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Sobre este blog

Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.

Lo que no dicen los números: la brecha de género en puestos de liderazgo de la universidad pública

El porcentaje de mujeres docentes e investigadoras en la Enseñanza Superior pública en nuestro país ha oscilado alrededor del 41% en los últimos diez años. Sin embargo, la representación femenina en los cargos unipersonales de gobierno de dichas universidades está muy por debajo de este porcentaje. De las 50 universidades públicas españolas, únicamente cuatro (Autónoma de Barcelona, Granada, Huelva y País Vasco) están lideradas por una mujer, apenas el 8% del total.

La presencia de mujeres en la carrera universitaria sufre una drástica disminución cuando se pasa a situaciones laborales más estables y de mayor responsabilidad. Según los datos recabados por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, el 54% de los alumnos de grado, el 58% de los estudiantes de máster y el 50% de los nuevos doctores son mujeres. A partir de este momento, la situación se invierte. Frente al 41% de mujeres docentes e investigadoras en la Enseñanza Superior en nuestro país, sólo el 21% de las cátedras pertenecen a mujeres, condición indispensable para ocupar el cargo de rector/a de una universidad.

Esta situación es similar a la que encontramos en Europa y peor que la de Estados Unidos. Según el informe She Figures 2015 de la Comisión Europea en 2013, la proporción de estudiantes y graduadas excedía al de varones (> 50%), pero en el doctorado las mujeres ya representaban menos del 50%, y sólo pertenecían a mujeres un 21 % de las cátedras universitarias (o nivel profesional equivalente en Organismos Públicos de Investigación). Sólo un 17% de las 200 Universidades mejor posicionadas en los ranking internacionales están dirigidas por mujeres (una de cada seis), de acuerdo con un análisis de datos de Times Higher Education  (The World University Rankings, 2016). De las universidades estadounidenses incluidas en este ranking, un 36% están lideradas por mujeres, mientras que dicho porcentaje en Reino Unido es del 15%. Suecia es el país con la mayor proporción de mujeres liderando universidades incluidas en el ranking de las 200 mejores (4 de sus 6 universidades incluidas en dicha clasificación).

La representatividad de las mujeres en otros puestos de liderazgo de las universidades públicas en España, como decanatos y direcciones de departamento, tampoco mejora la situación que estamos señalando. Los decanatos y las direcciones de departamento recaen mayoritariamente en hombres. Solo un 27% de las Facultades/Escuelas o un 21% de los Departamentos Universitarios tienen a una mujer a la cabeza, tal como se puede ver en la Serie de Informes “Científicas en Cifras 2007-2015” del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad. Se observa una excepción a esta realidad en posiciones de liderazgo intermedias como Vicerrectorados o Vicedecanatos/Subdirecciones de Escuela. En estos cargos, el porcentaje sí alcanza un 40% como cabría esperar para todos los cargos.

¿Indican estos porcentajes en posiciones de liderazgo intermedias que la representación de las mujeres en los órganos de gobierno está mejorando?

Si analizamos qué hay detrás de este porcentaje, veremos que las responsabilidades asignadas a mujeres se limitan a ámbitos muy concretos. En el caso de los vicerrectorados (según se puede observar en las páginas webs de las universidades correspondientes), solo presentan un porcentaje mayor de mujeres vicerrectoras los dedicados a Estudiantes (68%), Relaciones Institucionales/Cultura (55%) y Estudios (50%) (Fig. 1).

¿Cuáles son las responsabilidades de los Vicerrectorados liderados mayoritariamente por mujeres?

En el caso del Vicerrectorado de Estudiantes, sus objetivos están relacionados con la admisión y matriculación de estudiantes, becas, movilidad, convalidaciones, etc. El Vicerrectorado de Extensión Universitaria se ocupa de la promoción de la cultura y el deporte, biblioteca, universidad de mayores, asociaciones culturales, cooperación al desarrollo y oficina verde. El Vicerrectorado de Estudios es responsable de la planificación de las enseñanzas, horarios, y calendario académico entre otros temas. Sin embargo, el porcentaje de mujeres vicerrectoras cae en picado si nos referimos a Vicerrectorados relacionados con la Investigación (26%), la contratación del profesorado (26,6%) o aspectos económicos generales de las universidades (17%).

¿A qué se debe la baja y sesgada representación de la mujer en puestos de liderazgo en la Universidad pública?

La baja representación de la mujer en los órganos de gobierno de las Universidades no es anecdótica, ya que también se produce en las empresas privadas o en el ámbito político. Además de baja, la representación de la mujer en los órganos de gobierno de la Universidad pública aparece claramente sesgada y dirigida a cumplir el estereotipo tradicionalmente atribuido a la mujer (e.g. educación, cultura, cooperación), como se refleja en los datos aportados. Este marcado desequilibro resulta aún más chocante teniendo en cuenta el supuesto compromiso con la igualdad de género que dicen asumir las instituciones públicas desde hace años. Lo que los datos revelan es que las mujeres estamos suficientemente bien preparadas para asumir las responsabilidades y el exceso de trabajo que suponen cargos de vice-dirección, pero no somos consideradas suficientemente buenas para representar la ‘cara’ de la institución, lo que implicaría mayor presencia en puestos de dirección.

Las mujeres hemos demostrado sobradamente nuestra formación, independencia y capacidad de liderazgo, pero la discriminación de sexo continuará patente mientras se siga planteando una igualdad basada únicamente en aumentar los porcentajes de participación de las mujeres en los órganos de gobierno de las universidades, pero sin que recaigan en ellas los puestos de máximo liderazgo. Hoy en día, podemos asegurar que tenemos por primera vez en nuestra historia una sociedad en la que los hombres y mujeres están igualmente preparados para gestionar, investigar, coordinar y liderar. Este cambio solo puede proporcionar ganancia en diversidad de ideas, de estilos y de puntos de vista. Las instituciones públicas tienen que liderar este camino y mandar un mensaje nítido que sirva de contrapeso a todo lo que actualmente aún contribuye a la solidez de los techos de cristal.

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