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¿Es posible salir del trabajo antes de las seis?

Una trabajadora en su ordenador.

Sofía Pérez Mendoza

Una periodista preguntó esta semana a Albert Rivera si su partido, cuyo programa incluye una amplia batería de medidas para la conciliación de la vida personal y laboral, convocaría actos y ruedas de prensa más allá de las seis de la tarde. “La vida no tiene por qué terminarse a las seis”, respondió. ¿Y la vida laboral? ¿Es posible en España abandonar el puesto de trabajo antes de esa hora? ¿Podría legislarse para obligar a las empresas y a las administraciones para que así fuera?

El tema ya ha entrado en precampaña y podría convertirse en uno de los ejes de la campaña: todos los partidos tienen –con más o menos nivel de concreción– algo que decir en sus programas sobre conciliación y horarios de trabajo racionales. “La empresa es la institución que más impacta en la vida de la gente. Te dice cuánta energía te llevas y de cuánto dinero dispones para hacer otras cosas”, afirma la profesora del IESE Nuria Chinchilla. Y eso afecta, puntualiza, a todas las personas, tengan hijos o familiares a cargo o no.

Por qué lo hacemos todo tan tarde

Para Chinchilla, el horario de trabajo y la televisión estructuran la vida de las personas en España. “Y lo hacemos todo tarde en relación a nuestros vecinos europeos. Ya nos hemos acostumbrado y vamos perdiendo el tiempo por el camino”, dice la experta, que identifica dos razones para explicar este desfase: el huso horario y la jornada partida con pausas largas: “Irnos de nuestro huso horario no nos ayuda a poner orden. Cenamos tarde porque hay luz y no es hora aún de irse a la cama”, apunta.

El origen de la jornada partida, la que cuenta con las pausas más largas de Europa, está en la época de posguerra, cuando las personas tenían normalmente dos trabajos y comían y cenaban tarde. “No vale decir que es el clima porque otros países mediterráneos con un tiempo similar no están en la misma situación”, zanja la experta.  ¿Y qué hacer para cambiarlo? “Adelantar la hora de la comida y acortarla. No es necesario –apunta Chichilla– entrar antes a trabajar para salir a una hora razonable. Es una cuestión de voluntad”.

¿Una ley que obligue?

¿Voluntad de las empresas, voluntad política o ambas? Olga Fontinoupoulou, profesora de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad del País Vasco, ve “muy complicado el establecimiento de horarios universales”, aun con los sectores que tradicionalmente trabajan con turnos excluidos. “Si hubiera voluntad política para poner un tope de horario de salida habría que modificar el Estatuto de los Trabajadores y para eso tiene que haber un diálogo con la patronal y los sindicatos”, apunta la experta, que disiente que así sea. “La última reforma laboral obstaculiza más la conciliación al introducir, por ejemplo, la referencia diaria a las jornadas reducidas”.

Cree que el problema es más cultural que legal. “Hemos creído que la presencialidad en el puesto de trabajo nos hace más productivos y productivas. Lo tomamos como paradigma, y no es así”. Por el momento, las cuestiones relativas a horarios y conciliación corresponsable dependen de la negociación colectiva. “Las empresas grandes, minoritarias dentro de una estructura donde la mayoría son pymes, tienen mejores medidas de conciliación porque cuentan con comités con más capacidad para presionar”, sostiene la profesora.

Cómputo mensual, flexibilidad, jornada intensiva

Repsol, por ejemplo, permite a sus empleadas y empleados establecer un cómputo mensual de la jornada que permita distribuir el tiempo diario según sus necesidades. L'Oreal retribuye los permisos que necesiten las trabajadoras y trabajadores para la atención de familiares. Iberdrola presume de ser la primera del Ibex35 que implantó la jornada continua y tiene cerca de 9.000 trabajadores empleados de 7.15 a 16.30 con flexibilidad de una hora y 45 minutos en la entrada y la salida.

Trabajar en empresas con comercios tampoco excluye desarrollar ideas para favorecer la conciliación. GAES decidió hace dos años que el 90% de sus tiendas cerrarían los sábados y abrirían, según acordaran los empleados, o bien hasta las 19.30 todo el año o bien medio año hasta las 19.00 y otro medio hasta las 20.00.

A este panorama, Olga Fontinoupoulou suma un condicionante más vinculado directamente a la coyuntura: “Muchos trabajadores y trabajadoras en situación de precariedad tienen miedo para luchar sus derechos y pedir mejores condiciones. En empresas en las que el comité tiene menos capacidad de presión, quien tiene un empleo solo puede pensar en conservarlo”.

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