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La nueva estrategia de los científicos climáticos: “Es la economía, es ahora y somos todos”

El uso de las renovables es una de las 'palancas' para combatir el cambio climático, según F.J.Tapiador

Alberto Arce

“Es la economía, es ahora y somos todos”. Katherine Hayhoe, Directora del Centro para la Ciencia del Clima de la Universidad Texas Tech, es una de las académicas más conscientes de la importancia de la comunicación de los impactos del cambio climático. Y lleva días repitiendo ese nuevo lema allá donde habla. 

La semana pasada participó de un encuentro con periodistas en el que compartió sus puntos de vista sobre los argumentos más efectivos a la hora de cambiar conciencias e impulsar políticas públicas. El espíritu, un clásico: Los científicos ya han entendido lo que sucede y ahora, además, quieren hacer algo para, al menos, mitigarlo.

Hayhoe, responsable del diseño de los escenarios para el futuro recogidos en el informe climático más importante realizado nunca en Estados Unidos, publicado en noviembre, ha reflexionado mucho sobre los motivos por los que el público no acaba de movilizarse en consonancia con los riesgos que afrontamos.

A diferencia de muchos, no cree que un supuesto desacuerdo respecto a los hechos sea lo que impide la toma de más medidas mitigadoras del impacto del cambio climático. “El problema no es con la ciencia, la mayor parte de los americanos (sic) creen que el clima cambia y los humanos son responsables”, señala optimista. (Optimista es creer que ya solo el 14 por ciento de los estadounidenses, presidente Trump incluido, niega que el cambio climático sucede y ya solo el 32 por ciento niega que sea debido al comportamiento humano según muestran datos de la Universidad de Yale).

El problema es transversal. Mucho más profundo. “Hay algo más peligroso que casi todo el mundo comparte: que el calentamiento global no nos afecta a cada uno de nosotros hoy.  Afecta, sí, pero a las plantas, al hielo, a las generaciones futuras, a los países en desarrollo o al oso polar en el Ártico, un animal que casi nadie ha visto ni verá en su vida”.

Esa distancia, según ella, es el mito a combatir. Porque en realidad “nos está afectando a todos y cada uno de nosotros vivamos donde vivamos y hagamos lo que hagamos. Ese impacto aumentará a medida que el cambio climático avance y eso es lo que debemos explicar”.

Hayhoe, responsable de Global Weirding, uno de los mejores canales a los que recurrir para entender la ciencia del clima, plantea que “hay que hablar de impactos: todas y cada una de las regiones de Estados Unidos, (por extensión del mundo) todos los sectores de la economía, agua, infraestructura, transportes, nutrición, salud, pesca, agricultura -lo que se busque- están cambiando ya”.

Porque, añade, en el único momento serio -casi lúgubre- en una intervención colonizada por la sonrisa del creyente, esos cambios cuestan mucho dinero y “la ventana de tiempo para evitar impactos masivos y muy costosos se está estrechando”. De hecho, la situación, sin el impulso político necesario, sigue empeorando y las emisiones de carbono a la atmósfera siguen aumentando. Este año incluso más rápido que los anteriores. 

Para Hayhoe, formada en la física atmosférica primero y en políticas públicas después, “la mejor analogía para comprender nuestro comportamiento es como si cargásemos los dados contra nosotros mismos a sabiendas y siguiéramos tirándolos. Siempre podemos conseguir un seis doble. Lo que vemos es que cada vez conseguimos más dobles seises y dobles sietes”. Le gusta, también, la historia del fumador. “Si alguien fuma un paquete al día, no sabemos si va a desarrollar cáncer, pero sabemos que cuanto antes lo deje, menos posibilidades tiene de que le suceda”.

O lo que es lo mismo: “¿Cuántos días por encima de los 40 grados puede vivir el estado de Arizona?” se pregunta. “¿100, 200, 300? ¿Y Chicago? ¿100? ¿200? ¿Cuántas personas sufrirían por eso? ¿Cuánto le costará eso a nuestro sistema de salud? ¿Cuánto nos va a costar en infraestructura portuaria y de transportes la subida del nivel del mar? ¿el desplazamiento de comunidades nativas de sus lugares milenarios? ¿las pérdidas agrícolas? ¿La escasez de agua? ¿los incendios? ¿los eventos climáticos extremos? ¿esperamos o seguimos sumando costes?”.

El informe en cuya participación Hayhoe ha participado cifra las pérdidas para la economía en cientos de miles de millones de dólares. Hasta un 10 por ciento del Producto Nacional Bruto de Estados Unidos para el año 2100.  

Lo positivo, explica, porque tratan de reforzar lo positivo frente a los catastrófico, es que aunque normalmente los científicos no hablan de política, la ciencia, hoy, permite conocer y estimar las medidas para conseguir un determinado resultado. “Si no queremos superar un calentamiento global de 2 grados, el presupuesto de carbono con el que debemos trabajar es X. Ese es un cálculo que hoy podemos hacer”.

Saben lo que hay que hacer y calcular cuánto cuesta hacerlo. Sus números, simplificados, son estos. El precio a pagar en Estados Unidos por cumplir el Acuerdo de París y limitar el calentamiento global a menos de 2 grados este siglo, si es que aún se está tiempo, asciende a más o menos un 20 por ciento del Producto Nacional Bruto de Estados Unidos en un año. Si, según ella, se diseña una política a veinte años vista, ese coste es asumible. Habla de un 1 por ciento cada año. Un dinero, además, a gastar en la creación de nuevos empleos, en energías a potenciar. “Según los datos del propio gobierno federal, los puestos de trabajo que más crecen en la economía son los de técnico de energía solar y eólica”.

Para Hayhoe, pelear por ese uno por ciento de la economía dirigido a la creación de empleo y la mitigación del cambio climático es la batalla a dar. “Cualquier análisis económico objetivo dice que a 20 años vista, el Acuerdo de París, la limitación de las emisiones a la atmósfera modificando la economía de la energía, tiene sentido para Estados Unidos y para el mundo. Esos deberían ser los titulares con los que referirse al Cambio Climático ahora”.

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