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Crónica

El gatillazo sirio de Zaplana

El expresidente de la Generalitat y exministro, Eduardo Zaplana (c), a su llegada a juzgados en una imagen de archivo.

Francesc Arabí

València —

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Para construir una buena trama se precisan personajes variados y variopintos. El guionista del caso Erial, la última mutación genética del perenne caso Zaplana, trabajó con extraordinario celo toda la nómina de actores. No descuidó los secundarios. Desde un Francisco Pérez López, alias El Gasofa, a un Imad Al Naddaf Yalouk, el ciudadano sirio sin cuyo concurso jamás habría caído el ex presidente con toda su banda. El Gasofa vendría a ser el machaca de la organización, el encargado de la intendencia, el que suministraba fuel al barco (una plataforma de negocios con bandera pirata) y limpiaba la mierda que los señoritos dejaban en el yate Loix. Porque los señoritos se largaban nada más pisar tierra en el puerto deportivo Luis Campomanes, de Altea, según relató con amargura y efervescencia lingüística. Imad es lo contrario. El clásico tipo al que se le ve más cómodo administrando silencios que gestionando palabras.

El testimonio de Imad (que declaró por videoconferencia) era clave para la estrategia de defensa de Zaplana, que se asienta en un trípode sobre el que pretende construir la teoría de la conspiración denunciada por el ex comisario José Manuel Villarejo en el Senado (a preguntas del zaplanista Luis Santamaría) y avalada por Marcos Benavent, cuando dimitió de Yonqui del dinero y de colaborador del fiscal para convertirse en defensor del ex presidente. Aquí los tres vértices del triángulo de las Bermudas quiere hacer desaparecer esta causa desde que se estaba instruyendo. Primero. Los papeles que apuntaban al amaño de las ITV y el Plan Eólico y esbozaban la creación del entramado societario luxemburgués para canalizar las comisiones nunca los halló Imad en el piso en el que estuvo de inquilino y que había pertenecido a Zaplana. Fue todo un montaje. Segundo: el registro del despacho del abogado de Benavent en el que se halló esa documentación fue ilegal. Otro montaje. Y tercero. La investigación inicial de esos papeles (la UCO los bautizó como hoja de ruta) fue ilegal. Las Sección Quinta de la Audiencia ya tumbó dos veces y de forma contundente el rocambolesco intento de Zaplana de invalidar la causa. Y los testigos que han comparecido hasta ahora han apuntalado la legalidad de las actuaciones en instrucción.

Se agotan las balas de plata

A Zaplana le quedaban tres balas de plata para enfangar el origen del caso: el ciudadano sirio, Marcos Benavent y el ex comisario Villarejo. Los dos últimos fueron fichajes zaplanistas. Y el primero, el sueño del ex presidente de incorporarlo en el mercado de invierno. La incógnita, pues, estaba en si Imad mantendría o no la versión ofrecida a la jueza de instrucción , Isabel Rodríguez, al fiscal Pablo Ponce y a la UCO, el 22 de marzo de 2017. A saber: que se encontró los papeles en el piso que ocupó como inquilino y se los entregó a su amigo Benavent. Ya se sabe que el testigo no puede mentir, pero nadie está a salvo de perder el hilo de la memoria. La edad, el estrés, el magnetismo del ex presidente... Ya le sucedió a Beatriz García Paesa, sobrina del espía Paco Paesa, y fiduciaria del dinero y las sociedades de Luxemburgo. De repente no recordó quien le presentó al abogado uruguayo Fernando Belhot, testaferro de Zaplana como gestor del dinero cuya titularidad atribuye al ex presidente,

El entorno zaplanista había insinuado que este miércoles 8 de mayo un ventilador industrial esparcería una nube tóxica, que al menos serviría para agitar un juicio que discurre muy torcido para el ex ministro. Básicamente por los acuerdos de conformidad con el fiscal para reducir condenas. El testaferro Pachano, y el ex jefe de gabinete, Juan Francisco García, vendieron a su jefe. Y luego los Cotino, de la empresa de obra pública Sedesa, construyeron una carretera que va desde la Ciudad de la Justicia a la cárcel de Picassent.

Detrás de dos puertas

“Le recuerdo que lo que usted ha dicho hasta ahora no importa, lo importante es lo que diga ahora. Y recuerde que tiene obligación de decir verdad o puede incurrir en delito de falso testimonio”. El presidente del tribunal, Pedro Castellano, advirtió a Imad, que esperaba en el plasma, sobre la trascendencia de sus palabras y el fiscal le exigió que mostrara el DNI. La media hora de interrogatorio del fiscal y los veinte minutos de preguntas del abogado de Zaplana sirvieron para que se reafirmara en que estuvo de inquilino en un piso de la séptima planta del número 13 de la Plaza Legión Española. Justo al lado de la Pagoda. Residió ahí entre 2008 y 2015. Fue vivienda de Zaplana entre 1998 y diciembre de 2006, cuando la vendió. A un notario, que, a su vez, lo traspasó a otro notario.

Imad corroboró que encontró los papeles en 2009: “a la derecha de una caja fuerte, en un hueco pequeño, en una esquina de abajo de una puerta pequeña, situada detrás de la puerta de la habitación principal”. Esas hojas las entregó a su amigo Marcos Benavent: “Mira lo que he encontrado”, le comentó. “Su reacción fue inmediata, dijo que podían ser documentos falsos y quitó importancia al asunto. Ahí se quedó la cosa”, contó el ciudadano sirio, que reside en Valencia desde los 80.

El testigo explicó que esos papeles, con tachaduras y “doblados”, le llamaron su atención porque se referían “a parques eólicos, a un período anterior”. “Benavent aparentó que era material sin trascendencia”, contó. ¿Por qué no lo tiró a la basura, lo entregó a la policía o al dueño de la vivienda? Se lo preguntó Daniel Campos, letrado del ex ministro. “Los enseñé a Benavent; digo, mira los tienes tu”. Si salían nombres de sociedades quizás pertenecían a su casero, que los notarios “constituyen sociedades”, apretó la letrada de Mitsouko Henríquez, secretaria de Zaplana. “Los notarios no crean sociedades con tachones”, zanjó el sirio.

Nada que ver con el CNI

Entonces llegó la pregunta clave a quien explicó que, como impulsor del Consejo Islámico Valenciano, mantenía “relaciones” con personas y estamentos de “la Administración”.  Por eso conocía a Benavent o a Juan Cotino, entre otros. ¿Qué relación tenía con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, con el CNI o los servicios de inteligencia? Con el CNI, “nunca” se relacionó. Al menos “los que venían a hablar conmigo no se identificaban como CNI”. Porque a hablar con él acudían con frecuencia policías, dado su cargo de máximo representante de la comunidad islámica en València.

Así ventiló Imad Al Naddaf Yalouk la que podría haber sido la primera función del circo zaplanista en Erial. El jueves, 9, Villarejo y Marcos Benavent plantarán la carpa en la Sala Tirant para estrenar el espectáculo conspiranoico. No descarten que en la ensalada thriller, Villarejo introduzca algún viejo conocido suyo como el traficante de armas también sirio y colaborador del CNI Monzer Al Kassar, el llamado Príncipe de Marbella, al que la DEA atrapó en Barajas. Los colaboradores de Zaplana hablarán de tramas de espías y montajes, que en términos cinematográficos viene a ser la versión sofisticada de las pelis de policías y ladrones de toda la vida. Ladrones pistoleros o de guante blanco.

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