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Barbijaputa es el seudónimo de la articulista que encontrarás bajo estas líneas. Si decides seguir leyendo darás con artículos y podcasts sobre el único feminismo sensato que existe: el radical.

Sobre Kobe Bryant y la suspensión de empleo de Felicia Sonmez

Kobe Bryant, durante su último partido con Los Angeles Lakers en el Staples Center. (Wally Skalij/Los Angeles Times)

Barbijaputa

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Kobe Bryant y otras ocho personas murieron el pasado domingo en un accidente de helicóptero. El mundo entero se volcó en lamentar la pérdida de Bryant, célebre por haber sido jugador de la NBA. Alabanzas, loas y lágrimas casi unánimes en medios de comunicación y redes sociales.

Una periodista del Washington Post, Felicia Sonmez -imagino que con las tripas negras al ver el despliegue de lágrimas por un hombre que había confesado violar a una chica en 2003- decidió recordar que no sólo era un jugador de baloncesto, sino también un violador.

La explosión que se produjo en Twitter no creo que se le olvide nunca a esta periodista. Sólo hay que echar un vistazo a sus menciones para ver el nivel de odio, insultos y amenazas que sufrió por decir lo que muchas estábamos pensando. No sólo recibió violencia en masa en Twitter, también presión por parte del director del Washington Post para que borrara los tuits, cosa que acabó haciendo. Pero dio igual, porque como siempre sucede en esta red social, lo que dijiste te perseguirá gracias a las capturas de pantallas, como hace este periodista (al que nadie ha echado de ningún periódico por alimentar el acoso hacia una compañera mientras defendía a un violador sin ningún tipo de vergüenza):

En esto queda el #MeToo, el #YoSíTeCreo, etc. Toda la labor de la lucha feminista, de las mujeres de todas partes del mundo, de la valentía de las víctimas de violencia sexual en enfrentarse a su entorno: no valen nada cuando los hombres están embravecidos.

La chica a la que Kobe Bryant violó contó a la policía que el jugador la había agarrado del cuello y había abusado sexualmente de ella. “Le pedí que me dejara en paz y sé que me escuchaba porque cada vez que le decía que parase, me apretaba más fuerte”. Él, por su parte, negó tajantemente haber mantenido ningún tipo de contacto sexual con ella, hasta que la policía le hizo saber que habían encontrado su ADN. El cambio de estrategia de Bryant giró 180º y se disculpó: “Creí que los dos estábamos de acuerdo, ahora entiendo que ella no quería que aquello pasara y que no lo ve como yo. Tras meses de escuchar a su abogado y su testimonio, entiendo cómo le ha afectado”. Luego le pagó para evitar ir a juicio.

Ayer mucho se alegraban de que Felicia Sonmez hubiera sido apartada de su trabajo, muchos le deseaban directamente sufrimientos de diferentes índoles. Otros, para poder expresar su odio pero no avergonzarse demasiado a sí mismos por ello, se justificaban ante ella añadiendo frases tipo “tu tuit ha podido hacer daño a los familiares de Bryant”. Como si entre todas las lágrimas vertidas por medio mundo, aquel tímido recordatorio de Felicia fuera un volcán que lo inundara todo y no dejara espacio para nada más (y digo tímido porque lo es, yo ni siquiera me atreví a tuitear adivinando la avalancha que se me vendría, un tipo de autocensura de la que también habría que escribir). Como si el hecho de que lloraran a Bryant en todos los idiomas no dañara la sensibilidad de la chica a la que violó. Obviamente, esto de “puedes herir a sus familiares” no es más que una excusa para justificar la violencia que la periodista recibió. La motivación tras las agresiones a Felicia sigue siendo la misoginia, el machismo y la normalización de la violencia sexual. Y este trío se hace más fuerte cuando los agresores sexuales son conocidos por otras facetas. Ni que decir tiene que, si esa otra faceta es un deporte, la cosa se recrudecerá más.

Nos queda claro que la violencia sexual contra las mujeres sigue siendo un asunto menor, un conflicto privado, una nimiedad donde “a saber qué pasó realmente”. La violencia sexual contra las mujeres no es nada al lado del subidón que provoca un gol en el último minuto o un triple antes de que suene la bocina.

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