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El ‘estremeñu’ reivindica su protagonismo perdido como lengua y como referente cultural

La Fala ("xalimegu"), una de las lenguas vernáculas de Extremadura que se habla en Sierra de Gata

Jesús Conde

Pocos saben que el ‘estremeñu’ es una lengua reconocida por la UNESCO. En concreto como un dialecto del asturleonés, que se habla en Extremadura.

Aunque los defensores del extremeño no están del todo de acuerdo con la denominación que hace la ONU, sí que coinciden en que se trata de una lengua. Porque se ha trata del medio de comunicación que han utilizado lo extremeños durante siglos.

La ONU lo identifica no obstante en la lista negra. Lo que significa que el extremeño está en serio peligro de extinción. Poco a poco ha quedado relegada al mundo rural. Su problema no es la dispersión geográfica, sino la edad de sus hablantes (una media superior a los 60 años).

Usada desde tiempos inmemoriales (hay constancia documental del ‘estremeñu’ desde el siglo XVI), las lenguas vernáculas de Extremadura pasan por un letargo difícil de superar.

En primer lugar los expertos identifican como lengua vernácula de la región al extremeño (localizado en toda la región, pueblos limítrofes con Extremadura y Barrancos, en Portugal). También el ‘portugués rayano’, que se sigue practicando en los pueblos que hacen frontera con la vecina Portugal, por ejemplo en alquerías de Valencia de Alcántara, en La Codosera o Herrera.

Un caso diferente es el de las lenguas del Valle de Xálima: el lagartero, mañego y valvedeiro, unidos por la raíz de la Fala. Se trata del único caso en el que los jóvenes la usan como su lengua materna, en tres localidades de Sierra de Gata. Esto hace suponer que sobrevivirá al paso del tiempo.

Es en el mundo rural donde el extremeño y el resto de lenguas antiguas de Extremadura mantienen su hábitat natural. Sigue siendo la seña de sus pueblos. Unas lenguas que siguen latiendo con fuerza. Con la riqueza de sus características gramaticales. Con su rico vocabulario y con unas expresiones que hacen al foráneo perderse en mitad de una conversación.

Ismael Carmona, del Órgano de Seguimiento y Coordinación del Extremeño y su Cultura, advierte que el extremeño como lengua, no ha tenido un soporte escrito, sino que ha sido transmitido a través de la cultura oral. A través de las canciones, de los bailes y de la poesía.

Es en algunos pueblos donde el extremeño sigue arraigado a la cultura y al modo de entender el mundo para sus gentes. De hecho este experto lleva una década trabajando y ya atesora en torno a 18.000 entradas del vocabulario extremeño, con sus rasgos comunes, y con las variantes que se dan en cada territorio.

Un gran trabajo lexicográfico en el que sigue trabajando, y que del que espera sacar un diccionario. Existen trabajos anteriores, realizados en Serradilla o Calzadilla, pero que no llegaron a publicarse y permanecen inéditos.

En su labor Ismael Carmona se ha recorrido toda la geografía extremeña, ha recopilado decenas de horas de entrevistas realizadas con mayores. Tiene infinidad de detalles sobre las diferentes pronunciaciones. Da fe de que el extremeño no es una lengua desaparecida del mapa a comienzos del siglo XX como algunos sostienen. Ensisti en que'l estremeñu está vivu.

De todas las palabras, se queda con “envernecel” (cobrar esplendor algo, por ejemplo el campo). También se acuerda de “açorilal” (conturbar, poner nervioso), “acordi” (sereno, sin haber bebido) o “aginal” (poner nervioso).

El extremeño es único porque sus palabras hablan de la naturaleza extremeña. Sus expresiones hablan del campo, de sentimientos del mundo rural, y de todo aquello que diferencia a los extremeños del resto.

¿Qué tiene que decir la escuela en todo esto?

Pese a su riqueza se da la paradoja de que la conciencia de los hablantes sobre su propia lengua es escasa. Muchos la consideran en el mejor de los casos un dialecto, y en el peor “castellano mal hablado”. Justo ese concepto de “hablas mal español” es el que más daño ha hecho. Y en eso la escuela tiene mucho que decir.

El factor escuela ha mantenido en muchos casos una batalla. El experto apunta a que justo el conflicto ha estado en aquellas palabras que siendo propiamente extremeñas, han entrado en conflicto por parecerse al español.

“Assín” y “assina” son rasgos propios del extremeño que el profesor prototipo ha corregido durante generaciones enteras. Niños y niñas a quienes se les ha reprochado por ejemplo que usen ‘estijeras’ en vez de tijeras. Que han hecho sentir a un alumno mal por decir “aguzalapi”, en vez de sacapuntas.

De hecho el Órgano de Seguimiento del Extremeño no tiene la menor duda de que la escuela ha sido un elemento clave para despojar a las nuevas generaciones de su lengua. Comenta en este sentido Carmona que el mundo académico, además de no mostrar el más mínimo interés por mantener vivas las lenguas vernáculas de Extremadura, las ha infravalorado.

¿Qué han hecho las administraciones por el extremeño?

Carmona fue invitado a intervenir en una comisión en la la Asamblea de Extremadura. Allí trasladó a los grupos parlamentarios cómo resulta incomprensible que en una tierra ‘plurilingüe’, como es Extremadura, “se aprenda en pleno siglo XXI idiomas y culturas ajenas a la nuestra, no ya en sana competición de horarios lectivos, sino en vergonzosa derrota”.

Reprocha que ni siquiera se brindara la oportunidad a la cultura extremeña de contar con una asignatura propia. Y se optó por mostrarla de manera transversal, “repartida aquí y allá, dependiendo la mayor parte de veces de la buena voluntad del profesor”.

¿Puede entenderse como algo normal que el nieto necesite un diccionario para comprender los vocablos que usa su abuelo“. La respuesta es evidente. ”Mientras esto ocurre asistimos a una homogeneización lamentable y reprobable, porque se está educado para apreciar lo de fuera, y despreciar lo de dentro“.

“No entendemos por qué ni tan siquiera en democracia se ha dado atisbos de formación de un profesorado en cuestiones extremeñas, y mucho menos en alfabetización de las lenguas vernáculas”.

El trabajo continúa

La labor del Órgano de Seguimiento y Coordinación del Extremeño y su Cultura consiste en seguir recopilando información, divulgando el ‘estremeñu’ como seña de identidad. No solo desde este colectivo, sino desde otros tantos que trabajan con pasión, por ejemplo desde Sierra de Gata en defensa de la Fala y las lenguas de Xálima (xalimegu).

Si el material es suficiente, y las personas interesadas en trasladarlo también, entienden que lo que falla es una verdadera implicación de las instituciones por conservar y proteger el patrimonio oral. Proteger lo que ha sido la seña de identidad de los extremeños durante siglos. Y el primer compromiso, a su juicio, debería de pasar por no minusvalorarlo o despreciarlo.

Mientras que los organismos internacionales reconocen al extremeño, comenta por ejemplo que no está reconocido en el Estatuto de Autonomía, y sigue “sin contar del apoyo institucional y educativo actual”.

Además no hay datos actualizados del número de hablantes, ni tampoco de hablantes parciales, ni de competencias lingüísticas. Un estudio del que la Universidad de Extremadura tendría algo que decir.

Otro problema ha sido la migración, teniendo en cuenta que la mitad de los habitantes emigraron  en el Franquismo y no han vuelto. Supone en toda ragla una  “mutilación” de la transmisión de la cultura extremeña, y de su continuidad como lengua materna.

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