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“Todos los niños tienen un talento; solo hay que saber abrir la puerta para que lo saquen”

El profesor César Bona. Foto: Juan Manzanara

Eduardo Azumendi

“La educación debe estar por encima de todos los gobiernos y de las ideologías”. Esa es una de las máximas de César Bona, uno de los 50 mejores maestros del mundo según el Global Teacher Prize, el llamado Premio Nobel de los profesores. Bona cree que cada niño es un universo y que todos son extraordinarios, con un talento especial. Tan solo es cuestión de descubrirlo y sacarlo. Esa es la principal misión de un maestro, según Bona, quien ha desgranado en una conferencia en Vitoria las claves de su libro La nueva educación. Los retos y desafíos de un maestro de hoy.

Para Bona, ser maestro no implica encajonar a los alumnos dentro de un plan de estudios y obligar a seguir los contenidos que puede establecer el currículo educativo de una manera inflexible. “Los educadores deben adaptarse a los niños y no al revés. Hay que motivarles y estimular su creatividad para que hagan que este mundo sea mejor. Los niños no son solo los adultos del mañana: son habitantes del presente. Subestimamos constantemente a los niños y su creatividad, pero todos tienen un talento; solo hay que saber abrir la puerta para que lo saquen. Y ahí es donde intervenimos los maestros, viendo lo que los demás son incapaces de ver”.

La característica que debe definir a un maestro (entendido como el educador que enseña a niños desde Primaria hasta la universidad) es, sobre todo, actitud. “El maestro tiene que ser cada día un ejemplo para sus alumnos, debe ofrecer su mejor versión para así obtener lo mejor de los niños. Los profesores tienen que ser los primeros en dar el máximo y no poner como excusa de sus posibles limitaciones al sistema. Los docentes somos los primeros en ponernos límites”.

Valentía, mente abierta, humildad, curiosidad y amar el medio ambiente son otros de los rasgos que deben adornar a los docentes. “El maestro es alguien que debe inspirar para la vida. Yo no hago nada extraordinario en el aula, solo me divierto y aplico el sentido común. Debemos educar en proyectos y experimentar, sin miedo a lo que digan los inspectores”

Para Bona, el gran reto de la educación es hacer a los niños “mejores individual y colectivamente”, pero no más competitivos. “Cuando llegas a un colegio conflictivo como maestro tienes dos opciones: o deprimirte o tomar los problemas como retos. Eso es lo que me paso en mi primera experiencia, en un colegio ubicado en un barrio conflictivo de Zaragoza. Todo cambió cuando les propuse a los alumnos que me enseñaran lo que les gustaba lo que sabían hacer. Se convirtieron en maestros del maestro”.

La carga de los deberes

La carga de los deberesBona cree que si un maestro cree que algo es bueno para sus alumnos debe hacerlo, “aunque alguien diga lo contrario. Los obstáculos y la incomprensión que se va a encontrar para poner en marcha nuevos proyectos pueden ser muy grandes, pero es fundamental perseverar”.

El tema de cuánto tiempo deben dedicar los niños a los deberes es uno de los debates recurrentes en educación. “Si se carga a los niños con deberes, ¿con qué motivación van al día siguiente a la escuela?”, se pregunta Bona, quien subraya la idea de que “los niños no tienen opción de dejar los estudios. Por eso tenemos que lograr que les guste ir a la escuela. Si después de un día largo en el colegio, salen y se encuentran con más deberes los estímulos decaen. Debe haber tiempo para todo”. Por ejemplo, para la lectura, pero no impuesta. “La lectura es un placer, pero se ha convertido en una obligación para los niños. Cuando a mí me obligaban a leer un libro y después hablar de él perdía su atractivo”.

Sobre la idea de si hay que pagar a los profesores en función del éxito o el fracaso escolar de los centros, Bona es contundente. “Yo cobraría lo mismo porque lo importante es el factor humano por encima de los números. Da igual la educación que recibas, las buenas notas que saques si no sabes respetar al que tienes a tu lado”.

Sobre los castigos, también tiene claro lo que hay que hacer. “En mis primeros años he castigado a muchos niños como maestro y no ha funcionado; solo ha servido para proyectar mi frustración. Hay que hablar con ellos, empatizar y convencerles de que pueden ser un ejemplo para los demás”.

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