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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Vivimos a crédito

La AIE prevé una caída récord del 20 % en 2020 de la inversión en energía

Federico García Charton

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El pasado 27 de mayo España agotó el “crédito ecológico” que tenemos en función de los hábitos de consumo de sus habitantes, del modelo de explotación de los recursos naturales que seguimos, la gestión de los residuos que generamos, el nivel de uso de energías renovables y los Gases de Efecto Invernadero (GEI) que emitimos. Es decir, que si todos los habitantes de la Tierra vivieran a nuestro ritmo, a partir del 28 de mayo ya no habría recursos naturales que utilizar (agua, energía, alimentos…), y estaríamos condenados a la extinción. O, dicho de otro modo, necesitaríamos dos planetas y medio para subvenir a nuestras necesidades para la supervivencia. Esa fecha se conoce como Día de la Sobrecapacidad de la Tierra, y es diferente para cada país, dependiendo de su huella ecológica.

Pero, ¿qué es la huella ecológica? Este concepto, creado en 1996 por los profesores William Rees y Mathis Wackermagel, se refiere a la superficie necesaria de tierra o agua ecológicamente productivos (cultivos, pastos, bosques o ecosistemas acuáticos) y también el volumen de aire necesarios para generar recursos y asimilar los residuos producidos por cada población determinada de acuerdo a su modo de vida.

El país del mundo con mayor huella ecológica es Qatar, un pequeño país árabe del tamaño de Asturias de poco más de 2 millones de habitantes. Pues bien, si todo el planeta tuviera el nivel de vida de Qatar, necesitaríamos casi cinco planetas para subsistir, y nuestro crédito planetario se habría agotado el pasado 11 de febrero. Le siguen Luxemburgo, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, EE.UU. y Canadá en cuanto al ritmo de uso de los recursos naturales. España está en el puesto 26. Sólo gracias a que países en vías de desarrollo viven a un ritmo mucho más pausado en cuanto a la generación de residuos y al agotamiento de recursos se compensa este hecho.

Cada año que pasa alcanzamos antes el Día de Sobrecapacidad de la Tierra. Así, en 2018 España alcanzó esa fatídica fecha el 11 de junio, y el año pasado, el 29 de mayo. Pero, ¿en qué fecha se alcanzará el limite de uso de los recursos que se pueden regenerar de forma global en todo el planeta? En 2019 ese día fue el 27 de julio, por lo que seguramente en 2020 alcanzaremos la sobrecapacidad planetaria a mediados de ese mes. El resto del año vivimos en el llamado “déficit ecológico”, utilizando los recursos de otros territorios o los de futuras generaciones, hipotecando así nuestra supervivencia. Si se sabe que en 1970 prácticamente habíamos llegado a final de año sin haber usado ese crédito, y que cada vez, desde entonces, se va adelantando la fecha, de aquí a poco tiempo nos enfrentaremos a un serio problema de recursos, aunque no parece que nos demos por enterados.

Según la Red Global de la Huella Ecológica (Global Footprint Network en inglés), organización no gubernamental creada en 2003 para medir los recursos que usamos y el modo de gestionarlos, actualmente ya necesitamos más de un planeta y medio para asegurarnos la supervivencia a medio y largo plazo. Se calcula que en 2050 requeriremos de tres planetas para satisfacer las necesidades de los 10.000 millones de habitantes que poblaremos nuestro ya superpoblado hogar. Es evidente que cada año que pasa estamos poniendo en riesgo nuestra vida futura.

Numerosas son las páginas de internet que nos aconsejan cómo reducir nuestra huella ecológica, y todas coinciden en lo esencial: de modo individual usando menos el coche y más la bici y el transporte público, reduciendo nuestro gasto energético y de agua en casa, comprando productos locales y de temporada, reduciendo nuestro consumo de carne, y contribuyendo al reciclaje de residuos y a la reducción en el consumo. Desde las instituciones se puede reducir la huella ecológica mediante una serie de acciones que incluyen el fomento del uso de energías renovables, la implementación de políticas agropecuarias sostenibles, la lucha contra la obsolescencia programada, la limitación en la extracción de recursos naturales o la aplicación de una fiscalidad verde, entre otras medidas, todo ello desde una perspectiva de género, ya que las mujeres son las que padecen los mayores impactos en las crisis sociales y ambientales.

Si seguimos la tendencia marcada en los últimos 40 años, podemos inferir que, de aquí a unos pocos años, habremos agotado totalmente el crédito que el planeta nos otorga cada año para asegurar nuestra supervivencia, dejando a las generaciones futuras una situación insostenible e injusta. No lo permitamos.

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