¿Debería lavar los dientes a mi gato o es una locura?

Captura: Amazon

Eva San Martín

Quieres a tu gato. El amor por tu minino es tan profundo que le perdonas con gusto cada una de las bolas de pelo que acaban en tu alfombra; incluso cuando las pisas descalzo en mitad de la noche. Tampoco te importa sacrificar el ficus que tu gatete usa como arenero. Pero tal vez nunca se te ha pasado por la cabeza lavarle los dientes. Aunque tu gato lo necesita tanto como que le cepilles el pelo. O sí se te ha pasado, pero has desistido; porque ¿por dónde empezar? Aclarémoslo: no todos los gatetes toleran que les cepillemos los dientes; pero podemos hacer que aprendan a disfrutarlo (va en serio). Nadie dijo que el amor fuera fácil. Pero intentarlo merece la pena.

El veterinario te lo repite cada vez que te ve: deberías cepillarle los dientes a tu gato. Tú te armas de buenas intenciones y te haces con un kit completo de “cepillado dental para gatetes” que promete salvarte. Lo tienes todo: un cepillo con forma de dedal, una pasta de dientes con sabor a pollo (¿cómo no va a funcionar, con lo que le gustan a tu minino esas latitas?) e incluso un colutorio bucal que apesta a pescado. Nada puede ir mal. Eso piensas, hasta que le acercas el dedal empapado de pasta de pollo a la cara a tu minino y él… sale pitando. Y ahí sigue tu kit gatuno cogiendo polvo en el armario.

Te puede parecer extraño o, conociendo a tu gato, una locura total (¿mi gatito dejándose hacer… eso?), pero cepillar los dientes a tu minino es igual de importante que el cepillado de los tuyos o los de sus compañeros perrunos. En resumen: es el modo más sencillo de que no aparezca placa ni sarro en su boca. No es tema baladí: los estudios veterinarios apuntan que entre el 50 y el 90% de nuestros mininos sufren problemas dentales o de encías (como gingivitis o periodontitis) una vez que cumplen los cuatro años de edad.

La limpieza bucal profesional se realiza en la clínica con anestesia, pero un cepillado regular en casa puede evitarla, además de alejar otras intervenciones quirúrgicas más caras y traumáticas para tu amigo. Y aquí vuelves a oír la vocecilla de tu veterinario. Es así: tienes que cepillarle los dientes a Cooper.

Lo que necesitas para cepillar los dientes a tu gato

Lo primero: intenta establecer una rutina diaria, y escoge una hora en que sepas que no va a ser una odisea usar el cepillo. Establecer el hábito no solo te ayuda a ti: tu minino también te lo agradecerá. Necesitas:

  • Un cepillo de dientes para gatos: son como los nuestros, pero más pequeños; y necesitarás uno para cada minino que viva contigo porque la saliva constituye una fuente estupenda de transmisión de infecciones. Algunos kits dentales para gatos vienen con un cepillo tipo dedal, que se ajusta al dedo. Gaticonsejo: no los uses. Si tu gatete está asustado (algo normal, al principio), crecen las posibilidades de que te lleves un mordisco.
  • Pasta de dientes para gatos o veterinaria: olvídate de utilizar tu dentífrico con tu minino: le sabrá a rayos y además puedes provocarle una gastroenteritis. La pasta de dientes felina tiene diferentes sabores: la hay de pollo, de ternera, de pescado o mentolada (a los gatos les encantan las hierbas tipo menta, como el catnip). Prueba con diferentes sabores hasta encontrar el preferido de tu bola de ronroneos.

¿Por dónde empiezo? Cinco pasos

Paso 1. Respira y ármate de paciencia

Antes de lanzarte a por la boca de tu gato y aterrorizarle, gánate su confianza. Un gatitruco sabroso: úntate un poco de pasta de dientes en los dedos y dásela a probar. Con suerte, a tu minino le gustará la idea y se relamerá los bigotes. Si no es el caso, intenta mojarle la nariz con un poco de pasta. Si funciona, lograrás que la próxima vez la lama directamente de tu dedo.

Paso 2. Aprende la postura

Esto fue fácil. Tu tarea de los próximos días consiste en que tu felino se fíe del cepillo de dientes. Antes tienes que aprender a sujetar la cabeza de tu camarada peludo, con cariño y delicadeza, pero de forma que te permita limpiarle la boca llegado el momento. Para no asustar a tu minino, inténtalo mientras duerme (ocasiones no te van a faltar). Repítelo varias veces al día, hasta que lo domines.

Suele resultar más sencillo si te aproximas a tu minino por detrás, esta posición te dará mayor control. Extiende la palma de la mano sobre la pequeña cabeza de tu amigo, de modo que puedas inclinarla hacia atrás; y utiliza tus dedos pulgar y corazón (o medio) para sujetar los pómulos; y, con tiempo y paciencia, intenta manipular los labios y los dientes de tu colega con la otra mano. Durante los dos o tres días siguientes, repite el ejercicio.

Paso 3. Unta la pasta en un bastoncillo

Cuando lo domines, prueba a untar un poco de pasta de dientes en un bastoncillo, e intenta frotarlo por los dientes. Hay que empezar por los molares, ya que resultan más complicados de alcanzar, pero también los más importantes. Poco a poco, puedes adelantar el cepillado hasta los frontales. Si te ayuda alguien, mejor que mejor. ¡Ya tenéis plan!

Paso 4. El cepillo gatuno

Una vez tengas controlado este paso, puedes empezar a usar el cepillo. Al principio, basta con frotar los dientes de cada lado unos 10-15 segundos. Con el tiempo, puedes subir de forma gradual hasta los 30-45 segundos. Si ves que tu gato se abruma, ve despacio; y no avances hasta el siguiente paso hasta que no dominéis el anterior: lo importante es que ambos logréis que resulte placentero, no un Waterloo peludo entre tu gatito y tú.

Paso 5. Si nada de esto funciona...

No es lo ideal, pero puedes limitarte a usar solo la pasta de dientes felina y relegar el cepillo. Puedes aplicarla sobre su comida seca (cuando coma bolitas) o sobre un premio dental felino, para que el producto actúe: no evitará que la placa se forme, pero sí la reducirá.

También hay enjuagues bucales para gatos con clorhexidina, un antiséptico útil para controlar las bacterias; aunque su uso prolongado puede dañar el esmalte dental de tu minino. Tu veterinario también te puede sugerir una “dieta dental para gatos”: algunos alimentos felinos han sido diseñados para reducir la placa y el sarro; y pueden resultar una ayuda si tu gato padece alguna enfermedad dental pero se resiste al cepillado.

No es una locura: cepillar los dientes de tu gato mejorará su salud bucal, y te ahorrarás un dineral en el veterinario. Paciencia: si superas el reto, tu amigo peludo te lo agradecerá a ronroneo limpio. ¡Ánimo!

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