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¡Ahora que ella no está!

Antonio Álvarez Bernal

El vacío y el silencio de la casa pesan sobre mis hombros como sacos de cemento que debo transportar, y también tratar de ir reduciendo según avanzan los días. Superar su ausencia, vivir sin ella, es como tragar bolas de alquitrán que la soledad ha ido dejando depositadas en la piel de mi lengua. Dicho con otras palabras: acabo de perder a la persona que me ha acompañado durante años, compartiendo hijos, penurias, alegrías, emociones, proyectos comunes, ratos de felicidad y también los menos amables, esos que brotaron junto a nosotros cuando despertó su enfermedad...

Veinticinco días después de su fallecimiento, el de mi compañera, me llega la notificación de la concesión, por parte de ustedes: ‘Administración Pública que se sostiene con el dinero de todos’, de la concesión del “Grado Máximo de Dependencia”, después de haberlo estado esperando durante tres años, además de la Resolución aprobada el 15 de abril de 2015, que, por cierto, y para asombro de gente común como lo soy yo, nunca llegó. Dicho lo cual, pueden hacerse una idea de la indignación, enfado, impotencia e instintos poco nobles que crecen en mí...

El siguiente planteamiento me descoloca: ¿Cómo es posible que, según para lo que sea, la base de datos se les actualice de inmediato o no? Porque, una persona se muere, y al mes siguiente −como debe ser− deja de percibir su pensión. Entonces, ¿cómo se entiende que, al mes casi de faltar mi esposa, le otorguen el “GMD”?. Esto, por decirlo de una manera suave, me parece una verdadera negligencia por parte de ustedes. Así como, una falta absoluta de responsabilidad, coherencia, coordinación entre los departamentos implicados, y la más humana de las carencias: la sensibilidad.

Estos tiempos convulsos que vivimos revestidos de corrupción, copagos, recortes −que sufren los mismos de siempre−, oportunismo, tergiversación, descredibilidad, mafia propagandística, y un infinito etcétera, les sirva a ustedes, ahora, en plena campaña electoral, para hacer análisis de buenas intenciones. No pueden pedir mi voto cuando se comenten errores como el reseñado anteriormente. ¿Imaginan por un momento, si todo hubiera llegado a tiempo, la ayuda que habría supuesto eso para mejorar la calidad de mi compañera, en vida? ¿Sabrían cuantificar el esfuerzo que se realiza para mover un cuerpo casi inerte? Por no hablar del desgaste psicológico que padece el cuidador.

No pienso perder la educación en este escrito, no he mamado de esa leche, pero quiero ayudarles a pensar. Verán, hagamos una cosa: cierren los ojos, respiren profundamente, dejen que mis palabras les guíen por un mundo desconocido al suyo, y ahora traten de mover los brazos, las piernas, el intestino, la lengua, la voz, los ojos... Noten cómo algo que no manejan, que no controlan, que se les escapa..., les impide hacerlo. De repente han pasado de ser autónomos a no tener control de su anatomía. Buscan otro semejante que haga por ustedes aquello que les resulta imposible realizar, alguien cercano que lo haga con generosidad, pero las cosas que duran exprimen y agotan. Lo ven, ahora sí que les oigo gritar y pedir ayuda de la Administración. ¿Cómo se quedan? Jodidos, ¿verdad?

Tengan más cuidado, las personas en general somos un material muy sensible con el que no se juega.

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