario preferido para las grandes empresas de nuestro país porque creen que va mejor para sus intereses. Yo creo que es un escenario muy negativo para las familias trabajadoras. Pero para que el PSOE quiere optar por un escenario distinto y que nosotros pudiéramos tener una posición de dirección en ese bloque, necesitamos hacer un trabajo muy, muy, muy fino de atraer y movilizar al votante de izquierdas.

En última instancia, lo que se va a decidir en abril son las piezas que conformarán el tablero para la España de dentro de 20 años. Cuando mi hija, que ahora tiene siete meses, tenga 20 años, ¿nos va a decir que lo hicimos bien o lo hicimos mal? Sobre esta óptica yo respondo las preguntas sobre la unidad. ¿Me va a echar la culpa porque mi organización miró más hacia sí misma que hacia las siguientes generaciones? ¿Qué nos va a decir sobre el conflicto ecológico? Soy escéptico con respecto del comportamiento de los otros partidos. La mejor caricatura es Ciudadanos, capaz de cambiar el discurso en una sola semana en virtud de lo que digan las encuestas.

Ustedes votaron en contra de una investidura de Pedro Sánchez apoyado en un acuerdo con Ciudadanos. Un escenario que usted mismo dice que se puede repetir, con el incentivo de que no se trataría de evitar al PP de Rajoy, sino al PP de Casado y a Vox. ¿Tomarían la misma decisión?

Es un futurible demasiado hipotético. Vivimos un escenario muy volátil. Ni las encuestas son capaces de arrojar luz. Atribuir escaños con 1.000 entrevistados es una locura. La política no es determinista, depende de los contextos. Es probable que de aquí a muchos meses no se cierre nada.

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