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El PP pierde la alcaldía en el pueblo de Lugo del urbanismo desaforado

El hasta ahora alcalde de Barreiros, el popular Alfonso Fuente, con una alto cargo de la Xunta en unas obras de urbanización sufragadas con fondos públicos

David Reinero

En Barreiros, pequeño municipio rural de la costa de Lugo con apenas 3.200 habitantes, su alcalde, el popular Alfonso Fuente, dio licencias en un sólo año, 2006, para construir cerca de 3.000 viviendas. Quería convertir el ayuntamiento en el “Sanxenxo del norte”, en referencia a la villa más turística de las Rías Baixas, a través de una construcción desaforada y sin servicios públicos suficientes que fue paralizada por la entonces Xunta bipartita de PSdeG y BNG.

La justicia determinó el pasado año en la vía contencioso-administrativa que aquellas licencias eran irregulares, pero hace tres meses consideró en la vía penal que la ilegalidad no llegaba a delito y absolvió al alcalde de prevaricación, lo que lo llevó a ratificarse en que había sufrido una persecución política por parte de la izquierda que pretendía ganar en los juzgados lo que no conseguía en las urnas. Este domingo Fuente no solo perdió en las urnas su mayoría absoluta sino que el PP fue adelantado por el BNG, que asumirá la alcaldía.

Alfonso Fuente venía gobernando Barreiros con mayoría absoluta desde 2005. A pesar de recibir sucesivas sentencias y resoluciones administrativas contrarias a su proceder urbanístico, el popular lleva década y media justificando e insistiendo en un modelo de crecimiento que, con la crisis, dejó docenas de construcciones a medio finalizar desperdigadas por el paisaje rural del municipio, cuyas redes de electricidad, abastecimiento o saneamiento no tenían capacidad para acogerlas. A comienzos del último mandato, cuando se le abrió juicio oral acusado de prevaricación por las licencias ilegales que había otorgado su gobierno, Fuente dejó el PP, pero no la alcaldía, a la espera de una sentencia que el pasado febrero resultó absolutoria. El juez concluyó que no había una “claridad meridiana” para poder afirmar que los acusados “actuasen a sabiendas de la injusticia que cometían a la hora de aprobar las licencias”.

Con esa absolución penal, pendiente ahora de un recurso presentado por la Fiscalía, y a pesar de las condenas previas en la vía contencioso-administrativa, Fuente volvió al PP, haciendo así que el partido recuperase formalmente una alcaldía que en la práctica nunca había dejado de controlar. Y volvió a ser también el candidato popular en estas elecciones. Lo hizo tras años de respaldo de la Xunta de Feijóo, que en los últimos tiempos viene intentando resolver con dinero público las deficiencias en los servicios municipales que debieran acometer en su momento los promotores inmobiliarios.

En un ayuntamiento pequeño y agroganadero en el que Fuente ejercía un control personal sobre todo tipo de ámbitos, los esforzados intentos de fiscalización que en los últimos años vino desarrollando el BNG con su candidata Ana Ermida al frente le dieron el pasado domingo la victoria electoral. La nacionalista considera que “fuera de los que digan los juzgados, es un hecho cómo está Barreiros, y eso fue lo que la gente valoró”. Ahora la nacionalista anuncia una auditoría tanto urbanística como económica del ayuntamiento tras años sin tener acceso a esos datos. También espera que el cambio de color político no suponga que los promotores inmobiliarios, que vieron desestimada su petición de indemnizaciones a la Xunta por la paralización de sus construcciones ilegales en 2006, apunten ahora contra su nuevo gobierno. “Sería cuando menos curioso que ahora los promotores pidan indemnizaciones al Ayuntamiento”, dice.

Con el PSdeG estancado en los 175 votos de hace cuatro años, el pasado domingo los nacionalistas ganaron unos 200 votos y se colocaron con 941 (46,7%), por delante de los 877 votos (43,3%) del popular, que perdió unos 80 votos. Fue lo que decidieron los 2.000 votantes del municipio, población que ni duplicándose sería capaz de llenar las 3.500 viviendas de Barreiros que según las estadísticas oficiales están vacías o sólo se ocupan en fines de semana, sin contar las varias decenas de edificios que quedaron a medio construir.

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