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Más allá de Federico: la Justicia investiga los crímenes del franquismo en el barranco donde fusilaron a Lorca

Los trabajos en el barranco de Víznar ya han permitido la exhumación de más de 120 víctimas del fascismo español

Álvaro López

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A Concepción Pertíñez, Concha para sus amigos, le raparon la cabeza y se la rociaron con aceite de ricino. “Con dignidad y la cabeza alta”, recuerdan hoy sus familiares, fue escoltada por la Calle Real de Santa Fe camino del barranco de Víznar (Granada), en el que sería el último trayecto de su vida. Apenas atesoraba unos 35 años y un hijo de diez que, tras ver a su madre, fue corriendo a buscar al cura del pueblo para reclamar clemencia.

Sus lamentos no surtieron efecto y Concha fue asesinada con un disparo de gracia al borde de una zanja. Era agosto de 1936 y tan sólo había transcurrido un mes desde el golpe de Estado fascista contra la II República. Hoy, casi 90 años después, la Fiscalía Provincial de Granada investiga su asesinato y el de varias decenas de personas como posibles crímenes de lesa humanidad. Sobre el barranco de Víznar han sobrevolado muchas historias -incluido el asesinato de Federico García Lorca-, pero es la primera vez que la Justicia rastrea en las fosas comunes para investigar los crímenes de lesa humanidad que el franquismo dejó allí enterrados.

El judicial es el resultado de cuatro campañas de exhumaciones en Víznar, lideradas por el arqueólogo de la Universidad de Granada (UGR), Francisco Carrión Méndez. Comenzaron en 2021 y se han alargado hasta este año, con la más que segura ampliación hasta 2025. Hasta la fecha, se han recuperado más de 120 cuerpos de un paraje conocido no sólo por las atrocidades del bando fascista, sino porque una de ellas fue la del asesinato de fusilamiento de Lorca, en el mismo mes en el que Concha Pertíñez, una socialista abnegada y luchadora por la libertad de las mujeres, fue asesinada en el mismo lugar.

Hace casi dos meses, el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, visitó el lugar y se comprometió a seguir “excavando hasta la última fosa del barranco de Víznar para restituir la dignidad de aquellos que fueron asesinados por defender la libertad”. No en vano, desde el Ejecutivo se han invertido 190.000 euros que se ampliarán, según confirma el Gobierno, hasta que se rescaten “todos los restos”. Un trabajo que completa la labor sobre el terreno y la investigación que la Fiscalía de Granada ha puesto en marcha.

Este procedimiento judicial se inició el pasado verano con la llegada de Dolores Delgado a la Fiscalía de Derechos Humanos y Memoria democrática. Desde la institución se solicitaron informes sobre las exhumaciones llevadas a cabo en las tres primeras campañas para determinar si había evidencias de muertes violentas. Al constatarse, mediante documentos remitidos por los propios investigadores, el Ministerio Fiscal ha iniciado la investigación por los posibles delitos contra la humanidad que pudo haber cometido el franquismo en el barranco de Víznar.

Hasta ahora, se han exhumado 17 fosas, en la última se ha encontrado que todos los cuerpos fueron arrojados a la tierra maniatados y con un disparo de gracia. Aunque en esta campaña lo que más ha llamado la atención ha sido el hallazgo de un niño de entre 11 y 14 años. “Encontrarlo fue muy duro para el equipo”, reconoce Carrión Méndez. Se calcula que, en total, habrá alrededor de 200 víctimas en todo el barranco, por lo que queda trabajo por hacer, aunque se confía que se hayan exhumado cerca de 150 al finalizar la campaña de este año, que empezó en enero y se prolongará hasta junio. Una labor titánica.

Un trabajo minucioso

Al respecto, familias como la de Concha no tienen duda. Su sobrina nieta, Encarna Pertíñez, pide que no se olvide lo sucedido “porque no se puede volver a repetir”. Su padre y nieto directo de Concha, que aún vive, está a punto de cumplir 97 y ha sido la pieza fundamental para recabar los datos que permiten saber que Concha fue fusilada en este paraje. “Tenía apenas 9 años cuando pasó, pero se acuerda mucho mejor de lo que debería y se prestó sin dudarlo para dar muestras de ADN”. Aunque por su edad ha perdido cierta esperanza de que se llegue a localizar a su tía abuela antes de que él fallezca, la familia confía en que el trabajo científico dé sus frutos. “El equipo que está trabajando es maravilloso”.

No obstante, la identificación de los restos es un proceso complejo, “que no es como una serie de CSI”, apunta Francisco Carrión Méndez. “Hay que cotejar muy bien los datos. No podemos hacer entrega con un 50 o un 60% de probabilidad porque tenemos que llegar mínimo a un 95%”. Los investigadores son conscientes de la ansiedad de los allegados y de que algunos familiares ya han desaparecido, pero ante todo prima a pulcritud de los trabajos.

Unos trabajos en los que también juega una pieza fundamental Francisco Carrión Jiménez, sociólogo e hijo del arqueólogo que lidera las exhumaciones. Él hace de puente entre los científicos y las familias para acotar la información y afinar la búsqueda de las víctimas. Una labor que también incluye la divulgación: “Estoy realizando una serie de entrevistas, tanto a familiares como a docentes y visitantes para que me hablen un poco de su perspectiva de cómo se produce la inclusión de la memoria histórica de estos episodios en las aulas, cómo está siendo su experiencia, también qué impresiones tienen sobre la acogida del alumnado, qué tipo de preconstrucciones o prenociones tienen ellos”.

La sombra de Federico

Historias como la de Concha Pertíñez son las que permiten saber el horror que tuvo lugar en el barranco. Su sobrina nieta explica que fue una mujer “muy adelantada a su tiempo”, que se rodeó de personajes ilustres en la Granada de principios del siglo XX como el político rondeño Fernando de los Ríos. “Vendía telas por la calle y ayudaba a quienes más lo necesitaban”, por lo que se ganó el cariño de Santa Fe, su localidad natal. La macabra casualidad quiso que fuese asesinada en el mismo lugar y en las mismas fechas que Lorca, que a su vez era un íntimo amigo de Fernando de los Ríos.

La figura del poeta es de la que más se menciona cuando se habla del barranco de Víznar, lo que para las familias y los investigadores resulta complejo. La sombra de Federico tiende a opacar a la del resto de las víctimas. “Lo llevamos con dignidad, pero nadie es más que nadie allí”, dice Encarna Pertíñez, sobrina nieta de Concepción Pertíñez, que a su vez también busca a otros dos tíos abuelos que también pudieron ser fusilados en el barranco. Por eso, cuando se acerca el final de las exhumaciones, la pregunta es inevitable: ¿qué pasa con Federico García Lorca?.

“Sabemos al 100% de seguridad que ni Lorca ni Arcoya ni Diáscoro Galindo ni Galadí -los cuatro fueron fusilados a la vez en agosto de 1936- se encuentran allí”, apunta Francisco Carrión Méndez. “Lo sabemos por testimonios recogidos que indican que seguramente sus cuerpos se encuentren en la carretera que va de Víznar a Alfacar. Ojalá encontrarlos algún día”. Por lo que es poco probable que los restos del poeta granadino más universal aparezcan en estas búsquedas. “La familia nunca se ha interesado por estas exhumaciones y, de hecho, la sobrina, Laura García-Lorca, ha llegado a decir que no había que remover la tierra”, señala Francisco Carrión Jiménez, el sociólogo que está datando la información de las víctimas.

“Nosotros estamos al servicio de la sociedad para que se recuperen los restos que llevan esperando las familias tantísimos años”, dice el arqueólogo jefe. Por fortuna, las condiciones del terreno han hecho que los cuerpos se conserven de una forma óptima para facilitar unas identificaciones que, en todo caso, son lentas. Si bien es cierto que entre los restos recuperados se encuentran los de 32 mujeres, que solían ser minoría entre las víctimas del fascismo español, lo que da cuenta de la magnitud de los crímenes que se llevaron a cabo en este barranco y a los que ahora, casi un siglo después, la justicia y la ciencia tratan de darle dignidad.

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