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Los nombres de la UNIA quiere poner cara e historia a los grandes personajes que jalonan los cursos de verano de la entidad universitaria. Personas de renombre académico en cada una de sus disciplinas y fundamentales para aportar en el debate general. Este site está respaldado por la propia Universidad Internacional de Andalucía. 

Marcos Castro: “La situación actual desembocará en una auténtica guerra del agua entre ciudades, agricultura y turismo”

Marcos Castro

Néstor Cenizo

Marcos Castro es profesor de Economía en la Universidad de Málaga, está especializado en economía ecológica, economía urbana y cooperación internacional, y su discurso se corresponde casi al milímetro con la presentación de su currículum en la web de la UMA: “Convencido de que otra economía es posible, se considera un economista comprometido con los problemas sociales y ecológicos de su tiempo, a los que dedica gran parte de su tiempo en seminarios, cursos y diversas formas de activismo social”.

Como profesor, pero también como economista comprometido, ha coordinado el curso de verano Cambio global: colapso o resiliencia ¿qué hacemos con la ciudad?, de la Universidad Internacional de Andalucía, en el que se ha tratado de ofrecer una visión multidisciplinar sobre cómo podrán afrontar las ciudades un futuro que ya está aquí.

El curso se centra en los efectos del cambio climático en áreas urbanas. ¿A qué se exponen las ciudades?

En el mundo, las ciudades concentran ya el 55% de la población mundial, y este dato sube al 80% en España. Las ciudades son el ámbito donde la población va a sufrir in situ las consecuencias del cambio climático y el resto de efectos derivados sobre los modos de vida, producción, transporte y habitabilidad, que llamamos cambio global.

El principal efecto es el aumento tan importante de las temperaturas, que se está produciendo mucho más rápidamente de lo previsto. Fernando Prieto, del Observatorio de Sostenibilidad, nos ha presentado datos que muestran cómo las temperaturas medias en Málaga han aumentado más de 1,6 grados en 75 años.

Se habla de olas de calor, pero serán más frecuentes en los próximos años. Según un reciente estudio, en 2050 el clima de las ciudades será muy distinto al actual. Londres será como Barcelona, Madrid como Marrakech y así. En general, las ciudades del hemisferio norte tendrán un clima como el de ciudades a más de 1000 kilómetros al sur. Como ha señalado Enrique Salvo Tierra en su ponencia, Málaga tendrá el clima de Orán o Trípoli.

¿Qué efectos tendrá sobre el abastecimiento de las ciudades?

Las ciudades no producen los recursos que consumen. Sin agua, sin energía y sin alimentos una ciudad no puede sobrevivir más allá de unas pocas semanas. Esto lleva a tres nuevas crisis en el contexto de cambio global que sufrimos: hídrica, energética y alimentaria.

El agua es ya un recurso muy escaso que enfrenta usos urbanos, turísticos y agrícolas, sobre todo en Andalucía. Sin embargo, no existe una política regional o urbana que incorpore los escenarios de cambio climático a la situación de estrés hídrico que se está produciendo ante las sequías continuadas. En un breve plazo, en torno a tres o cinco años, la situación actual desembocará en una auténtica guerra del agua entre ciudades, agricultura y turismo.

Las tres cuartas partes del consumo mundial de energía se hace en las ciudades y son energías fósiles. Ante el crecimiento urbano, la movilidad y las altas temperaturas, las necesidades energéticas no hacen más que aumentar, lo que agrava el problema de emisiones de CO2. La necesaria revolución energética ha de pasar por sustituir los combustibles fósiles por energías renovables, y por una reducción de los niveles de consumo finales, si no los números no cuadran. La energía se ha de generar en las propias ciudades, y ha de servir para empoderar a la ciudadanía, dado que la energía es un bien básico. Fernando Ferrando, presidente de Fundación Renovables nos comentaba que las compañías eléctricas del futuro serán nuestras propias casas, empoderando y poniendo en el centro del sector energético a los consumidores.

En relación a la alimentación, en el curso se ha hablado de promover la soberanía alimentaria en ciudades mediante soluciones desde la agroecología urbana. Como comentaba Kois de la cooperativa GARUA, en 2017 se contabilizaron 369 municipios con iniciativas de huerto urbano, frente a los 14 municipios que había en 2006.

¿Qué aire respiramos?

La contaminación del aire es la gran desconocida en las ciudades, produciendo más de 800.000 muertes al año en Europa. Un estudio plantea que la contaminación ambiental mata a 800 personas al año en Barcelona. Para el caso de Málaga se aprecian considerables diferencias en la calidad del aire por barrios, lo que está relacionado con las diferencias de hasta seis años en la esperanza de vida en función al barrio en que vivas, reflejando desigualdad socioeconómica e injusticia climática también. Resulta incluso delictivo que las ciudades no cuenten aún con un sistema de seguimiento de la calidad del aire por barrios que permita medir y avisar a la población de los episodios de alta contaminación. Mariano Sidrach, catedrático de la UMA, nos comentaba en el curso la necesidad de políticas públicas para reducir las emisiones del transporte motorizado, el puerto, el aeropuerto y la industria en Málaga, debido a que se encuentran a los mismos niveles de hace 14 años.

El título del curso es muy gráfico: ¿qué hacemos con la ciudad?

Actuar. Sobran ya análisis y argumentos que reflejan la urgencia climática y social ante el colapso del modelo de ciudad que estamos sufriendo y es el momento de actuar y afrontar de forma equitativa y compartida los retos ecosociales de la ciudadanía. La movilización ha empezado desde los colectivos que más van a sufrir la crisis global: los jóvenes de Fridays for Future. Ahora es el momento de unir agendas ecológicas y agendas sociales y definir el relato del modelo de ciudad que necesitamos, caminar hacia una ciudad resiliente (adaptativa) con criterios de justicia social y climática.

¿Es reversible el modelo actual?

En absoluto, es muy desigual. El objetivo actual de las ciudades está basado en crecer, competir, atraer turistas, digitalizarse, liderar rankings de Smart cities. Esta corriente del desarrollo urbano ha externalizado todos los costes ambientales y sociales del crecimiento urbano y nos ha llevado a la situación actual de desconexión con la naturaleza, donde somos más consumidores que ciudadanos. Tenemos que plantear un profundo cambio del modelo de gestión de la ciudad, priorizando la justicia social, ambiental y climática.

¿Cree que la tendencia actual tiende a la profundización de lo que ya existe, o se están empezando a aplicar herramientas de freno y reversión?

En los foros internacionales se habla mucho de economía circular y del nacimiento de un postcapitalismo basado en un crecimiento verde o green new deal que asegure empleo y permita alcanzar los objetivos de cero emisiones y descarbonización de las economías.

Personalmente, las limitaciones que veo a estos enfoque son dos: por un lado siguen planteando el crecimiento como objetivo central (cuando debería de ser la satisfacción de necesidades y la distribución equitativa de los tiempos de trabajo y cuidados), y de otra parte, se confía en la economía digital y la tecnología como vector de cambio para ser sostenibles. Sólo asegura la sostenibilidad de los que tienen acceso a esa tecnología, el resto del planeta o de la ciudadanía paga la factura.

A su juicio, ¿qué ciudad está haciéndolo particularmente bien? ¿Y en Andalucía?

En el libro Ciudades en Movimiento editado por FUHEM se enumeran ejemplos de iniciativas urbanas conscientes de la necesidad de buscar nuevos modelos. Los casos de Vitoria, Barcelona, y Madrid son sin duda destacables. En Andalucía poco podemos destacar salvo el éxito de Sevilla en materia de movilidad sostenible que ahorra mucha contaminación y enfermedades gracias a sus 180 kilómetros de carril bici.

 ¿Y Málaga?

A mi juicio, Málaga es hoy en día una ciudad demasiado globalizada donde imperan a sus anchas las leyes de una economía neoliberal basada en maximizar beneficio, y eso se nota incluso a la hora de vivir y gestionar una ciudad: pueden más las necesidades empresariales o de lobbies turísticos que las de los propios ciudadanos. Lo estamos viendo en cuestiones como el Bosque Urbano de Málaga, Arraijanal, la turistificación del centro histórico, el aumento de Cruceros o las empresas de patinetes invadiendo Málaga. Si no hay primero una conciencia social que genere la acción para reivindicar el derecho a la ciudad frente a la economía, poco podremos hacer.

Dice en la presentación que el curso trata de ofrecer respuestas para frenar o adaptarnos al cambio climático. Quizá durante años se ha tratado de ofrecer respuestas globales, con eficacia discutible. ¿Qué ventajas tiene adoptar un modelo que priorice la actuación local?

El cambio climático es un problema global pero generado a nivel local por las emisiones de nuestras ciudades, industrias, vehículos, aviones… Todos contribuimos silenciosa e invisiblemente a ello y ha llegado el momento de dejar de hacerlo porque los efectos ya no son sólo globales, con muertes o emigraciones climáticas en diversas partes del planeta, los efectos son ya locales con olas de calor, contaminación del aire, eventos extremos, etc. La vieja idea de Patrick Geddes de “pensar global, actuar local” se sustituye ante la “emergencia climática” por el “piensa local, actúa local”.

Hace ya décadas que se habla de la necesidad de actuar de manera urgente, y pese a todo se incumplen acuerdos internacionales que cuesta mucho lograr. La escasa percepción del riesgo, hasta ahora, juega en contra. ¿Qué se puede hacer para combatir esta dinámica?

Vivimos en unas ciudades y sistemas muy complejos, donde el cambio global es prácticamente invisible para la Economía, ajena a los efectos que, sobre la producción o el consumo, tienen los cambios en el clima, la desaparición de especies o la transformación de ecosistemas. El primer paso ha de ser adoptar un enfoque próximo a la economía ecológica, no para incluir los aspectos ambientales en la economía, sino al revés. Hemos de intentar que la Economía de nuestras ciudades saque un aprobado al menos en las asignaturas de primero de Ecología y de Ética. La acción de las administraciones públicas es vital. Nuestros ayuntamientos han de adoptar declaraciones de emergencia climática y establecer planes de acción de manera urgente.

Para quien vive en una ciudad del primer mundo puede que estos efectos sean difíciles de percibir. Porque son a largo plazo, porque afectan a otras zonas donde hay mayor escasez de recursos, porque al fin y al cabo la ciudad desde hace décadas está altamente contaminada. ¿Qué indicadores urbanos pueden servir para llamar la atención?

No es problema de indicadores, ya hay demasiados, es problema de solidaridad o justicia social y climática. La mayoría de la población dice que mientras no le toque a ella, adelante. Decía Upton Sinclair que “es difícil hacer que un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda”. En Málaga, desde el mismo Ayuntamiento de Málaga, el Observatorio de Medio Ambiente Urbano (OMAU) ha publicado unos informes muy preocupantes en materia de contaminación, inundabilidad, esperanza de vida y emisiones que justifican la urgencia de elaborar un plan de acción frente al cambio climático. Sin embargo, la agenda política de nuestra ciudad no refleja esta urgencia en absoluto, porque ello implicaría dejar de hacer exactamente lo que hacen, comportamiento habitual dado el cortoplacismo de la política en España.

Usted colabora a nivel local con los nuevos movimientos que alertan sobre la emergencia climática. ¿Qué se ha hecho hasta ahora? ¿Qué respuesta se ha recibido de la administración local?

Si, colaboro desde su formación con el movimiento estudiantil Fridays for Future y con Extinction Rebellion con más de 200 personas activas, algunas de las cuales han participado en el curso de verano. Desde mi posición como profesor universitario es fácil promover y participar en movimientos ciudadanos, pero resultan admirables esas personas, estudiantes, jubiladas, madres, trabajadoras por horas que, en condiciones muy precarias, dedican su tiempo y energía a luchar por resolver los retos Ecosociales de Málaga. Mientras estábamos celebrando el curso, una mañana la mitad de los asistentes se ausentaron durante una hora para ir al Ayuntamiento a realizar la petición de la declaración de emergencia climática en nombre de más de 20 organizaciones ecologistas y sociales. Esa misma mañana, a primera hora, algunas estuvieron intentando evitar el desahucio de una familia de cuatro hijos. Todo eso es cambio global y la ciudadanía está ganando consciencia y reaccionando. Falta que las administraciones la escuchen porque de otra manera dejarán de ser administración.

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