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Gobiernos de “machos ibéricos”

Elsa Artadi, una de las tres únicas mujeres del Govern Torra

Lina Gálvez

Una de las razones de por qué la Ley de igualdad aprobada en 2007 ha tenido un recorrido limitado es porque sencillamente no se aplica en su totalidad, siquiera por parte del gobierno que debe velar por su cumplimiento. La Ley para la igualdad efectiva 3/2007 de 22 de marzo, tiene en varios aspectos un carácter propositivo, y la redacción de muchos artículos incluye un “se procurará”.

El principio de paridad que establece que ningún sexo esté representado por debajo del 40% es obligatorio para la conformación de las listas electorales. Pero esta obligación no se traduce automáticamente en una representación paritaria en las cámaras legislativas o ayuntamientos si no hay voluntad política en los partidos al permitírseles un cierto margen para jugar con el orden de mujeres y hombres en las listas.

En cambio, en lo relativo a los nombramientos, la Ley habla de atender y de procurar. El artículo 52 establece que “el Gobierno atenderá al principio de presencia equilibrada de mujeres y hombres en el nombramiento de las personas titulares de los órganos directivos de la Administración General del Estado y de los organismos públicos vinculados (...) cuya designación le corresponda”. Igualmente, el 16 dice: “Los poderes públicos procurarán atender al principio de presencia equilibrada de mujeres y hombres en los nombramientos y designaciones de los cargos de responsabilidad que les correspondan”.

El principio de paridad es un principio profundamente democrático que intenta corregir la exclusión de las mujeres de la esfera pública del estado que es fundacional y estructural en la conformación de nuestros estados modernos. A pesar de ello, se sigue tolerando su vulneración como muy bien ha demostrado el señor Rajoy desde que llegó al poder en 2011, ya que siempre ha nombrado gobiernos que nunca han superado el 40% de mujeres.

En la Ley catalana de Igualdad de 2015, el parapeto para incumplir el principio de paridad pasa del verbo procurar al verbo promover: “promoure”. Y como sólo se habla de promoción, el President Torra, como el Presidente Rajoy, tampoco se siente interpelado por el principio de paridad, ni por las movilizaciones sociales que reclaman igualdad y representación paritaria. Porque el gobierno de Joaquim Torra tendrá solo 3 mujeres entre sus 14 miembros. No hace falta saber mucho de matemáticas para saber que 3 de 14 no suponen el 40%.

Para el conjunto de España, con datos de febrero de 2018, y por tanto, sin incluir el gobierno catalán que no estaba constituido, puede constatarse que no existe paridad. De los 69.280 cargos públicos de más alto nivel al frente de presidencias, ministerios, consejerías, diputados y diputadas, alcaldías o concejalías, tan solo 25.000 (36%) están ocupados por mujeres. El 64% de los ayuntamientos y el 59% de los gobiernos incumplen el mandato de que ningún sexo esté representado más allá del 60%. Lo que de facto quiere decir que en la mayoría de los gobiernos, las mujeres no llegan al 40%. Los legislativos son más paritarios que los ejecutivos, y cuando el pastel a repartir es más pequeño, menor es la presencia de mujeres. Que además, tienen un mayor nivel de rotación que los hombres.

El nuevo gobierno catalán empeora la proporción de mujeres, ya que en el gobierno de Torra sólo habrá un 21,4% de mujeres, muy por debajo de la media. La justificación siempre se encontrará. La opción clásica es la de “no las hemos encontrado”. Sólo hay que recordar la filtración que se hizo de una conversación de Luis Salvadó, ex secretario de Hacienda del anterior gobierno de la Generalitat, al respecto “Encontrar mujeres es misión imposible. Es más fácil inaugurar un auditorio que encontrar mujeres” (…)“Pues mira, a la que tenga las tetas más gordas se lo das y ya está. Y te quedas tan ancho”.

No obstante, es posible que en esta ocasión pueda haber un matiz que no debemos desdeñar. Es cierto que a los hombres les cuesta tradicionalmente compartir el poder con las mujeres, de ahí el machismo que rezuman las palabras de Salvadó y de los procesos de selección entre “chicos”. Pero no es menos cierto que formar parte de un gobierno que ya ha adelantado que va a estar bordeando la legalidad y que ha nombrado cuatro consejeros que, o bien están en prisión o fuera del país, conlleva un riesgo que es posible que muchas mujeres no estén dispuestas a asumir. Como las mujeres tradicionalmente hemos tocado poco poder, la realidad es que estamos menos apegadas al mismo. Además, si atendemos a lo que nos dicen las estadísticas, seguimos siendo las principales responsables del cuidado familiar y por tanto, más conscientes de lo que puede suponer nuestra ausencia –encarcelamiento o exilio dada la lamentable judicialización del conflicto catalán- para las personas que dependen de nuestro cuidado.

Aún así, esto no justifica la ausencia de mujeres. Y no habrían estado ausentes si la prioridad del gobierno de Torra fuese el resolver los problemas de las y los catalanes, y no la esterilidad de la confrontación política con el gobierno de Rajoy, otro gobierno cargado de testosterona.

Que el gobierno de España del Partido Popular apoyado por Ciudadanos incumpla el principio de paridad no tiene para mí nada de extraordinario. Ambas organizaciones han demostrado en contadas ocasiones su desprecio por el principio de paridad y algunas de sus herramientas como las cuotas o las listas cremallera. Pero que el nuevo gobierno de la Generalitat en el que también participa ERC, y que ha sido posible gracias a la abstención de la CUP, adelante al de Rajoy en testosterona, sí que tiene su miga.

Primero, hay que recordar las constantes declaraciones de ERC y sobre todo de la CUP en pro de la igualdad. El pasado 6 de marzo, en vísperas del 8M, todas las diputadas de ERC en el Parlament dieron una rueda de prensa exigiendo paridad en el futuro Govern y diciendo que estarían, en palabras de Carme Forcadell, atentas a su composición por género. Parece que no solo se la colaron con la constitución de la mesa del Parlament el pasado mes de enero donde solo se nombró una mujer de siete miembros, sino que ahora han seguido para bingo.

A excepción de Elsa Artadi que será la portavoz del Govern y consellera de Empresa i Coneixement, las otras dos mujeres que formarán parte del gobierno de Torra son de ERC, Ester Capella, al frente de Justícia, y Teresa Jordà, en Agricultura, Ramaderia, Pesca i Alimentació. Creo que para mantener una mínima coherencia con su ideario y con ese estar “atentas”, podían haber tomado nota del comportamiento de las catedráticas de derecho penal que se negaron a blanquearle la cara al Ministro Catalán en su propuesta de comisión para reformar los delitos sexuales. Catalán tuvo que rectificar. No veo a Torra haciéndolo. Debe ser difícil hacerlo cuando uno es tan superior a la mayoría de sus congéneres, aunque se comporte exactamente igual que ellos. Además, la propia participación de las dos consejeras de ERC avala su gobierno corto de mujeres.

Y la CUP, por mucho que ahora se rasgue las vestiduras, es quien con su abstención ha permitido el gobierno de un ultra conservador y supremacista como Torra. Un gobierno que con poco más de un 20% de mujeres está muy alejado de la república catalana feminista que en su retórica demanda la CUP, incluso utilizando un lenguaje femenino plural.

Y es que el relato independentista de defensa de la democracia, de una república de izquierdas, inclusiva y feminista, está muy lejos de la realidad. Muy sencillo, un gobierno no es democrático sino asume el principio de paridad. Y tres de catorce parece una proporción de otros tiempos. El principio de paridad no es ninguna tontería, por mucho que no se lo crean las derechas, incluido el partido más votado en Cataluña, Ciudadanos, y el que gobierna en España, el PP, y tampoco, la antigua Covergencia. El principio de paridad es profundamente democrático. Y quien no lo respete, sencillamente, no es demócrata

Muchas veces se dice que no hay diferencia entre la forma de gobernar de una mujer y de un hombre porque las mujeres que han liderado gobiernos o instituciones no se comportan de manera diferente a los hombres. Pero primero, como se ha explicado al inicio de este artículo, no se trata de eso. Y segundo, nunca hay que olvidar que la construcción del poder es tremendamente masculina. De eso hablamos cuando decimos que vivimos en una sociedad patriarcal.

Las mujeres para llegar a la cima de ese poder en cuya horma nunca vamos a entrar bien si no nos comportamos como varones, tenemos que demostrar que podemos jugar con esas reglas de juego testosterónicas que a nosotras no nos representan. Porque no se corresponden ni con nuestra experiencia histórica, ni con nuestra socialización, ni con nuestra exclusión.

Los estudios nos dicen que exceptuando a algunas mujeres con un fuerte liderazgo propio, la mayor parte de las que llegan a la cima del poder lo hacen de manera delegada o heredada y replicando comportamientos masculinos. Pero también nos dicen, que sólo cuando hay una masa crítica suficiente de mujeres y no estamos solas en ese poder, tenemos la posibilidad de ir cambiando las culturas, las políticas o las instituciones. De ahí que la paridad sea la base para cambiar el poder.

Las leyes de igualdad, a pesar de no haberse cumplido del todo, han dejado una herencia positiva en el plano legislativo y también en el social, fomentando el desarrollo de una cierta agencia común femenina que ha estallado en movimientos como el cuéntalo, el pasado 8M o el ejemplo de defensa y regeneración de lo público por parte de las mujeres de RTVE.

Y ahora se nos oye más fuerte cuando decimos que los gobiernos que no son paritarios no solo no nos representan sino que además no son democráticos. El independentismo catalán se ha equivocado con el gobierno de Torra porque ya no puede seguir manteniendo la retórica democrática que han intentado pasear por Europa y el resto del mundo. Los gobiernos sin paridad no son democráticos. Nancy Fraser dice que la transformación económica, social y política que defiende el feminismo tiene que girar en torno a las tres R, la de Redistribución, la de Reconocimiento y la de Representatividad.

Y el gobierno de Torra no parece que vaya a respetar ninguna. Ni la de redistribución porque es un gobierno de derechas. Ni la de reconocimiento porque no reconoce la diferencia, el charneguismo de parte de la sociedad catalana; ni la de representatividad porque parece que no se ha enterado que las mujeres somos la mitad de la población y que como dice Amelia Valcarcel, queremos la mitad de todo. También del poder…. Y por cierto, queremos esa mitad, para cambiar ese poder. Porque no queremos un poder donde gobierne la testosterona, ni en el Madrid que prolonga el 155, ni en la Barcelona que esteriliza la acción de gobierno nombrando consejeros que no pueden ejercer como tales.

Desgraciadamente, con estos machos ibéricos, y los que tenemos en las más altas instancias judiciales, veo difícil un arreglo a corto plazo del conflicto catalán. Torra se cree distinto y superior y Puigdemont habla en un “Gobierno moderno para un país moderno, al servicio de una sociedad abierta, europea”. Pero siento decirles que son igual de machistas que los “españoles”, y las estadísticas de participación de mujeres en los gobiernos, nos dicen que incluso más. A ver si se enteran de una vez, un gobierno que no sea paritario, ni es moderno, ni abierto, sencillamente porque no es democrático.

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