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El problema de la comida de hospital: falta de especialistas y dietas obsoletas

Merienda de un centro sanitario para una menor. Imagen enviada por un usuario a @HospEATal

Teguayco Pinto

“Debemos acabar con la desidia de la Sanidad en cuanto alimentación se refiere”. En julio del pasado año, un vecino de Fuenlabrada iniciaba una campaña de recogida de firmas online para cambiar las dietas en los hospitales, tras constatar que a su padre, enfermo de cáncer, le ofrecían un paquete de galletas de merienda. No ha sido el único, a lo largo de los últimos años muchas personas han denunciado la mala calidad de la comida de los centros sanitarios en las redes sociales. Sin embargo, estas quejas aún no han servido para que las administraciones públicas se decidan a transformar los hospitales públicos en entornos alimentarios más saludables.

“Es cierto que no se puede decir que en todos los hospitales se coma mal”, asegura a eldiario.es el coordinador del Grupo de Especialización en Nutrición Clínica y Dietética de la Academia Española de Nutrición y Dietética, Néstor Benítez, “pero si tenemos que calificar a grandes rasgos cómo se come en los hospitales españoles, hay que decir que se come mal, tanto desde un punto de vista gastronómico, como nutricional”.

En los centros sanitarios es necesario tener una planificación de la alimentación, de forma que cada hospital debe tener un código dietético donde se recogen todas las dietas que se pueden ofrecer a cada paciente, atendiendo a las diferentes patologías. Sin embargo, “los códigos de dietas que existen a nivel nacional son muy antiguos, se hicieron hace 20 ó 30 años y desde entonces apenas se han actualizado”, explica Benítez.

Fuga de nutricionistas a hospitales europeos

Este especialista, que trabaja como investigador en el Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria, considera que “uno de los principales problemas” es el escaso número de dietistas nutricionistas que hay en los hospitales públicos. “Los códigos de dieta se han ido quedando obsoletos y apenas hay especialistas se hayan metido de lleno a actualizarlos”, asegura.

En este sentido también se expresaba el pasado mes de noviembre la presidenta del Consejo General de Dietistas-Nutricionistas de España, Alma Palau, en una carta publicada en la revista acta sanitaria. “No entendemos por qué el Estado invierte en formar dietistas-nutricionistas en universidades públicas con el consiguiente desembolso económico y luego no ve la necesidad de recuperar esa inversión en el correspondiente ahorro sanitario”.

Palau denuncia en su carta la fuga de estos profesionales “a hospitales europeos donde un dietista sí tiene un puesto de trabajo” y hace un llamamiento para “abandonar antiguos hábitos ya caducos y pensar en el futuro, en lo que funciona”.

La falta de especialistas y lo obsoletas que se han quedado algunas dietas hace que la calidad nutricional de algunos menús hospitalarios no siempre sea la más adecuada. Sin embargo, el problema se puede agravar si la comida tampoco es apetecible, dado que “lo más importante es que los pacientes no se desnutran cuando están en el hospital, para que se recuperen lo antes posible”, explica Benítez. “Si aplicamos demasiadas restricciones dietéticas o la comida no tiene una calidad gastronómica adecuada, el paciente, que ya de por sí puede no tener mucho apetito debido al ingreso hospitalario, a lo mejor deja de comer”.

Máquinas y menús con ofertas poco saludables

Pero no solo es la comida de los pacientes la que no siempre cumple unos estándares nutricionales o gastronómicos adecuados. La oferta de comida que se hace al resto de los usuarios del centro suele ser “bastante lamentable”, asegura Benítez. “Solo hay que ver las máquinas de vending, con mucha bollería, chocolatinas, refrescos y toda una serie de productos que, desde mi punto de vista, no deberían ofrecerse en un centro hospitalario”.

Según este nutricionista, “el hospital debería ser una escuela de hábitos saludables”. Sin embargo, “son muy pocas las cafeterías que incorporan menús adecuados y las que lo están haciendo muchas veces lo hacen por una cuestión de imagen de la empresa y no tanto por el rol que puede tener la alimentación en la salud de las personas”.

El problema es que, en lo que se refiere a las cafeterías y las máquinas de venta automática, “los centros sanitarios no disponen de una normativa específica, como los centros escolares, ni están sujetos a unos códigos dietéticos”, explica a eldiario.es la especialista en nutrición Iva Marques. “Se trata al centro sanitario como si fuera una empresa de coches, no hay una diferencia en la calidad o en la diversidad de los alimentos que se ofrecen”, sentencia esta nutricionista.

Para tratar de cambiar esta situación, Marques, que es profesora de Nutrición y Bromatología en la Universidad de Zaragoza, defiende la necesidad de que las administraciones públicas apuesten de forma más decidida por la creación de lo que los nutricionistas llaman entornos saludables. “Esto pasa por implementar políticas autonómicas en las que se exijan más requisitos a la hora de contratar ciertos servicios públicos” y para ello, concluye Marques, “es necesario que en las instituciones públicas haya detistas-nutricionistas y en España apenas hay”.

Falta de iniciativa política

Las administraciones responsables de acometer estos cambios son las comunidades autónomas, que son las que tienen transferidas las competencias de sanidad, pero en los últimos años muy pocas han dado pasos para mejorar la situación actual. Tan solo el País Vasco ha anunciado algunas medidas para promover una alimentación saludable en los centros sanitarios, como la obligación de que la mitad de los productos de las máquinas de vending sean frutas, verduras y otros productos saludables.

Quien sí ha tomado medidas más contundentes es el Gobierno de Portugal, con una nueva normativa que entrará en vigor este mismo año y que plantea la “limitación de productos nocivos para la salud en los bares, cafeterías y bufetes de las instituciones que pertenecen al Ministerio de Sanidad”, con el fin “promocionar […] la adopción de hábitos alimenticios saludables”. La diferencia, asegura Marques, es que “Portugal tiene a dietistas-nutricionistas en las instituciones y España no”.

Pero esta nutricionista pretende que las administraciones públicas vayan aún más allá y cree que la creación de entornos saludables no se debería restringir a los centros sanitarios. “Haría falta extender este tipo de normativas a todo tipo de empresas”. De hecho, concluye Marques, “entre los profesionales sanitarios hay más posibilidades de encontrar personas que sepan elegir lo que es más saludable, porque tienen cierto conocimiento”.

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