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El estornudo de Apple en China puede ser síntoma del resfriado de la economía global (también la española)

Una delegación de EEUU visitará China el 7 y 8 enero para entablar conversaciones comerciales

Marina Estévez Torreblanca

El anuncio del consejero delegado de Apple, Tim Cook, de que la compañía tendría que revisar a la baja su pronóstico de ingresos trimestrales por primera vez en 16 años a consecuencia de las reducidas ventas del iPhone en China ha supuesto un sobresalto en las bolsas de todo el mundo y ha encendido las alarmas de los analistas. El motivo no es esta vez el clásico sobredimensionamiento mediático de cualquier circunstancia que afecte a la icónica compañía. La razón es que, según aseguran los expertos, podría ser uno de los primeros síntomas que nos trae 2019 de un serio enfriamiento de la economía mundial.

“Si Apple tiene que hacer una revisión a la baja de su previsión de beneficios empresariales es probable que le ocurra a otras empresas estadounidenses con intereses en China. Y una reducción de los beneficios empresariales es uno de los síntomas que pueden desembocar en una recesión, porque las empresas dejan de invertir y empiezan a despedir. Esta es la razón por la que todo el mundo se ha puesto histérico”, razona el economista y estadístico del Estado Juan Ignacio Crespo.

El contexto es la guerra comercial, con subidas de aranceles y cese de determinadas importaciones, que mantienen desde hace un año las dos mayores economías del mundo, EEUU y China. Es difícil calcular cuánto ha podido influir este conflicto en la caída de ventas de iPhone. También podría deberse simplemente a una menor innovación en los nuevos modelos de teléfono y a su alto precio en comparación con competidores locales de alta calidad como Huawei, explica la profesora de Economía de la UOC Ana Isabel Jiménez-Zarco.

Pero en todo caso, el dato sigue la tendencia de bajada de la demanda china. La producción manufacturera o industrial en el último trimestre ha sido del 6,5% en aquel país, la más baja de los últimos años, advierte el catedrático de Economía Financiera de ESADE Robert Tornadell.

Es una tónica general. El año comienza con una desaceleración de la economía global que va “muy rápido” –dice Crespo–. En el tercer trimestre la economía alemana se contrajo por primera vez desde 2015, al igual que la japonesa, arrastrada por los problemas de la industria del motor, mientras que Francia está prácticamente parada (el PIB creció un 0,3% en el tercer trimestre). Estos dos países son los principales socios comerciales de España. También en Italia se contrajo el PIB, un 0,1%, en el tercer trimestre. “En España se notará la desaceleración de forma muy rápida”, prevé Crespo.

Aunque la desaceleración haya sido mayor a la esperada, otros economistas como Ángel Talavera, de Oxford Economics, sostienen que los fundamentos de la economía europea a nivel doméstico siguen siendo sólidos para este año, con subidas salariales en casi todos los países y una inflación contenida.

“Hay tal cantidad de datos que uno siempre puede elegir los que más le conviene para defender una tesis alcista o bajista. Los más preocupantes son quizás las caídas de los PMIs, sobre todo de manufacturas, que es algo que llevamos viendo durante casi todo el 2018”. La clave será la resolución o no de las tensiones comerciales (de nuevo la imprevisible actuación de EEUU y China) que están teniendo un impacto muy fuerte en la industria, por su mayor orientación exportadora, mantiene Talavera.

Por el momento, la ministra de Economía, Nadia Calviño, rechaza la posibilidad de que España entre en recesión: “Seguimos previendo tasas de crecimiento superiores a las de los países de nuestro entorno”, afirmó esta semana. Anunció también que el Gobierno revisará en las próximas semanas la previsión de crecimiento del PIB para 2019, que ahora está en el 2,3%, aunque no dijo si al alza o a la baja.

Dejar de tomarse el analgésico del BCE

El economista Carlos Sánchez Mato añade otros factores a tener en cuenta a la hora de analizar cómo puede evolucionar la economía mundial y, dentro de este contexto, la española, durante 2019. “La economía mundial ha estado dopada durante los últimos siete años por las políticas de estímulo de la FED, el Banco Central de Japón y el BCE, y estas medidas en diferente grado están siendo retiradas”. Su análisis es que no se ha tratado “la enfermedad” que condujo a la última crisis económica para empezar a generar un “crecimiento sano” sino que se ha suministrado un analgésico que ahora se va a retirar: las compras masivas de deuda de los países y el abaratamiento del precio del dinero, hasta llegar a tipos negativos (descontando la inflación).

“Si los tipos de interés fueran normales, de mercado, la mayoría de los proyectos de inversión no serían rentables”, advierte. Si la crisis de 2008 estuvo precedida por una masiva inyección de dinero en la economía y una relajación en la concesión de créditos, la actuación de los bancos centrales durante estos años ha supuesto un “dopaje” y una “burbuja de crédito”, con préstamos prácticamente al 0%. “Se está evitando que la burbuja siga creciendo y vuelva a explotar. Por eso se retiran los estímulos”, razona.

Pero ahora se dan circunstancias que pueden empeorar “la próxima crisis capitalista”, y es el proceso de desarticulación de las redes familiares y sociales que sostuvieron la anterior recesión, afirma Mato. “Las familias parten de una mayor precariedad, han perdido sus ahorros, los empleos son más precarios”.

¿Recesión o menor ritmo de crecimiento?

No es fácil prever el momento en el que la economía occidental volverá a sufrir una de sus cíclicas recesiones (técnicamente se produce cuando el PIB decrece durante tres trimestres seguidos). Para el año que acaba de entrar, la mayoría de los analistas prevén un crecimiento menor, no arriesgan a apostar por una caída de la producción.

En el caso de España, el escenario también va a depender de la situación política interna, opina Tornabell. “Si no se aprueban unos Presupuestos Generales del Estado no habrá ayudas comprometidas ni inversiones, y esto afectará a la actividad económica”, advierte el profesor de Esade. Al país también le pesan otros factores de incertidumbre como el brexit, que podría terminar siendo más duro de lo previsto, si el próximo 14 de enero el parlamento británico vota contra el acuerdo que alcanzaron el Gobierno de Theresa May y la Unión Europea.

Para Talavera, el año se presenta con muchos riesgos en el horizonte, pero cree que hay “un cierto pesimismo excesivo ahora mismo que no está justificado del todo”. “Vemos una desaceleración en la economía mundial, pero esto es algo que venimos previendo desde hace tiempo y por ahora no es algo dramático. La economía de EEUU sigue muy fuerte (irá aflojando a medida que el impulso de las medidas fiscales se vaya apagando)”.

Lo que esto significará para España dependerá en gran medida del comportamiento de la eurozona y de cómo evolucionen las tensiones comerciales entre EEUU y China. “Por ahora mi visión es una desaceleración muy suave en 2019. Los datos de crecimiento en España siguen siendo robustos, el empleo probablemente crecerá menos pero debería verse compensado en parte por las subidas de salarios. Las perspectivas para la inversión siguen siendo buenas y las exportaciones, que han tenido un 2018 bastante malo, espero que se recuperen algo”, concluye el analista de Oxford Economics. Si hay algo en lo que todos están de acuerdo es en el alto nivel de incertidumbre en el año que acaba de comenzar, en medio de tensiones geopolíticas y sociales como las que pueden haber afectado a la empresa fundada por Steve Jobs en sus últimos resultados, y con ella a las bolsas de medio mundo.

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