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ABC recrimina a El País por morirse antes de tiempo

José Sanclemente

El consejero delegado de Vocento, Luis Enriquez, editor del periódico ABC, escribía un artículo en su diario titulado 'La otra transición' en el que criticaba abiertamente, sin citarlo, a Antonio Caño, director de El PAÍS, por “anticipar el diagnóstico terminal de su negocio tradicional” y acusaba al sector de los periódicos de sufrir un trastorno de personalidad que les conduce a la automutilación.

Es cierto que Caño dijo que daba por hecho que la compra del periódico en el kiosco se reducía a una minoría y que el trasvase al digital era constante. “Publicaremos el diario impreso mientras sea posible”, manifestó el director en una carta abierta a la redacción, pero entre tanto los planes de PRISA pasarán por priorizar la edición digital sobre la de papel y para ello no solo se efectuarán cambios organizativos sino que invertirán con decisión en la tecnología necesaria para acometer la otra transición de la que habla Enriquez.

El directivo de ABC se resiste a ver el final de su diario impreso pese a los descensos de ventas y publicidad que viene sufriendo año tras año, como el resto de periódicos; también a pesar del envejecimiento de sus lectores que dejan de acudir a los puntos de venta.

La defensa a ultranza de las ediciones impresas de los periódicos no debe ser objeto de ofuscación por parte de los editores y no valen las comparaciones que hace Enriquez con otros sectores que consiguieron la transformación de su negocio sin perder el tradicional. No es comparable con el de la banca on line o con el de la telefonía que ofrecen otros servicios agregados sin renunciar a las oficinas físicas de la red bancaria o a las llamadas telefónicas de siempre. Ni siquiera se puede comparar, como lo hace el consejero delegado de Vocento, con el de las televisiones que se adaptan a los contenidos a la carta bajo demanda sin renunciar a la programación generalista.

Podía Enriquez haber escogido el ejemplo de la empresa Kodak que a pesar de ser la primera que descubrió la fotografía digital decidió no desarrollar ese negocio para no hacerse la competencia con su negocio tradicional de los carretes fotográficos de revelado en papel. Kodak quebró y hoy es un negocio mucho menor en el sector de la impresión.

Uno de los problemas de los periódicos tradicionales es que fueron muy proteccionistas ante la llegada de Internet. Querían conservar a toda costa a “sus lectores” y a “sus anunciantes” sin exponerse a las nuevas tecnologías a las que consideraban de alto riesgo para su negocio. No se dieron cuenta de que otros advenedizos supieron interpretar a sus clientes y les dieron aquello que demandaban en cada momento. Los periódicos no se han caracterizado por querer conocer los gustos de sus lectores, a los que las nuevas empresas como Google llamaron usuarios. Así se fueron perdiendo los anuncios clasificados y la publicidad convencional en favor de las empresas tecnológicas. Los amigos ya no se hacían entre los suscriptores de los periódicos sino en Facebook y las cartas al director no servían de gran altavoz teniendo la opción de crear una cuenta en Twitter.

Los periódicos impresos han ido muy por detrás de los lectores y de sus preferencias. Hace tiempo que tiraron la toalla y no lo quieren reconocer. Los editores que no quieran darse cuenta de ello pueden seguir peleando infructuosamente en un combate que tienen perdido.

Pero a estas alturas no vale solo el reconocimiento de que a partir de ahora todo va a cambiar, incluso la distribución de las mesas de la redacción, porque muchas empresas periodísticas llegan a “la otra transición” exhaustas, con las redacciones mermadas y con excesivas deudas financieras, pero sobre todo con más compromisos con el poder que con sus lectores, y eso no lo arregla ni siquiera la tecnología más avanzada.

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