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Españoles sin vacaciones

“Somos demasiados los que no podemos ni soñar con tener un fin de semana libre”

Las "piscinas contaminadas", el germen de las otitis del verano

Marina Estévez Torreblanca

“Estoy en paro”, “Desde el 2009 mi familia no tiene vacaciones”, “Soy autónomo y me puedo ir, pero sé que al mes siguiente no tendré para pagar mi casa ni para comer”. La última Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística (INE) arroja el dato de que un 39,5% de los hogares españoles no se puede dar el lujo de salir de vacaciones fuera de casa ni una semana al año.

El dato parece desmentir los mensajes triunfalistas de mejora de la economía y fin de la crisis. En eldiario.es queríamos contar parte de la historia que refleja esta estadística y para eso hemos hecho una pequeña encuesta entre nuestros lectores.

Nos han contestado casi 300 personas, entre las que abundan desempleados y trabajadores con bajos salarios, pero también autónomos que no pueden permitirse cerrar su negocio y jubilados a los que la pensión no les llega para gastos extraordinarios.

Aunque algunos afirman que lo llevan “bien” y que aprovechan para conocer mejor su localidad o “con resignación”, la mayoría expresa su frustración por la incapacidad de desconectar y explica que es una situación que se repite año tras año. Hemos seleccionado algunas de las historias que nos han contado. Muchas gracias a todos los que han tenido la amabilidad de escribirnos. 

“Lo llevo mal, el cansancio acaba haciendo mella”

Vivo sola en Madrid, tengo 36 años y estoy contratada vía ETT como teleoperadora en una aseguradora, asistiendo siniestros de automóviles. Tanto a mí como al resto de compañeros las vacaciones nos las han “prorrateado” en el sueldo. Es el segundo año que paso en esta situación. Lo llevo mal, el cansancio acaba haciendo mella y tengo una sensación un tanto angustiante de estar atrapada en una situación sin salida. 

“Soy autónomo y cobro según las horas que trabajo”

Dicen que a todo se acostumbra uno. Pero el estrés mental y físico está ahí, y ver cómo todo el mundo a tu alrededor descansa y se lo pasa bien no ayuda mucho. No, no soy el único, por desgracia somos demasiados los que no podemos soñar ni con tener un fin de semana libre.

Yo soy autónomo, tengo 25 años y cobro mensualmente según las horas que trabajo. Vivo en Granada y estoy subcontratado en una empresa de servicios lingüísticos en la red. Si quiero, puedo irme de vacaciones, sí, pero ya sé que al mes siguiente no tendré para pagar mi casa ni para comer. 

“Tres personas con 600 euros al mes no se pueden ir de vacaciones”

Mi bebé acaba de cumplir 10 meses. Yo soy profesora asociada en una universidad pública, con un contrato a media jornada que se renueva en septiembre y con el que te obligan a tener otro trabajo fuera. El 8 de marzo terminó mi baja de maternidad, pero me pedí una excedencia con la idea de incorporarme tras el verano. Tres personas con un sueldo que no llega a los 600 euros de mi pareja sólo podemos aspirar a ir a casa de familiares. La verdad es que no está tan mal. Resignación.

“Hemos acabado en asistencia social, recogiendo comida una vez al mes”

Tengo 55 años, me llamo Lola y trabajo en suplencias de limpieza, en Barcelona. En mi casa somos tres personas, y llevamos siete años sin vacaciones. Estoy acostumbrada y resignada, porque hemos estado en asistencia social, recogiendo comida una vez al mes, sin poder pagar ningún recibo. Tengo un desahucio y me queda por pagar la deuda a Bankia.

“Este año, por primera vez, la mitad de la gente que conozco no puede irse de vacaciones”

Yo soy ingeniero, de 37 años, y tengo un sueldo medio, pero mi mujer está en paro. Somos tres en casa, en Valencia, con el cuarto en camino. La vida sube y los sueldos no. No entiendo de dónde saca el Gobierno que la cosa mejora. Este año, por primera vez, la mitad de la gente que conozco no puede irse de vacaciones. 

“Tengo la esperanza de que la situación mejore pronto. De no ser así, saldré del país”

No me voy de vacaciones, otro año más, por una mezcla de problemas económicos (sueldo bajo) e inestabilidad (contrato temporal). En mis 26 años sólo he tenido vacaciones cuando me iba con mis padres. Trabajo en investigación y estoy realizando la tesis.

Para mí, el problema no es no poder irme de vacaciones, es tener que contar los artículos de marca que llevas en el carro al hacer la compra y los repasos que hay que darle a la carta cuando sales a cenar fuera para que no te descuadre el presupuesto de todo el mes. El verdadero problema es cuando afecta a la vida diaria. Tengo la esperanza de que la situación varíe pronto. De no ser así, saldré del país.

“La televisión no hace más que bombardearte con imágenes de playas repletas de gente”

Tengo 36 años y acabo de inaugurar un centro de idiomas en Valladolid. Después de meses en paro, tras cerrar el hotel en el que trabajaba, he podido reincorporarme al mundo laboral convirtiéndome en “emprendedora” (no nos queda otro remedio a muchos de los ya no tan jóvenes).

Otros años, por lo menos, 4 o 5 días he podido escaparme a la playa, eso sí, de camping. Lo llevo mal, sobre todo cuando en la televisión no hacen más que bombardearte con imágenes de playas repletas de gente. ¿Es que no hay gente en este país que trabaja durante el verano o no tiene dinero para irse de vacaciones?

“Debo cuidar de mi madre”

No voy de vacaciones porque tengo una madre que convive con un alemán al que le tengo fobia y la persona que ayuda en casa a mi madre durante casi todas las mañanas del año necesita un descanso. No voy de vacaciones porque somos cuatro hermanos, pero solo dos vivimos en la misma ciudad que mi madre. Los otros dos vienen a visitar a mi madre cuando pueden, algunos días del año. No voy de vacaciones porque prefiero que vaya mi otra hermana, que es la que comparte vivienda con mi madre y su alemán. Ella necesita respirar un poco y alejarse. No voy de vacaciones porque no me dejo ir.

El alemán de mi madre no es lo suficientemente cruel como para justificar el dejar a mi madre en una residencia, ni tampoco es lo bastante suave como para permitirnos llevar una vida normal. El alemán no le permite a mi madre ducharse, ni dejar de decirnos palabrotas que nunca antes dijo, ni recordar a veces dónde está. El alemán se llama Alzheimer.

“Soy de esos invisibles que se han quedado tirados y no tenemos dónde caernos muertos”

Mi nombre es Ángel, tengo 58 años y llevo seis en el paro. Soy de esos invisibles, creo que somos cientos de miles, que nos hemos quedado tirados y no tenemos dónde caernos muertos. Ya hace seis años que las vacaciones son una quimera para mí y mi familia (cuatro personas). Lo llevo con rabia y envidia sana de quien puede irse. Estar todo el tiempo en casa sin visión alguna de futuro es lo que tiene.

Vivo en un lugar turístico de verano en Galicia y también sufro la superpoblación que produce el turismo, los precios, las colas, las caravanas, las borracheras, el ruido sin control, las playas y el mar sucios. Se crean unos cuantos puestos de trabajo precarios y de baja calidad que explotan sobre todo a chavales jóvenes que no tienen otras opciones.

“Más de tres años sin poder ver a nuestros nietos”

Después de 37 años en la misma empresa me quedé en la calle, sin indemnización, con 57 años. Tenía un piso en Vigo con una pequeña hipoteca, pero con los 426 euros no me daba, así que tuve que venderlo y venirme a vivir a una pequeña aldea (Pinzás, Tomiño) en una casa prefabricada. Al final pude jubilarme porque llevaba 39 años cotizados, pero me quedé con un 74% de la pensión que me correspondería. Poco después a mi mujer le diagnosticaron cáncer de mama. Un año después está bien, pero por unas cosas u otras, con nuestras dos hijas viviendo en Italia y con tres nietos allí llevamos más de tres años sin poder ir. Así y todo y viendo otros casos casi nos damos por afortunados.   

“Recuperar estudios tras atender a mi madre”

Tengo 42 años y estoy trabajando a tiempo completo y estudiando un máster. La crisis económica también puede afectar indirectamente la posibilidad de disfrute de vacaciones. Mi madre fue intervenida este invierno y estuvo tres meses ingresada en una residencia sociosanitaria concertada en Cataluña, con una experiencia nefasta.

Si la residencia hubiese estado bien financiada, y si los criterios para dar conciertos fuesen más estrictos, nos hubiéramos ahorrado muchos problemas y demandas y hubiese sido mucho más fácil compatibilizar trabajo y estudios, por lo que ahora podría disfrutar de mis vacaciones. 

“Es peor el sentimiento de juventud robada”

Tengo 30 años, soy vigilante de seguridad en Madrid. En verano, si no tienes vacaciones, aumenta el estrés y repercute en el trabajo y la relación de pareja. Resulta impensable que una persona con trabajo fijo hace diez años y un sueldo de mileurista no pueda permitirse unas vacaciones, pero muy a mi pesar soy de esa parte silenciosa que se vio manteniendo durante años a una familia con menores y más de un miembro en el paro.

Esta situación sumió mi economía en un mar de deudas de las que todavía intento salir. No irme de vacaciones es lo de menos, el sentimiento de juventud robada, el no poder permitirme estudiar y el encerrarme en un trabajo que no te gusta son otras partes amargas de esta crisis.

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