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En tiempos de desolación, no hacer mudanzas; ¿o sí? (1)

José V. Egea

Con la erosión del Estado de Bienestar viene ocurriendo lo mismo que en el cuento de la rana y el agua caliente: desde los años 70 el problema ha ido evolucionando de modo tan sutil que, para cuando nos hemos dado cuenta ya estábamos fritos (2). La diferencia en el caso del Bienestar es que con la globalización y la crisis del 2008, el batacazo ha sido tan violento que ha reventado las costuras de un Sistema que ya venía mostrando sus limitaciones.

Ciñéndonos a nuestro país, todo este largo proceso ha ocurrido delante de las narices de una clase política de todos los colores, que no ha sabido, querido o podido, defender los intereses de la mayoría frente a la voracidad insaciable de un capitalismo sin fronteras, y a la que la crisis del 2008 pilló durmiendo. Esa larga siesta es el motivo por el que muchos, políticos, y ciudadanos, sigan soñando hoy con una alternancia que dudo mucho que volvamos a ver. En el tiempo transcurrido desde el inicio del siglo XXI, y especialmente en los últimos diez años con la inestimable contribución de internet, las tensiones generadas por el incremento de la desigualdad han aflorado en movimientos de diversos grupos sociales que, al no sentirse representados en las instituciones, exigen otros cauces aparte del voto periódico, por los que hacer llegar sus reclamaciones y defender sus derechos. De ahí dificultad de gestionar una sociedad como la actual, tan informada, compleja, politizada y organizada, y con un entrecruzamiento de posiciones como, a modo de ejemplo, expresan la coincidencia de históricos comunistas con Salvini sobre el modo de afrontar la inmigración (3), o las propuestas fiscales en patrimonio, sucesiones y renta (4) de los liberales británicos que, a fuer de radicales, dudo que pudieran ser asumidas por muchos de los españoles que presumen de socialistas.

Por este motivo, siendo comprensible la preocupación por la gobernabilidad ante un potencial aumento de la conflictividad, no veo probable una vuelta al viejo bipartidismo imperfecto en las próximas elecciones, locales, autonómicas, europeas, y también nacionales; y mucho menos aconsejable la adopción de futuros cambios legislativos, como el de primar la lista más votada con un plus de escaños para forzar esa situación, máxime cuando no son de prever grandes diferencias de voto entre las distintas opciones en liza.

Y respecto a la posibilidad de afrontar cambios de calado en las leyes electorales, hoy es impensable cualquier modificación que requiera una reforma constitucional, dada la fragmentación y la radicalización de la Cámara, y la necesidad de mayorías cualificadas. Sí recomendaría, desde una perspectiva valenciana, dos modificaciones posibles sin necesidad de tocar la CE, por ir dirigidas a mejorar nuestra representatividad y proporcionalidad, tanto en las Corts como en el Congreso de los Diputados, algo que bien por motivos ideológicos o puramente tácticos es rechazado por algunos partidos: la rebaja del listón del 5% al 3% del voto para conseguir representación en las Corts Valencianes; y una reducción de dos a uno en el mínimo de diputados por provincia en las elecciones al Congreso, al objeto de paliar el escandaloso desequilibrio actual en el número de votos requeridos por escaño entre provincias más y menos pobladas (5). En ambos casos, mi posición en favor de una mayor proporcionalidad real frente a una teórica gobernabilidad que nadie puede garantizar, se basa en la inevitabilidad de gobiernos multipartidistas y en la exigencia de representatividad por parte de colectivos con intereses diversos.

No creo, sin embargo, que estos pequeños cambios puedan resolver las limitaciones de un modelo de democracia diseñado para un mundo que cambia a marchas forzadas. La la sociedad actual exige un cambio de paradigma en la forma de relacionar gobernantes y gobernados, de modo que, reconociendo las bondades de la democracia representativa, se incorporen a ella mecanismos como internet, y procedimientos que faciliten deliberación y la participación de la comunidad en la adopción de decisiones que nos afectan a todos, y que hoy son fundamentalmente el resultado de la interacción entre el Estado y el Mercado (6). Un reto formidable, pero inevitable, me temo. Por este motivo, concluiré eliminando la interrogación del título para afirmar que, en los asuntos terrenales, sí es conveniente hacer mudanzas, y muy especialmente en tiempos de desolación.

*Jose V. Egea es politólogo

BIBLIOGRAFÍA

(1) Atribuido a Ignacio de Loyola, y referido a momentos de duda sobre la Fe.

(2) Sylvain Timsit. Strategies de Manipulation. sty.net. 2002

(3) Julio Anguita; Manolo Monereo y Hector Illueca. ¿Todos los gatos son pardos? Cuarto Poder. Madrid Septiembre 2018

(4) Vincent Cable. The Lib Dem can heal Britain's economic divide-here's how. amp.theguardian.com. Sept 2018

(5) Alberto Penade's y José Manuel Pavía. La Reforma Electoral Perfecta. Los libros de la Catarata. Madrid. 2016

(6) Boaventura de Sousa Santos. Reinventar la democracia, reinventar el Estado. Editorial Sequitur. Madrid. 1.999.

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