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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Primero de mayo: la lucha por el futuro

Manifestación por el Primero de Mayo.

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La historia del Primero de Mayo es la historia de la lucha de clases. La fecha conmemora a los mártires de Chicago, ejecutados a raíz de las huelgas, motines y revueltas que reivindicaban la jornada laboral de ocho horas en Estados Unidos en 1886. Su muerte, así como la de miles de represaliados, torturados y reprimidos, no cayó en saco roto y, a finales de aquel mismo mes, varios sectores de la patronal accedieron a reglar la jornada de ocho horas en Estados Unidos. Poco a poco aquel éxito se fue consolidando y extendiendo por el resto de América y de Europa. 

En el estado español la jornada laboral de ocho horas se logró después de una dura huelga en Cataluña, impulsada por la CNT en 1919, conocida como la huelga de la Canadiense. Tras 44 días de conflicto el objetivo se logró y España fue uno de los primeros países del mundo en consolidar este nuevo derecho por ley, aunque se mantenía en 48 horas semanales. Una segunda república y una dictadura después, en 1983 se acordó reducir la jornada laboral hasta las 40 horas semanales. 

Hace más de 100 años que la clase trabajadora consiguió limitar las horas de trabajo al día. Hace más de 100 años que ganábamos tiempo de vida, de ocio, de cuidados y de disfrute. Pero, precisamente porque han pasado más de cien años, se hace imprescindible que avancemos aún más y que logremos reducir la jornada laboral sin ver mermados los salarios. Porque, además, todo lo que no sea avanzar puede suponer retroceder. Los derechos y las victorias nunca son definitivas y, como nos recuerda la agenda y el programa turboliberal, siempre podemos trabajar más horas y cobrar menos. 

En cualquier caso, el trabajo asalariado supone un tipo especial de violencia hacia los y las trabajadoras. Lo es porque nos arranca lo que generamos con nuestras manos para que unos pocos se enriquezcan de ello. Lo es porque nos roba tiempo de ocio y de disfrute, sea en soledad o junto a nuestros seres queridos. Lo es porque nos enferma y nos mata: sólo en 2022, en el estado español, murieron 826 personas en accidentes laborales. En el primer trimestre de lo que va de año, sólo en Euskadi vamos ya por doce muertes en el trabajo. A veces (sólo a veces) el sindicato es la mejor medicina contra el estrés y la ansiedad que suponen unas condiciones de trabajo leoninas y abusivas.

Decía Iñigo Errejón que la lucha de clases es, fundamentalmente, una lucha por el tiempo de vida. En este Primero de Mayo, la mayoría de sindicatos y colectivos reivindican abiertamente la reducción de jornada laboral, la medida estrella de nuestro tiempo. En el conjunto del estado la medida gana adeptos cada día que pasa y, a base de insistir, se hace más deseable y, sobre todo, se intuye más posible. De hecho, supondría una decepción para un cada vez mayor sector de la clase trabajadora que esta medida no llegara a buen puerto o que se quedara excesivamente rebajada en el fondo y en el contenido una vez que llegue al BOE. 

Un sindicalismo más fuerte para afrontar el futuro

Euskadi ha sido, tradicionalmente, uno de los territorios con un mayor grado de sindicación y número de huelgas, algo que ha lamentado profusamente el, previsiblemente nuevo lehendakari, Imanol Pradales. Sin embargo, ha sido esa alta sindicación e historia de confrontación y lucha lo que ha permitido parar buena parte de los golpes que la patronal ha intentado asestar a los y las trabajadoras y, a la vez, avanzar tímidamente en conquistas de derechos y mejores condiciones laborales.  

Sin embargo, necesitamos un sindicalismo todavía más fuerte y potente para enfrentar los retos que están por venir. Y, sobre todo, un sindicalismo que, como ya están haciendo numerosos sectores del movimiento obrero estadounidense, ayuden a crear alianzas entre la defensa de los derechos laborales y la transición ecológica. Como, por cierto, ya ha hecho el comité de empresa de Mecaner, presentando un plan de transición eco social para evitar el cierre de la empresa.

 Seguramente nunca nos repitamos demasiado al decir esto: luchar contra la emergencia climática nunca, jamás, supondrá atentar contra los derechos de los y las trabajadoras. Al contrario: necesitaremos una ingente cantidad de fuerza de trabajo, que deberá estar bien remunerada y contar con amplios derechos laborales, para poder afrontar el enorme reto que supone la transición verde que, sí o sí, deberemos afrontar. De hecho, ninguna transición verde será digna de tal nombre si deja por el camino a cientos de miles de personas. 

Tampoco nos llamamos a error ni pecamos de ingenuos. Un sindicalismo fuerte entrará, a menudo, en confrontación con los sectores más conservadores del gobierno y con los poderes económicos y empresariales, más reticentes a los avances sociales, laborales y ecologistas que necesitamos. Pero también encontrará alianzas en los sectores que pretenden avanzar más en la defensa de los y las trabajadoras, en ganar tiempo de vida, en vivir mejor. 

Esa confrontación y esas alianzas son necesarias para poder avanzar más fuerte y más lejos hasta alcanzar nuevas y más ambiciosas transformaciones. 

Y las necesitamos. Necesitamos esas transformaciones y esas victorias. Porque, hasta la fecha, la historia del primero de mayo ha sido la historia de la lucha de clases. Una historia que debe seguir sumando victorias (como la de los mártires de Chicago, como la de la huelga de la Canadiense) para que podamos seguir no sólo viviendo, si no para poder hacerlo mejor.

 No hemos venido a este mundo para arrastrarnos al trabajo, hasta arriba de calmantes, con el cuerpo dolorido y el estrés por las nubes. No es a lo que aspiramos. Hemos venido a este mundo a tener vidas buenas y plenas que merezcan la pena. Y a eso nos encomendamos hoy y el resto de los días.

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