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El win-win de Sánchez

Pedro Sánchez y Quim Torra tras la reunión en el Palau de la Generalitat.

Neus Tomàs

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Pedro Sánchez no había pisado Catalunya desde el mitin final de la última campaña, el pasado 8 de noviembre. Hace dos semanas sobrevoló en helicóptero las zonas afectadas por el temporal 'Gloria'. Pero a diferencia de lo que hizo en otras comunidades también azotadas por la misma tempestad, no se acercó a hablar con las autoridades y vecinos de las poblaciones inundadas. Este jueves, el presidente del Gobierno ha regresado para reunirse con el president de la Generalitat, Quim Torra, y de paso, con otros representantes institucionales, entre ellos la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, así como con algunos representantes del ámbito económico. Todas ellas, también el encuentro con Torra, son reuniones que deberían considerarse normales y más teniendo en cuenta el peso que tienen tanto Catalunya como su capital, se calcule en PIB o en influencia política.

Es evidente que con unas elecciones a la vista será imposible progresar en serio en una negociación. Pero que Sánchez haya propuesto que la mesa de diálogo se pueda constituir antes de acabar este mes es un avance. Todo lo que no sea seguir retrocediendo es una buena noticia.

A los únicos que no les conviene que se exploren vías de solución son a aquellos partidos que necesitan instigar el conflicto, empezando por un PP que ha decidido, como siempre que está en la oposición, cambiar los hemiciclos por los juzgados. Su estrategia no resuelve nada, pero embarra el debate e incita el voto radical. El riesgo, como apuntan ya las encuestas, es que en Catalunya esta vez solo les sirva, tanto si van juntos con Ciudadanos como por separado, para dar entrada a Vox en el Parlament.

El último presidente del Gobierno que visitó el Palau de la Generalitat fue José Luis Rodríguez Zapatero. Y de eso hace ya más de 12 años. Sánchez había estado porque en marzo del 2016 se entrevistó con Puigdemont siendo secretario general del PSOE. En esa cita, el líder del PSOE aseguró estar dispuesto a un pacto constitucional con los independentistas que fuese votado por los catalanes e insistió en su rechazo un referéndum que se situase “fuera de la ley”.

Repasar todo lo que ha pasado desde entonces y la cadena de errores que han cometido dirigentes de todos los partidos serviría solo para persistir en el bloqueo, algo que los ciudadanos, voten lo que voten, no merecen. La idea de “recomenzar” que propone Sánchez parece un buen principio y acierta cuando resume que la última década ha sido lamentable.

Una encuesta dada a conocer este jueves por La Sexta indicaba que un 83% de los catalanes eran favorables a que Sánchez y Torra se reuniesen. La media en el conjunto de España de los partidarios de que ambos presidentes se vieran es inferior, del 57%. Además, siete de cada diez catalanes todavía reconocen a Torra como president. Ha sido inhabilitado como diputado, pero aún no hay sentencia firme del Supremo sobre su condena por haberse negado inicialmente a retirar los lazos amarillos del Palau de la Generalitat en periodo de precampaña electoral.

El PSOE y ERC han asumido una posición que tiene riesgos. El primero, evidente, es el de fracasar en el intento de desencallar el conflicto. Puede tener también costes electorales. Los últimos sondeos publicados señalan que los republicanos ganarían las elecciones catalanas pero menos cómodamente de lo que confiaban. Y que Junts per Catalunya, sin candidato aún y con una bronca indisimulada entre las diferentes familias que configuran este espacio, aguanta mucho mejor de lo que parecería previsible.

A Torra le gustaría poder aguantar hasta después del verano y que las elecciones fuesen entre septiembre y octubre. La temperatura siempre sube en época de efemérides y ninguna fecha como el 1-O para activar el voto independentista. Algunos estrategas de JxCat señalan el domingo 4 de octubre como el día preferido para celebrar los comicios. Pero aunque el decreto lo firme el president de la Generalitat, en este caso la última palabra la tendrá el Supremo cuando dicte la sentencia firme sobre la inhabilitación de Torra.

Así que quedan aún unos meses, no se sabe si muchos o pocos, en los que tal vez haya motivos para levantarse de la mesa. El interrogante es si una de las partes lo hará. Oriol Junqueras insiste en que, pase lo que pase, ellos seguirán sentados y Sánchez ha prometido que su voluntad de diálogo es “sincera”. Además, no le conviene ser quien se levante a no ser que quiera quedarse sin Presupuestos.

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