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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
Sobre este blog

En este blog se agrupan intelectuales, académic@s, científic@s, polític@s y activistas de base, que están convencid@s de que la crisis de régimen que vivimos no podrá superarse si al mismo tiempo no se supera la crisis ecológica.

Queremos que la sociedad, y especialmente los partidos de izquierda y los nuevos proyectos que hoy se están presentando en nuestro país, asuman alternativas socioeconómicas que armonicen el bienestar de la población con los límites ecológicos del crecimiento.

Coordinan este blog José Luis Fdez. Casadevante Kois, Yayo Herrero, Jorge Riechmann, María Eugenia Rodríguez Palop, Samuel Martín Sosa, Angel Calle, Nuria del Viso y Mariola Olcina, miembros del grupo impulsor del manifiesto Última Llamada.

La sensatez ecologista del PP

Aznar alerta de la "tentación" ante el 26J de "polarizar" a los españoles

José Luis Cazador

Atención, propuesta: “construir una política energética que mire a largo plazo, aproveche al máximo nuestros recursos, impulse la creación de empleo, haga la energía más accesible para todos y colabore en la lucha contra el cambio climático de forma eficiente”. Suena bien, ¿verdad?

Podría haberlo planteado algún dirigente verde, pero pertenece al programa electoral del PP. Esto puede parecer raro, pero lo cierto es que el ecologismo es una ideología que impregna de forma trasversal a todos los partidos. Tanto, que hoy en día sería un suicidio declararse abiertamente antiecologista. El mejor ejemplo es el propio Rajoy: en 2007 negaba el calentamiento global porque se lo había dicho un primo suyo, pero en 2015 dijo tras la Cumbre del Clima que el cambio climático “es el mayor reto ambiental al que nos enfrentamos”.

Entonces, ¿es el PP ecologista? Si entendemos como ecologismo cierta sensibilidad entorno al concepto de “desarrollo sostenible”, la respuesta es sí, pues su programa está plagado de propuestas que siguen esa línea. De hecho, fue José María Aznar quien creó el Ministerio de Medio Ambiente en España en 1996 -aunque Rajoy lo eliminó en 2011 junto a la secretaría de estado de cambio climático-.

Sin embargo, todos sabemos que una cosa es lo que se dice y otra lo que se piensa. Por tanto, la pregunta correcta es: ¿qué tipo de ecologismo propugna el PP? La respuesta la tiene Verónica Lipperheide, asesora de política de medioambiente de Aznar, que escribió un libro prologado por el expresidente y titulado “El ecologismo sensato”.

La idea de base de este ecologismo es conservar el medioambiente a través de la defensa de los derechos de propiedad. Ponen como ejemplo que las reses bravas siguen existiendo porque “los empresarios de la fiesta nacional se encargan de cuidarlas”. En él, según Aznar, el papel del Estado sería únicamente establecer un marco legislativo. Después, el mercado se convertiría en un “aliado” del medioambiente a través de su mecanismo de precios. La conciencia ciudadana es, de este modo, tanto o más importante que la legislación.

Ahí radica precisamente la primera trampa de este planteamiento: equiparar las responsabilidades de la ciudadanía sobre la degradación del entorno con las del oligopolio energético. Por supuesto que hay que reciclar y ahorrar agua, pero merece la pena recordar que el cambio climático no es responsabilidad de la especie humana en su totalidad, sino de un modo concreto de organización socioeconómica: el capitalismo.

¿Cómo han conseguido que la ideología que provoca el desastre parezca su salvadora? La respuesta está en FAES, su laboratorio de ideas. En él elaboran un argumentario para conseguir casar las ideas antiecológicas con su pretendido programa verde.

Desde el think tank publicaron a principios de siglo un texto llamado “La globalización” en el que exponían que “como los comunistas, los ecologistas son contrarios al progreso y el bienestar humanos. Su enemigo común es el capitalismo; para unos porque produce ‘desigualdades’, y para los otros porque ‘explota’ la Tierra. Como buenos totalitarios sus armas son el terror y la mentira”.

Así consiguen la hegemonía de su discurso, mediante un planteamiento gatopardesco: “que todo cambie para que nada cambie”. Igual que pasó con el comunismo, lograron convencer a la gente más alejada de la política de que considerara antisistemas a quienes defienden un nuevo modelo económico –o utópicos cuando consiguieron relegarlos a la nada-.

De hecho, Aznar afirmaba que “cuando los ecologistas se desprendieron del radicalismo izquierdista consiguieron llevar tras de sí a más gente y recaudar más fondos, que han permitido que la defensa del medioambiente tenga más fuerza y mejores resultados reales”. De este modo vaciaron el significado original del ecologismo cuando empezaba a ser una amenaza, e impusieron su framing sobre conceptos como la sostenibilidad para hacerlos suyos. La clave, por tanto, no está tanto en lo que dicen como en lo que no dicen.

Por ejemplo, en su programa electoral defienden las energías limpias pero callan respecto al fracking, las prospecciones o las arenas bituminosas. También afirman que la Ley de Montes servirá para garantizar su sostenibilidad, pero no avisan de que permite la urbanización de terrenos forestales quemados. O prometen que la Ley de Costas aumentará la protección del litoral, sin mencionar la amnistía a miles de edificios situados en dominio público.

En otras cuestiones se terminan adivinando sus verdaderas intenciones, pues es imposible jugar a dos bandas: es el único partido que defiende sin reservas el TTIP y las nucleares, algo que no debe sorprender viendo la procedencia de sus dos últimos ministros con competencias de medioambiente. Arias Cañete es un empresario petrolero y Tejerina tuvo un alto cargo en una empresa de fertilizantes con graves delitos ambientales. Las prioridades de ésta última quedaron claras hace unos meses cuando se ausentó de la Cumbre del Clima para estar presente en un acto electoral en Peñaranda de Bracamonte (Salamanca).

El colmo de la hipocresía es que no sólo no se plantean derogar el impuesto al sol, sino que para mitigar los “efectos” del autoconsumo eléctrico proponen en FAES que el Estado regule los costes y “una vez que se hayan establecido unas reglas equilibradas para todos los agentes, será la libre iniciativa quien decida qué tecnologías se establezcan y cómo”. Es decir, recurren al Estado cuando el monopolio de las eléctricas se ve amenazado pero vuelven al libre mercado cuando se mitiga el “peligro”. ¡Olé!

Han logrado que contradicciones como estas, o la censura de “El escarabajo verde” en TVE hasta después de las elecciones, se vean como algo normal por el común de la población. En el PP la conservación del medioambiente se supedita al beneficio económico, aunque pretendan dar otra impresión. Es el momento de mirar a Austria y recordar que los proyectos verdes –en nuestro país Unidos Podemos por el impulso de Equo– son la única solución a la crisis. El PP propone un ecologismo sensato, pero lo sensato para el ecologismo es no votar al PP.

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En este blog se agrupan intelectuales, académic@s, científic@s, polític@s y activistas de base, que están convencid@s de que la crisis de régimen que vivimos no podrá superarse si al mismo tiempo no se supera la crisis ecológica.

Queremos que la sociedad, y especialmente los partidos de izquierda y los nuevos proyectos que hoy se están presentando en nuestro país, asuman alternativas socioeconómicas que armonicen el bienestar de la población con los límites ecológicos del crecimiento.

Coordinan este blog José Luis Fdez. Casadevante Kois, Yayo Herrero, Jorge Riechmann, María Eugenia Rodríguez Palop, Samuel Martín Sosa, Angel Calle, Nuria del Viso y Mariola Olcina, miembros del grupo impulsor del manifiesto Última Llamada.

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