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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Arrancan los trámites para retirar parte de los residuos cancerígenos enterrados en un municipio pontevedrés

Residuos de lindano.

Beatriz Muñoz

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Los vecinos de varias zonas de O Porriño (Pontevedra) llevan décadas viviendo y moviéndose sobre un manto de residuos de un pesticida cancerígeno con el que se asfaltó la zona y sobre el que se levantaron viviendas, escuelas y hasta un parque infantil. En 2017 unas obras en un camino del barrio de Contrasto devolvieron a la luz la presencia de aquel material: al abrir la tierra, vecinos que quedaron expuestos sufrieron irritaciones y mareos y detectaron el olor a insecticida. Eran los restos del lindano con el que había trabajado años antes la empresa Zeltia, ubicada en las inmediaciones. Ahora se ha iniciado el proceso para contratar los trabajos de descontaminación en ese camino, pero el problema continúa enterrado en otras áreas vecinas.

La Xunta ha encargado a Tragsa los trabajos, pero esta empresa pública no tiene la habilitación para gestionar este tipo de desechos, de modo que ha abierto un proceso de licitación para contratarlo con otra compañía, según adelantó el diario La Voz de Galicia. Calcula que el valor total del contrato será de 6,36 millones de euros. El plazo para presentar ofertas termina a finales de abril. Con la previsión de que los trabajos de retirada y transporte se empiecen a ejecutar en verano, el plazo para realizarlos será de ocho meses, según consta en la documentación de la licitación.

La historia de la presencia de este material tóxico, el lindano, en O Porriño se remonta a hace casi 80 años. Entre 1947 y 1964 Zeltia produjo en Torneiros, dentro del municipio de O Porriño, lindano. Los residuos, unas 1.000 toneladas en total, se fueron acumulando en una finca. Entonces este material no estaba considerado cancerígeno por la Organización Mundial de la Salud ni sustancia peligrosa prioritaria por la Unión Europea, que lo prohibió en 2008 por su toxicidad. Antes de aquello, en O Porriño los residuos se utilizaron para construir carreteras. Se ponía bajo el asfalto porque se compactaba bien. Patricia Sío, portavoz de la Plataforma Antilindano de O Porriño y exconcejala de Esquerda Unida, explica que el material parece una arcilla blanca. Relata que vecinos de otras zonas cercanas se llevaron carros cargados de estos residuos antes de conocer su peligrosidad convencidos de que era incluso bueno para sus tierras.

Sío señala que la descontaminación del camino de Contrasto es una buena noticia, pero “llega tarde” y, además, está lejos de resolver el problema. Se actuará sobre esa pista, pero recuerda que en los terrenos en los que se habían acumulado los residuos luego se construyeron cinco polígonos de viviendas en los que vive gente de clase obrera. Hay en las inmediaciones dos escuelas, un instituto, un centro de día para mayores, una iglesia y varios comercios. Calcula que la población en estos edificios supera las 2.000 personas, y son más de 4.000 en la parroquia. Se hizo también un parque infantil sobre el lindano y ella recuerda que los niños se hacían circuitos entre las montañas acumuladas o tomaban algunos trozos que se habían endurecido y los usaban como si fuesen tizas. Esta zona, dice, ya fue descontaminada, tras unas protestas en los 90, pero no las tierras sobre las que hay edificaciones.

Hay otras zonas dentro de la Unión Europea con un problema similar. Y, más cerca, se han visto afectados por estos residuos también en Sabiñánigo (Huesca) y Barakaldo (Bizkaia). En O Porriño se calcula que es menos cantidad, pero la práctica de reutilizar el material la ha diseminado por el territorio. En el caso del camino que se va a descontaminar ahora, dice Sío, ocurre que también está presente en las fincas aledañas, en las que no se va a intervenir porque, al ser privadas, la responsabilidad recae sobre los propietarios.

La portavoz de la plataforma expone que algunos dueños de esos terrenos admiten la presencia de lindano, pero otros simplemente callan. “Puede parecer poco ético, pero también es comprensible”, reflexiona. Algunos, añade, tal vez no tengan recursos para hacerle frente al gasto. A esos vecinos se les prohibió beber el agua de los pozos -abastecerse de este modo es habitual en zonas rurales gallegas- y consumir los vegetales cultivados en esas tierras.

En la zona principal en la que se depositó el lindano hay una celda de confinamiento que se construyó para tratar de evitar la dispersión. Sío indica que los estudios hechos posteriormente detectaron que hay filtraciones al río Loiro.

Tras lo ocurrido en 2017 al levantar la tierra para unas obras de abastecimiento en Contrasto, en 2018 se presentó un proyecto de descontaminación. El resultado, dice Sío, es, seis años después el contrato que está licitando Tragsa. Pero, insiste, lo que ellos llaman “zona cero”, donde están las viviendas, sigue construida sobre un manto de material cancerígeno.

Hay un edificio concreto que en los 80, antes de estar conectado a la red de abastecimiento, se surtió del agua de un pozo, cuenta. Y el lindano es bioacumulable. Asegura que se le pidió a la Consellería de Sanidade hacer un estudio sobre lo que ella considera “sospechas fundadas” de la relación entre las enfermedades de varios vecinos de la zona y el contaminante. Pero la respuesta, recuerda, fue negativa. Critica la pasividad de las administraciones para ir al fondo de problema, que atribuye a las dificultades de buscar una alternativa de vivienda para tanta gente y a un problema “de clase”, puesto que se trata de población mayoritariamente de rentas bajas.

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