Las monjas que convirtieron un convento abandonado en un hotel inclusivo: “Es una apuesta muy valiente”

El olor a hierba recién cortada inunda cada recodo del huerto. Caminar por sus senderos tiene algo de ascético, máxime cuando en el horizonte se eleva el Puig de Randa, a una de cuyas cuevas se retiró en el año 1274 el místico Ramon Llull. En su aislamiento, el beato decidió escribir su gran obra, Ars Magna, en la que expuso un ambicioso sistema filosófico de alcance universal destinado a demostrar la validez de los dogmas de la fe cristiana e, incluso, la existencia de Dios. Cada cierto tiempo, las campanas rompen el silencio. A 33 kilómetros de Palma, y situado sobre una parcela de 976 metros cuadrados, se yergue el antiguo convento de la Congregación de las Hermanas Franciscanas Hijas de la Misericordia, en la pedanía mallorquina de Randa. Hace un mes fue reconvertido en casa vacacional con doce plazas en uno de los entornos más privilegiados de la mayor de las Balears.

No es un alojamiento más en la isla de la masificación turística y la gentrificación. El mantenimiento y la explotación de las instalaciones han posibilitado, por un lado, la inclusión laboral de personas con diversidad funcional y, por otro, la diversificación de la oferta de plazas de los talleres prelaborales impulsados por el Servicio Ocupacional de la entidad. El huerto, por su parte, ha sido rehabilitado y equipado con el objetivo de convertirlo en una explotación agrícola destinada a la producción ecológica de cítricos.

“Le tenemos un cariño muy especial a esa casa”, cuenta Magdalena Fiol, hermana franciscana que conoció el convento antes de que éste pasara a estar en desuso. En declaraciones a elDiario.es, explica que se ha intentado conservar al máximo la esencia del antiguo inmueble religioso. Además, lo rodean tres santuarios: Gràcia, San Honorato y Cura. Como relata, las religiosas se establecieron en el edificio en 1935 y, desde entonces, se dedicaron atender a la escuela, a los enfermos y a colaborar con la parroquia aledaña. Hasta 1982, año en que las franciscanas dejaron la casa. Con todo, recuerda que algunas de ellas continuaban yendo a llevar a cabo retiros y a pasar sus días vacacionales allí.

Como comenta, la casa reúne varias características importantes, como la naturaleza del entorno: “Alterna bosques y zonas de campo y es un lugar con un verdor especial superior al resto de Mallorca. Tiene una fuente de la que siempre emana agua y también una pequeña acequia. Todos los vecinos tienen derecho, unas horas a la semana, a coger el agua de la fuente. A nosotros nos toca el jueves por la noche. Y, además, un estanque de agua para regar el huerto ahora reconvertido en piscina”. 

Colaborar con las labores del huerto

Fiol señala que hace varios años decidieron dedicar este patrimonio a las personas de Mater, principalmente con diversidad funcional, que se vuelcan en mantener las instalaciones en perfecto estado. Planteándolo como una casa vacacional, pensaron que quien quisiera alojarse en la casa también podrían colaborar con las labores del huerto e interactuar con quienes lo cultivan día tras día. “Es el valor añadido que tiene, además de la naturaleza preciosa y las muchas posibilidades de hacer senderismo y excursiones. La casa no es muy grande, pero tiene un encanto especial”, abunda.

En concreto, pasar un día y noche en Randa Mater oscila los 842 euros –unos 85 euros por persona–, dado que está destinada al alquiler –durante un mínimo de cinco días– para grupos y familias. La casa cuenta con dos plantas, seis habitaciones dobles, terraza, jardín y piscina y forma parte del catálogo de Mater Slow Tourism, la línea de turismo rural y sostenible del Centro Especial de Empleo (CEE) de la entidad. El proyecto de remodelación del antiguo convento ha supuesto una inversión de 436.706 euros, mientras que la Fundación ONCE ha concedido una ayuda económica de 34.123,39 euros destinada a sufragar parte de los gastos derivados de la creación de los talleres y puestos de trabajo.

Si no va cargado con un cesto de naranjas, Luis Eduardo va de aquí para allá regadera en mano. Es una de las 16 personas que cuidan de la explotación agraria de la casa procedentes del programa 'Huertos turísticos' del servicio ocupacional de Mater. “Ahora estamos regando las habas, las tomateras y los guisantes, cogiendo naranjas y dejando el huerto limpio. Hacemos un montón de cosas”, explica. “También tenemos lechugas, pomelos... Aquel chico, Manuel, está con el monocultor quitando la hierba. Hay que tener cuidado de que no te den con las piedras”, prosigue.

Junto a sus compañeros, Luis Eduardo se ocupa del huerto todos los días, excepto sábados y domingos. Los viernes también acuden al mercado de Algaida, a seis kilómetros de Randa, donde venden los productos que previamente han cosechado así como los artículos que también fabrican en la sede de Mater, en Palma

Junto a sus compañeros, se ocupa del huerto todos los días, excepto sábados y domingos. Los viernes también acuden al mercado de Algaida, a seis kilómetros de Randa, donde venden los productos que previamente han cosechado, así como los artículos que también fabrican en la sede de Mater, en Palma. “Y cuando hay un cumpleaños también hacemos fiestas”, puntualiza Luis Eduardo. Su compañera Margarita, mientras tanto, desbroza la hierba: “Nos gusta mucho. Regamos, vamos al centro de día y nos juntamos con los chicos de allí a tomar un refresco”.

Como explica a este medio Teresa Vallespir, directora del Centro Especial de Empleo de Mater, éste se ocupa de generar “la estructura necesaria para crear oportunidades de trabajo o de formación y cualificación profesional a través de las diferentes líneas de las que nos ocupamos”. Y una de ellas es la relativa a la gestión de alojamientos turísticos, en la que se enmarca el proyecto de Mater Randa. Vallespir señala que el centro que dirige “no deja de ser una empresa”, con la diferencia de que, en su caso, al menos el 70% –unos cien trabajadores– de la plantilla tiene una discapacidad intelectual superior al 33%.

El convento de Ariany, la primera experiencia turística

“En Mallorca, impulsar un proyecto que tenga que ver con una vertiente del turismo de experiencia, va a tener efecto. Y lo que queríamos era garantizar sí o sí la oportunidad de generar puestos de trabajo”, incide Vallespir. En el caso de los conventos de las Hermanas Franciscanas que han ido quedándose en desuso y que continuaban perteneciendo al patrimonio de la congregación, Mater decidió impulsar su restauración “para darle un uso productivo capaz de generar oportunidades de empleo y de formación”, abunda la responsable del Centro Especial de Empleo. Y así se hizo por primera vez con el convento de Ariany, también en Mallorca, en funcionamiento desde 2012.

En 2019, Mater Ariany se alzó con el Premio de Turismo Illes Balears 2019 como mejor iniciativa de responsabilidad social, convirtiéndose en un referente del turismo accesible: nueve de sus once habitaciones están completamente adaptadas a personas con movilidad reducida. Este año, el antiguo convento ha incorporado los Day Pass para disfrutar, durante un día, de las instalaciones y de su oferta gastronómica. Vallespir subraya que, con el paso de los años, “se ha demostrado que la de Ariany fue realmente una apuesta muy valiente, porque la reconversión de un convento en un hotel de interior accesible y adecuado a las necesidades actuales supuso una inversión importante, pero acertada”. Ahora, Randa Mater quiere seguir el mismo camino.

Sinergia entre trabajadores y turistas

En relación con el huerto de Mater Randa, Vallespir señala que la idea es “genere sinergias con las personas que van a estar alojadas en la casa vacacional”. “Lo que nos interesa es que las personas con un perfil más prelaboral, pero que realizan un trabajo que es el de cuidar del huerto que va a generar unos productos, vean que son partícipes del proyecto en sí. Y que los clientes que estén en la casa vacacional puedan utilizarlos y formen parte de la experiencia”. Respecto a la limpieza de las instalaciones, hay además una brigada compuesta por una formadora y ocho aprendices de de limpieza y lavandería de formación dual –que combina la formación profesional con la actividad retribuida–, además de tres operarias más que les prestan apoyo.

Mater nació en 1964 de la mano de las Hermanas Franciscanas Hijas de la Misericordia, más conocidas como las “monjas azules” en referencia al color de los hábitos que vestían. La organización vio la luz con la finalidad pionera de dar respuesta sanitaria y educativa a las necesidades de los más vulnerables. En la actualidad, cuenta con unos 450 profesionales y más de 1.500 usuarios con diversidad funcional, quienes reciben una atención integral desde su nacimiento y a lo largo de toda su trayectoria vital.

Mater nació en 1964 de la mano de las Hermanas Franciscanas Hijas de la Misericordia con la finalidad pionera de dar respuesta sanitaria y educativa a las necesidades de los más vulnerables. En la actualidad, cuenta con unos 450 profesionales y más de mil personas usuarias con diversidad funcional

Es, además, una de las dieciséis entidades beneficiarias del Plan FES, a través del cual el Govern balear prevé destinar 41,1 millones de euros a la creación de nuevas plazas de salud mental y discapacidad ligadas a la dependencia a través del tercer sector social. El pasado mes de marzo, Mater recibió el Premio Ramon Llull en reconocimiento a su tarea humanitaria de atención e inclusión social de las personas con discapacidad y de sus familias.

Menús, limpieza y mantenimiento de zonas verdes

En su sede, ubicada en la barriada palmesana de Son Gotleu, llevan a cabo todo tipo de actividades, que van desde la recogida y comercialización de más de medio millón de huevos al año o la preparación de una media de 330 menús. Sus servicios, enfocados en la creación de oportunidades laborales para las personas con otras capacidades, abarcan, entre otros, el mantenimiento de zonas verdes y la limpieza viaria de pueblos y ciudades –las brigadas Mater trabajan para diferentes instituciones y ayuntamientos de Mallorca–, la limpieza de todas las instalaciones de Mater así como la lavandería de los uniformes de los profesionales de la entidad, la elaboración de todos los menús que se consumen a diario en las instalaciones y la reparación de plásticos en colaboración con distintos ayuntamientos. También realizan 'lluquets' ecológicos para encender chimeneas y otros productos artesanales.

Alba, alumna de cocina de formación dual, lleva dos años inscrita en este proyecto y, cuando accedemos a la cocina de Mater, se encuentra inmersa junto a varios de sus compañeros en la elaboración de un brownie de chocolate. “No sólo cocinamos para nosotros. También servimos comida a distintas instituciones y hacemos caterings en Mater Randa si se celebra algún evento”, relata. Los clientes de la casa vacacional tienen su propia cocina, pero también cuentan con la opción de contratar a los cocineros de la entidad.   

Pablo: “Quiero ser camarero de piso, me gusta estar con la gente”

Por su parte, Inma y Pablo llevan un año estudiando limpieza y lavandería en formación dual. Se trata de un itinerario diseñado para la obtención del Certificado de Profesionalidad de Nivel 1 en Operaciones básicas de alojamientos y pisos en el que se combina la parte teórica con formaciones complementarias y la práctica diaria en distintos lugares. A ambos les quedan dos años por delante para finalizar sus estudios pero, mientras tanto, se vuelcan no sólo en la limpieza de las instalaciones de Mater, sino también en hoteles o en las propias casas vacacionales de Randa y Ariany.

“Vamos cambiando de sitio. En cada uno hacemos las camas, cambiamos las sábanas, fregamos el suelo...”, relata Pablo, a quien le apasiona, sobre todo, ir a Ariany: “Quiero ser camarero de piso y en Ariany me gusta mucho hablar y estar en contacto con la gente. Se trabaja muy tranquilo y se hace todo más llevadero”. Inma, por su parte, se muestra feliz de su labor en Mater: “Estuve 17 años en el hospital Son Llàtzer y no tenía nada que ver. Me quedé parada, me hablaron de Mater y estuve una semana de pruebas hasta que finalmente me llamaron. Estoy muy contenta, más tranquila. Aquí hay muy buena gente y mucho compañerismo. Sin compañerismo no hay nada”.