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The Guardian en español

Por qué todos deberíamos trabajar cuatro días a la semana

Disminuir la semana laboral a cuatro días podría aportar grandes beneficios

Owen Jones

Imagina que hubiese una sola medida que pudiese disminuir drásticamente el desempleo y la precariedad, abordar problemas de salud, desde el cansancio mental a la hipertensión, aumentar la productividad, ayudar al medioambiente, mejorar la vida familiar, potenciar que los hombres contribuyan más a las tareas domésticas y hacer más feliz a la gente. Suena a fantasía, pero existe y está pendiente: la adopción de la semana de cuatro días.

La liberación de los trabajadores del trabajo excesivo era una de las demandas pioneras del movimiento laborista. Entre los escombros de la guerra civil, el sindicalismo estadounidense defendió la jornada de ocho horas, “la campaña por las ocho horas, que se extendió como una locomotora desde el Océano Atlántico hasta el Pacífico, de Nueva Inglaterra a California”, en palabras de Karl Marx. En 1890, cientos de miles se presentaron en Hyde Park en una histórica protesta pidiendo lo mismo. Es una causa que necesita ser recuperada con urgencia.

Muchos británicos trabajan demasiado. No son sólo las 37,5 horas semanales que hacen, de media, los trabajadores a tiempo completo, también son las horas extras no remuneradas. Según el Congreso Sindicalista (TUC por sus siglas en inglés), los trabajadores realizaron 2.100 millones de horas extra no remuneradas: unos 37.400 millones de euros al año de trabajo gratis.

Esta sobrecarga de trabajo causa daños importantes. El año pasado, 12,5 millones de días laborales se perdieron por estrés, depresión o ansiedad laboral. Con diferencia, la causa más recurrente –en alrededor del 44% de los casos– era la carga de trabajo. El estrés puede aumentar el riesgo de todo tipo de problemas de salud, de hipertensión a derrames cerebrales. Algunos estudios sugieren que incluso aumenta el riesgo de consumo excesivo de alcohol. Luego está el coste económico: más de 5.000 millones de euros al año, según la Autoridad de Salud y Seguridad en el Trabajo. No es de extrañar que el experto en salud pública John Aston se encuentre entre los que sugieren que una semana de cuatro días podría mejorar la salud del país.

Así que el nuevo llamamiento del thinktank Autonomy Institute a una semana de cuatro días es muy bien recibido. “Queremos cambiar la perspectiva de la gente, a mejor trabajo pero en menos cantidad”, dice Will Stronger. En efecto, una muy dañina distribución del trabajo marca nuestra sociedad. Mientras que hay unos que trabajan demasiado, con consecuencias negativas para la salud y la vida familiar, hay unas 3,3 millones de personas con trabajos precarios que quieren más horas laborales. Una semana de cuatro días forzaría a la distribución de estas horas, para beneficio de todos. Esto sería aún más importante si la introducción de maquinaria en sectores como el de la manufactura, la administración o las ventas, crea aún más trabajos precarios, con sueldos bajos y pocas horas.

Una semana de cuatro días también podría ayudar a vencer el cambio climático: como señala el thinktank New Economics Foundation, los países con semanas laborales más cortas son proclives a reducir sus emisiones de carbono. Tampoco es una sugerencia que vaya a destruir la economía. Los trabajadores holandeses y alemanes trabajan menos que nosotros y tienen economías más fuertes que la nuestra. Podría incrementar la productividad: indicios sugieren que si trabajas menos horas, eres más productivo hora a hora. Y menos estrés significa menos tiempo de baja laboral. De hecho, un experimento reciente con una jornada de seis horas en una residencia de ancianos sueca dio resultados prometedores: mayor productividad y menos días de baja por enfermedad. Si esta mejora en la productividad se traslada a los empleados, trabajar menos horas no significa necesariamente un recorte salarial.

También está el argumento de la igualdad de género. A pesar de los logros obtenidos por el movimiento feminista, las mujeres siguen realizando de media un 60% más de tareas del hogar no remuneradas que los hombres. Un día menos de trabajo no significa necesariamente que los hombres vayan a empezar a hacer más tareas domésticas. Aunque, tal y como indica Autonomy, una semana laboral de cuatro días puede presentarse como un impulso para promover relaciones igualitarias entre hombres y mujeres. Una campaña nacional podría fomentar que los hombres utilicen su nuevo tiempo libre para equilibrar de manera igualitaria las tareas domésticas, que siguen estando definidas por actitudes sexistas.

Es alentador ver la resurrección de una de las primeras causas del movimiento laborista. El sindicato más grande de Alemania, IG Metall, está haciendo una llamada a semanas laborales de 28 horas para los trabajadores por turnos y aquellos al cuidado de terceros.

Dicho esto, la demanda por sí sola no es suficiente. Ahora que el socialismo está resurgiendo como fuerza política que ya no puede ser ignorada ni ridiculizada, la lucha por más tiempo de ocio, familiar y de relajación debería estar unida a luchas más generales. Debería estructurarse un aumento del control público de la economía para incentivar una mayor autogestión y autocontrol de los trabajadores. Si la tecnología significa una reducción aún mayor del trabajo seguro, una renta básica universal –el derecho de los trabajadores a un salario básico– puede que sea más importante que nunca.

Vale, puede que el trabajo sea una actividad gratificante para algunos. Sin embargo, me parece que pocos estarían en contra de pasar más tiempo con nuestras familias, viendo a nuestros hijos crecer, haciendo deporte, leyendo libros o simplemente de relajación. Demasiado tiempo de nuestras vidas se basa en subordinarnos a las necesidades y los caprichos de otros, convirtiendo a los humanos en vacas lecheras de dinero más que en individuos independientes e íntegros.

Nuestro modelo social se traduce en que muchas de las veces nuestro crecimiento económico significa que la riqueza producida por la mayoría se concentra en las cuentas bancarias de la minoría. El crecimiento debería aportar no sólo una prosperidad compartida y mejores servicios públicos, sino también un equilibrio entre trabajo, familia y ocio.

Los políticos laboristas se posicionan ahora como precursores de una nueva sociedad, no como meros iluminados bajo el orden existente. Esto tiene que significar la construcción de una nueva economía que rebaja la agotadora carga del trabajo. Puede que el Partido Laborista gane la oportunidad de construir un Reino Unido laborista. Si lo hace, tiene que ser lo suficientemente ambicioso como para liberar a sus ciudadanos del exceso de trabajo.

Traducido por Marina Leiva

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