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Ciudadanos va a por todas

Albert Rivera junto a Inés Arrimadas

Carlos Elordi

Ayer por la mañana sí que se producía una noticia política de verdad. El anuncio por parte de Ciudadanos de que no solicitará una nueva prórroga al plazo de enmiendas al proyecto de derogación de la Ley “mordaza” aprobada por la oposición rompe el bloqueo parlamentario orquestado desde hace meses por el PP con el apoyo del partido de Albert Rivera. Y es probablemente el inicio de una nueva dinámica política que puede llevar a situaciones hasta ayer mismo insospechables.

Ciudadanos no podía romper un pacto de gobierno con el PP porque éste no existía ya que en octubre de 2016 lo único que apoyaron conjuntamente ambos partidos fue la investidura de Mariano Rajoy. Pero lo anunciado ayer puede tener resultados similares y llevar a un adelanto electoral si Ciudadanos no se echa para atrás y mantiene la línea de ruptura. Y aunque en la política española siempre es arriesgado hacer pronósticos, casi todo indica que esto último es lo que va a ocurrir.

El éxito del partido de Albert Rivera en las elecciones catalanas fue el comienzo de este nuevo proceso que puede llevar al PP a la oposición y a Rajoy al retiro definitivo. En la campaña electoral catalana ya aparecieron claras las intenciones del partido naranja de distanciarse del PP. Pero solo el formidable resultado obtenido el 21 de diciembre le ha permitido concretarlas. Cada vez con menos contemplaciones.

Ciudadanos nació para arrebatar al PP la hegemonía del centro-derecha. Ese es el objetivo que da sentido a su trayectoria política y sus no pocos erráticos movimientos, unas veces hacia la derecha y otras hacia el centro, pero siempre en la línea de proponer una alternativa a corto, a medio o a largo plazo, al partido de Mariano Rajoy. Apropiándose también a tal fin de la mayor franja posible del espacio electoral del PSOE.

Nunca ha dado marcha atrás en ese camino. Y no ha dejado de sumar adhesiones en su empeño. Sobre todo desde que le fue tan bien en las catalanas, al tiempo que el PP sufría una derrota ignominiosa, que aunque no se ha querido abundar mucho sobre ello, equivalía prácticamente a una sentencia de muerte.

Porque si es verdad, y es verdad, que en buena medida Catalunya es también un escenario de la política española, hace ahora poco más de cinco meses, el partido de Mariano Rajoy fue prácticamente borrado de la misma en las elecciones con más alta participación de la historia de las autonómicas. Quienes votaron a Ciudadanos en las mismas lo hicieron contra el independentismo, claro está, pero también para que el PP dejara de tener las riendas de la situación.

Lo consiguieron. Y su mensaje se transmitió inmediatamente al todo el espectro del centro-derecha español y puede que también a una parte no despreciable de los demás territorios políticos. Las encuestas lo han venido confirmando desde entonces. Alguna incluso ha concluido que Ciudadanos ya está por encima del PP en intención de voto en toda España. El último CIS andaluz concluye que es el segundo partido en esa región. Y distintas fuentes aseguran que sondeos locales apuntan a que el partido naranja podría arrebatar varias alcaldías importantes al PP en las próximas municipales.

Además están los apoyos fácticos. Es prematuro asegurar que Ciudadanos es el partido del IBEX 35. Porque las grandes empresas que forman parte de ese índice son muchas, con intereses muy diversos y no es fácil conseguir su adhesión a la causa sin largas y complejas negociaciones que aunque es probable que estén en curso seguramente aún no han concluido. Pero, aparte de algunas declaraciones favorables a Ciudadanos por parte de exponentes de ese ámbito, el apoyo manifiesto que dos diarios tan vinculados a ese mundo, y en particular a la banca, como El País y ABC, indican que al menos una parte importante del mundo del gran dinero ya ha dado la espalda a Rajoy y se ha apuntado a Rivera.

Sin todas esas seguridades en la mano, Ciudadanos no habría dado el paso de este martes. Porque ese anuncio supone dejar solo al PP en el parlamento. La ley mordaza (de Seguridad Ciudadana) puede ser ahora derogada. Y más adelante también las que se refieren a la prisión permanente revisable, la limitación de la justicia universal y la discriminación del colectivo LGTBI, todas ellas aprobadas por la oposición y hasta ahora bloqueadas por la mesa del Congreso.

Eso por no hablar de nuevas iniciativas legales que obtuvieran similares mayorías. En cualquier país normal, una situación así, en la que el gobierno no sólo no es capaz de legislar –por ejemplo, no puede aprobar el presupuesto-, sino que está obligado a asumir una derrota legislativa tras otra a manos de la oposición, llevaría automáticamente a la disolución del parlamento.

¿Estamos aquí en eso? Puede que sí, que Ciudadanos haya decidido finalmente no someterse al calendario electoral de Mariano Rajoy, que quiere que primero se celebren, dentro de un año, las municipales, en la que espera recuperarse, y más tarde las generales. Y que las legislativas se celebren cuanto antes.

Visto fríamente la crisis catalana no debería entorpecer ese adelantamiento. Porque a menos de que provoque una nueva explosión, como le está pidiendo su delegado catalán García Albiol, Rajoy ya no puede hacer nada que modifique ese panorama. Y sea como sea, más pronto o más tarde habrá nuevo gobierno de la Generalitat en manos de los independentistas. Albert Rivera puede esperar hasta estar instalado en La Moncloa para hacer frente a ese dramático asunto. Nada sustancial va a cambiar en el mismo de aquí a fin de año, que es el periodo en el que podrían celebrarse las generales españolas.

Desde ayer ese escenario es perfectamente posible. Y aunque otra cosa es que se verifique, no parece que Rajoy y los suyos dispongan en estos momentos de instrumentos para revertir la dinámica que en condiciones normales les aboca a la oposición. Están superados por los acontecimientos, desacreditados hasta entre los suyos y cualquiera de los intentos de respuesta que han ensayado en los últimos tiempos ha sido, como poco, patético.

Un partido como ese no va a entrar en un gobierno presidido por Albert Rivera. Incluso aunque el PP consiguiera mantenerse por la mínima como primer partido, algo que los estrategas de Ciudadanos deben de considerar muy improbable a la vista de sus últimas decisiones. Lo más probable por tanto es que el futuro gobierno sea de coalición entre Ciudadanos y el PSOE.

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