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Boris Johnson, el alcalde de 'Tiburón' y la arriesgada estrategia contra el coronavirus en Reino Unido

Boris Johnson en una rueda de prensa sobre el coronavirus en Londres el 12 de marzo.

Iñigo Sáenz de Ugarte

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Boris Johnson tenía que pronunciar el discurso principal de una entrega de premios organizada por una asociación financiera británica en 2006. Sólo unas palabras para elogiar a los convocantes, dar algunas ideas y contar algunas bromas. El típico 'show Boris' que le había hecho tan popular entre audiencias conservadoras. Por entonces era diputado tory y escribía una muy bien pagada columna semanal en el Telegraph por la que cobraba 250.000 libras anuales. Dos años después, se convirtió en alcalde de Londres.

El actual primer ministro quería entretener a la audiencia y su capacidad de improvisación a veces le llevaba a territorios comprometedores. Nada que no supieran los que le escuchaban. De ahí que terminara elogiando a un personaje bastante patético de una película muy conocida.

“Y por eso, mi héroe político es el alcalde de 'Tiburón'”. Tras las risas del público, continuó: “Sí, porque él mantuvo abiertas las playas”, dijo elevando la voz. “Sí, él rechazó, desdeñó y anuló todas esas estúpidas regulaciones sobre salud y seguridad y anunció que la gente debía nadar. ¡NADAR!”. Más risas. Una pausa perfecta para plantear los pequeños inconvenientes. “Eso sí, acepto que a resultas de ello el tiburón se comió a algunos niños. ¿Pero cuánto placer obtuvo la MAYORÍA en esas playas gracias a la valentía del alcalde de 'Tiburón'?”.

El alcalde de Amity es uno de los grandes ejemplos de incompetencia de un cargo electo mostrados nunca en el cine. A pesar de las insistentes peticiones del sheriff Brody (“¡si abre las playas para el 4 de julio, va a ser como la llamada para la cena, por amor de Dios!”), se niega a cerrar las playas y ofrece algunas frases memorables. Le preocupa más que alguien haya pintado una aleta de tiburón en una valla publicitaria que muestra a una chica sobre una colchoneta en el agua. “Va a ser uno de los mejores veranos de la historia”, dice a Brody antes de meterse en el coche. Y lo fue, pero para el tiburón.

Johnson intentaba ser divertido, y por las risas del público lo consiguió, pero tocando las teclas que los que le escuchaban conocían muy bien. Cuando hablaba de las “estúpidas regulaciones sobre salud y seguridad”, se refería a las normas de “health and safety” que existen por todo el país, por ejemplo para proteger la salud en el trabajo o en el sector de servicios y que siempre han sido muy impopulares entre los dirigentes conservadores. No es que cuando lleguen al poder las eliminen todas –de hecho, la mayoría son muy lógicas–, pero les encanta criticarlas como el símbolo de la constante intromisión del Estado en la iniciativa privada. Suele ir en paralelo a sus críticas al lenguaje “políticamente correcto”, otra de sus obsesiones.

La referencia a 'Tiburón' en el discurso de Johnson se ha extendido en los últimos días a causa de la singular estrategia de su Gobierno contra la extensión del coronavirus. En vez de ordenar estrategias de confinamiento que pasen por la limitación de movimientos y la prohibición de actos públicos, ha optado por una solución intermedia que acepta una oleada de contagios masivos con la que obtener la llamada inmunidad de grupo (“herd immunity”) que además impide que los hospitales se vean desbordados ahora.

Con el incremento de casos en Reino Unido, esa opción es políticamente muy difícil de sostener y el Gobierno ya ha dado muestras de estar reculando. Aceptar la extensión del coronavirus tiene un precio indudable en vidas humanas, mientras se protege a la economía –empezando por los beneficios de las empresas del sector de servicios– del choque causado por la prohibición de movimientos en la calle.

El Gobierno cuenta con el aval de sus dos principales consejeros científicos, Patrick Vallance y Chris Whitty. Ambos sostienen que aún es pronto para imponer restricciones más intensas. Están en contra de prohibir actos públicos con gran asistencia de gente porque dicen que es menos efectivo que las recomendaciones ya realizadas, lavarse las manos con frecuencia y aislarse si se sienten los primeros síntomas. “Es más probable que la gente coja el virus de un familiar o de un amigo en un espacio reducido que en un gran espacio”, argumentó Vallance, una idea muy diferente a lo que se ha escuchado en Europa en los últimos días.

Vallance es un científico cuyo campo de experiencia es la biología vascular y fue jefe de I+D de la multinacional farmacéutica GlaxoSmithKline. Whitty es un médico y epidemiólogo experto en enfermedades infecciosas.

La estrategia británica ha consistido en retrasar el pico de infecciones hasta los meses de verano confiando en que la sanidad pública esté mejor preparada para entonces. Ante la llegada del próximo invierno, esperan que se haya producido esa inmunidad de grupo gracias al alto número de personas que hayan cogido el coronavirus sin ponerse gravemente enfermos.

“En torno al 60% es la cifra que necesitas para alcanzar inmunidad de grupo”, dijo Vallance a Sky News el viernes. Eso supondría que 40 millones de británicos se verían infectados. Si el 1% de ellos muriera, serían 400.000 fallecimientos, una cifra gigantesca.

Al mismo tiempo, Johnson decía que la gente debía aceptar que muchos de sus seres queridos iban a morir, un tétrico pronóstico que llegó a las portadas de los periódicos.

“Cuando lo escuché, no me lo podía creer”

Las medidas cuentan con muchos detractores en la comunidad científica. “Aplicando ahora medidas de distanciamiento social, el crecimiento (de contagios por coronavirus) puede ralentizarse de forma dramática y miles de vidas pueden salvarse. Creemos que las medidas de distanciamiento social tomadas hasta ahora son insuficientes y que deberían tomarse medidas adicionales más restrictivas de inmediato, como ya se está haciendo en otros países en todo el mundo”, dice una carta abierta firmada por 240 científicos.

Otros expertos, sobre todo del campo de la psicología, cuestionan la idea de la estrategia por la que precipitarse en las medidas restrictivas podría provocar una “fatiga social” que haga que no sea efectiva. Afirman que no hay base científica suficiente para sostener que la gente se terminará rebelando contra las prohibiciones, por lo que es muy arriesgado basar la respuesta ante el coronavirus en tales previsiones. La Sociedad Británica de Inmunología tampoco parece muy convencida de las bondades de la estrategia.

Según Anthony Costello, ex alto cargo británico de la OMS, la falta de decisiones más tajantes es “temeraria” y sólo servirá para acelerar la pandemia. William Hanage, profesor de Epidemiología en Harvard, ha escrito que cuando escuchó que se hablaba de inmunidad de grupo “no me lo podía creer”. Sus colegas en EEUU pensaban que sólo podía ser el típico caso de humor británico. “Esto no es una vacuna (un ejemplo habitual de inmunidad de grupo). Esto es una pandemia que hará enfermar a un alto número de personas y algunas de ellas morirán”, dice Hanage.

En la misma línea, un organismo del Ministerio de Sanidad ha elaborado un informe con el peor escenario posible. El documento, obtenido por The Guardian, señala que la pandemia podría hacer que hasta 7,9 millones de personas tengan que ser hospitalizadas en Reino Unido. El coronavirus podría extenderse a lo largo de un año, según el informe, y colocar a la sanidad al borde del colapso. 

Una estrategia difícilmente sostenible

Más allá de las consideraciones científicas, está por ver que el laissez faire sanitario sea sostenible si los contagios continúan aumentando. La última cifra de contagiados en Reino Unido es de 1.372, un 20% más que el día anterior. Los muertos son 35. En porcentaje sobre la población, el número de infectados (20 por millón de habitantes) es mucho menor que en otros países europeos como Italia (409), España (166), Francia (68) o Alemania (67).

El jueves, Boris Johnson, acompañado por sus asesores científicos, confirmó que el Gobierno no preveía cerrar los colegios ni prohibir los grandes acontecimientos públicos. Vallance dijo que no descartaba en ese momento que hubiera ya entre 5.000 y 10.000 británicos infectados sin saberlo. Como ejemplo de actos totalmente descartados en otros países, en la última semana, se celebraron las carreras de caballos de Cheltenham con permiso del Gobierno, una competición de varios días donde se reunieron 60.664 personas en la primera jornada.

Si el número de muertos aumenta de forma clara en Reino Unido con una estrategia sanitaria totalmente diferente a la del resto de Europa, está claro que Johnson será considerado el culpable, a pesar de que la inmunidad de grupo no se encuentra incluida de forma explícita en los planes del Gobierno, como se ha apresurado a señalar el ministro de Sanidad.

Una encuesta en el Sunday Times indica que el 52% de los británicos apoya la declaración de estado de emergencia, con inevitables medidas coercitivas, frente a un 26% que opina lo contrario.

Hay señales de que el Gobierno cederá pronto ante la presión de los acontecimientos. En la noche del viernes, fuentes del Gobierno informaron a los medios que se preparan medidas para poner fin a los grandes acontecimientos públicos. No tenían otra opción desde el momento en que la Premier se adelantó y suspendió por su cuenta los partidos de la Liga de fútbol.

No es probable que veamos a Boris Johnson estos días elogiando de forma humorística al alcalde de Amity. Ni apostar su futuro político por una hipótesis científica que va contra corriente. Aunque hay algo en el personaje que explica por qué la ha adoptado. “Boris es un darwiniano. Cree en la supervivencia de los más preparados. Toda su carrera se ha basado en eso”, ha dicho una fuente tory a Sunday Times.

El hecho de que las personas mayores son las que están en un mayor riesgo por el coronavirus no ha pasado desapercibido a algunos. “El problema es que son los votantes tories los que se están muriendo”, ha dicho un diputado conservador al mismo periódico por el hecho de que las personas de más edad suelen votar a su partido.

Ningún político quiere que sus votantes desaparezcan a causa de una pandemia. Sobre todo, si al final le echan la culpa a él.

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