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Carnaval anti Bolsonaro: los sambódromos se llenan de todo lo que odia el nuevo gobierno de Brasil

El desfile de la escuela Estação Primeira de Mangueira llenó de memoria histórica el sambódromo de Río.

Víctor David López

Río de Janeiro —

A las cuatro y cuarto de la madrugada del martes apareció en la pista del sambódromo de la avenida Marqués de Sapucaí el desfile más esperado en muchos años de Carnaval en Río: “Historia para acunar adultos”. Era el punto culminante de un ambiente general marcado por la respuesta social y la rebeldía alegre en el arranque del primer carnaval de la era Bolsonaro. Las pasarelas de Río de Janeiro y São Paulo se llenaron de espectáculos inspirados en ideas y conceptos que el líder de la extrema derecha y sus seguidores menosprecian.

El Brasil representado en el carnaval de Río por la Estação Primeira de Mangueira se llama Dandara, como la esclava que se convirtió en guerrera, y ya desde lejos se veía llegar un indio gigante presidiendo uno de los carros alegóricos. El rostro del país se describe en este samba como el de un indio cariri. Con 3.500 integrantes en acción, la agrupación etiquetó de invasión lo que siempre se ha vendido como descubrimiento, y honró a los que fueron de acero en los años de plomo de la dictadura militar.

Las ganas de ver el desfile de la Estação Primeira de Mangueira las palió un anticipo en el desfile del domingo del bloco Boi-Tolo por el centro de Río de Janeiro. El actor Pedro Monteiro, miembro de la escuela, participó cargando con un cartel que ilustraba uno de los versos de la composición presentada a concurso: “Brasil, llegó la hora de oír a las Marías, Mahins, Marielles, Malês”, en homenaje a Maria Felipa, heroína de la independencia de Bahía; Luísa Mahin, líder de la revuelta esclava de los malês, y la activista y concejala Marielle Franco, asesinada hace un año.

Cerraba el desfile, ya casi de día, una bandera de Brasil desplegada entre una veintena de personas, con los colores alterados emulando los de la escuela –rosa y verde– y la inscripción “Orden y progreso” modificada por otra más cruda: “Indios, negros y pobres”.

Con tono más sarcástico, Paraíso de Tuiutí, escuela subcampeona el año pasado, escenificó sobre el sambódromo la historia real de una cabra elegida concejal de Fortaleza (Ceará) en 1922. “Salvador de la patria”, lo titularon. La última parte del espectáculo, dedicada a los movimientos sociales y a la conciencia ciudadana, incluía la pancarta popularizada tras la elección de Bolsonaro: “Nadie suelta la mano de nadie”. Emulando teléfonos móviles, y la importancia del whatsapp en los últimos comicios, también inmortalizaron mensajes como: “Dios encima de todos [en relación al eslogan del ultraderechista], pero soy a favor de la tortura”.

Salgueiro, otra de las escuelas capitales del carnaval carioca, dedicó su desfile al orixá Xangó. “Viril y atrevido, violento y justiciero; implacable con los mentirosos, los ladrones y los malhechores”, describía la sinopsis oficial. Como Xangó imparte justicia, el espectáculo fue rematado a base de injusticias, emulando una manifestación de diversos colectivos marginados por la sociedad.

En Sào Paulo surgió el “Quilombo del Futuro”

La población negra de los quilombos (antiguos refugios libres de esclavos) que aún perduran en Brasil, herencia de los asentamientos de esclavos prófugos, ha sido otro de los objetivos habituales de Jair Bolsonaro. De ellos dijo, tras visitar uno de estos quilombos, que “el más leve pesaba siete arrobas. No hacen nada. No sirven ni para procrear”. El Tribunal Supremo rechazó en septiembre, por tres votos a dos, la denuncia por racismo presentada por la Procuraduría General de la República.

El presidente, en cambio, no consigue escapar de ellos. En el sambódromo de Anhembi, en São Paulo, una de las escuelas más tradicionales de la ciudad, y la más exitosa de todas, Vai-Vai, le tenía reservado un desfile titulado el “Quilombo del futuro”.

“La lucha que Mandela enseñó”, decía una de las partes más vibrantes de la letra del samba-enredo, repasando todas las dificultades que aun tiene que superar en el día a día la comunidad negra. Sobre Nelson Mandela, Bolsonaro afirmó en una entrevista en TV Cultura, durante la precampaña electoral, que “habría que ver su pasado”. Y que el líder sudafricano no era “todo eso” que se dice de él.

En el mismo Grupo Especial, la escuela Mancha Verde se envolvió en la princesa africana Aqualtune para hablar de esclavitud, derechos de los negros y de las mujeres, e intolerancia religiosa; y Acadêmicos do Tucuruvi cantó y sambó por la libertad, la que buscan ahora y la que le robaron a los pueblos originarios hace cinco siglos.

Censura en el Carnaval de Belo Horizonte

El punto de partida de estos días de fiesta (y descontento) tuvo lugar el viernes por la noche, con la escalada del capitán Lisandro Sodré, de la Policía Militar, al vehículo de la agrupación Tchanzinho Zona Norte, en Belo Horizonte. Su intención no era otra que detener los cánticos y gritos de la banda, que en ese momento increpaba al presidente Bolsonaro.

El portavoz de la Policía Militar del estado de Minas Gerais reconoció los hechos y defendió la acción del capitán, teniendo en cuenta que en un evento de 70.000 personas era conveniente no exaltar a los asistentes. “El bloco siempre ha sido y siempre será un bloco político”, explicaba Tchanzinho Zona Norte en un comunicado tras el incidente. “Nuestros posicionamientos políticos no hieren la existencia del prójimo, no promueven la intolerancia y la eliminación de la diversidad, como hacen varios discursos con los cuales disculpan a grupos que están representados hoy incluso en la Presidencia de la República, propagándose con alarmante velocidad entre diversas camadas de la población”.

La Defensoría Pública del estado de Minas Gerais envió instantáneamente una recomendación oficial a la Policía Militar a través del oficio nº 71/2019, advirtiendo que las manifestaciones políticas no necesitan pasar “por la criba subjetiva-policial”, y que solo deben responder a la legislación, lo cual no incluye, “obviamente, la restricción de discursos políticos”. El documento define esa censura institucional como “ilegal, inconstitucional y delito de abuso de autoridad”.

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