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“Hay que dar esperanza a las mujeres sordas”

Aniqa Bano posa en un céntrico hotel de Bilbao antes de la entrevista.

Aitor Guenaga

La historia de Aniqa Bano es la historia de las mujeres con hijas sordomudas en el norte de Paquistán. La historia de una respuesta a la pregunta que día tras día siguen haciendo muchos de sus padres en un lugar recóndito del Karakorum de Baltistan: “¿Para qué educar a nuestras hijas e invertir dinero en su educación si al final su futuro es casarse cuanto antes y servir a sus maridos? ”¡Mis propios abuelos les recriminaron a mis padres por enviarme a Islamabad para mi educación!“, recuerda elevando un poco ese tono de voz típico de las paquistaníes cuando hablan en inglés.

Aniqa Bano visita estos días el País Vasco de la mano de la Fundación Baltistán -que corre con la financiación de la educación de cinco personas en su escuela- y tiene previsto ofrecer una conferencia este miércoles día 9 de noviembre en la Sala Rekalde de la capital vizcaína. Cree que el camino emprendido en su escuela para personas sordomudas -que empezó en su casa con dos personas y ahora tiene un total de 25 alumnos (tres de ellas residentes en su domicilio)-, es una forma de “dar esperanza a estas mujeres” y de que sepan que nadie está 'condenada' de por vida ni por su sexo, ni por determinadas discapacidades.

Aniqa ha querido demostrar con hechos la importancia de la educación para las mujeres en general y, en concreto, para las personas sordas en una zona como Gilgit-Baltistan, una región de la ruta de la Seda en pleno Karakorum y desde la que se divisan numerosas cimas de los 'ochomiles' del Himalaya, en la que el Estado tiene un presencia mínima desde la creación de Paquistán en 1947, tras independizar de Gran Bretaña. Su nombre en urdu ya es toda una tarjeta de presentación: significa “inteligente, ingeniosa”. E ingenio fue lo que sin duda necesitó para, junto a su esposo, que trabaja codo con codo junto a ella, y sin apenas dinero, empezar con el proyecto de una escuela para personas sordomudas. Y además gratis. “Al principio teníamos dos estudiantes y empezamos a dar las clases en nuestra propia casa. Lo hacíamos completamente gratis. Tuvimos que convencer a la comunidad de que aquello no era un negocio”, explica en inglés, uno de los tres idiomas que habla con soltura, junto al urdu y el balti, un antiguo dialecto tibetano.

No iba para profesora, pero tras comprobar la “patética situación de las mujeres” en relación a la educación una persona de su mismo sexo le dijo si estaba dispuesta a hacer algo por las mujeres en su región. Su respuesta fue afirmativa e inmediata: “En ese momento tenía solo 17 años y me pregunté cómo lograr poner en marcha un plan educativo para ellas y empoderarlas. En ese momento decidí que iba a dedicarme a la enseñanza”. El lenguaje de signos vino después. Tras contraer matrimonio con 19 años -mucho más tarde que la media en su país, “para los 14-15 años los padres ya han arreglado las bodas de sus hijas”, confirma, “aunque las cosas están cambiado en las ciudades”- Aniqa se quedó embarazada en dos ocasiones. La sorpresa fue que sus dos hijas nacieron sordomudas. Aquello parecía una doble condena en un país donde las mujeres, mayoritariamente, no participan de la vida pública y social.

“En mi país, las personas sordas no tienen un futuro, ni oportunidades para estudiar. Aunque sean hombres. Están condenadas a trabajar en casas, en el campo o en granjas. ¿Ese era el futuro que iba a darle yo a mi hija? dije que 'no', claro”. Mientras algunos le repetían que aquellos eran los designios de Dios, Aniqa comenzó a relacionarse con otros padres y madres en su misma situación. Más tarde viajó a Karachi para graduarse -en donde le sorprendió la temprana muerte de su padre, de solo 45 años- y, tras graduarse, se decidió, junto a su marido, a montar en Skardu una escuela para que las personas con esa discapacidad “pudieran tener acceso a una educación especializada”. “Nadie iba a trabajar en favor de las personas sordas, así que dije ”yo lo haré“. Me salió del corazón”, rememora, mientras su enormes ojos oscuros adquieren un brillo especial en este momento de la conversación.

Karachi, donde hay numerosas escuelas para personas mudas y con sordera, fue una escuela para Aniqa. “Nosotros no habíamos educado a personas sordas en la vida, pero comprobamos que tenían acceso a la educación y vivían una vida llena y feliz. Pasaba todo el tiempo en las escuelas, viéndoles y hablando con ellos. En esos momentos nosotros teníamos problemas con nuestra primera hija, que tenía entonces tres años, y aprovechamos para darle esa oportunidad para su educación y lograr una vida independiente”.

A partir de ese momento, esa fue su opción. El camino no fue fácil. La incomprensión de la gente que le rodeaba fue la primera reacción. “Me sentí prácticamente sola”, recuerda, “pero no les hice caso y decidí tirar para adelante”. La formación adquirida durante meses en Karachi para educar a personas con este tipo de discapacidades fue clave. Y en 2015 la escuela fue una realidad.

Por la mañana daba clases en una escuela pública del Estado y por las tardes dedicaba su tiempo a poner en marcha un sitio donde reunir a las personas sordomudas del valle de Hushe, situado al noreste en Baltistan. “Inicialmente solo hubo dos estudiantes en nuestra casa.”. Aniqa tomaba fotos, vídeos para mostrar lo que se hacía en las escuela y los progresos de los alumnos. “Invitamos a los padres para que lo vieran, vieran a mi hija, como podía leer y escribir. En el primer año sumamos diez estudiantes, que después han podido comunicarse con sus padres”, explica.

En general, los niveles de escolarización entre los jóvenes en el valle de Hushe han dado un salto de gigante en los últimos años. Según datos aportados por la Fundación Baltistán, se ha pasado de un 40% en 2006, hasta el 82% el pasado año. Aniqa Bano es consciente de que su granito de arena incide además en un colectivo que por sus discapacidades y sexo lleva siglos condenado a no poder tener un vida plena y, sobre todo, independiente. Y pasea con orgullo esa pegatina imaginaria en su colorida vestimenta.

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