A todas nos ha confundido el calor inusual del año 2015 y la excepcionalidad de un verano que parecía no acabar nunca. El Niño es un fenómeno climático que cada siete u ocho años se inicia en el Pacífico tropical y conlleva cambios en las corrientes oceánicas y los vientos que liberan calor en la atmósfera, provocando fenómenos climáticos inusuales en diversas regiones del planeta. Se suma además el cambio climático cuyos impactos se combinan con los efectos devastadores de El Niño: se sabe ya que el cambio climático aumenta la probabilidad de impactos más frecuentes y extremos de El Niño. En la actualidad, 18 millones de personas necesitan asistencia y podrían alcanzar los 40 o 50 millones. Han visto afectadas sus cosechas y medios de vida en zonas ecuatoriales - en Etiopía, parte de África Austral, en la espina dorsal de Centroamérica y en partes del Caribe, Suramérica, Asia, y el Pacífico.
Nadie está a salvo de los cambios en la meteorología. Pero frente el cambio climático y los riesgos naturales, la vulnerabilidad está directamente relacionada con la desigualdad. Las desigualdades impiden en gran medida que las personas puedan salir de la pobreza y reduzcan su vulnerabilidad ante el riesgo, porque no se invierte en mecanismos de alerta, de adaptación al clima o de protección social. Asimismo, los países ricos exacerban el cambio climático y son los países pobres los que pagan las consecuencias; las grandes empresas se enriquecen sin importarles que las personas tengan que desplazarse; los gobiernos apoyan el crecimiento económico sin considerar la justicia social y la sostenibilidad, y las mujeres encuentran todo tipo de obstáculos para desarrollar todo su resiliencia ante la incertidumbre y las crisis.
Pero hay más: la desigualdad posiblemente aumentará con el paso de El Niño. Las sequías y las inundaciones afectan a todas las capas de la sociedad, pero los más pobres sufren de forma desproporcionada. Necesitan años para recuperarse de una crisis. Cada desastre amplía la brecha y empobrece a las familias empobrecidas porque a menudo se ven forzadas a vender sus medios de producción, su ganado o la tierra a bajos precios -para poder sobrevivir-transfiriendo así sus activos a los más pudientes. Para evitarlo, es necesaria una respuesta urgente y luchar contra el cambio climático y la pobreza pero, sobre todo, hay que romper el ciclo de la vulnerabilidad y eso sólo se conseguirá si se abordan la desigualdad y el reparto del poder.
En 2015 surge “El Niño Godzilla”, término acuñado por un investigador de la NASA para describir el fenómeno más intenso nunca registrado, el mismo año en que se reúnen los Gobiernos en París para negociar la firma de un acuerdo ambicioso y vinculante para limitar el calentamiento global, con un éxito relativo que habrá que confirmar viendo cuando se concreten los compromisos. Y el mismo en que se negoció el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de desastres 2015-2030, con resultados claramente insuficientes.
El riesgo aumenta más rápidamente que los esfuerzos por reducirlo. Necesitamos un cambio urgente de visión y adoptar estrategias innovadoras frente al cambio climático, el riesgo y la reducción de la pobreza. Hasta ahora las soluciones han sido tímidas y fallan los compromisos, a pesar de ser testigos de la evidencia.
Sobre este blog
¿Ricos más ricos y pobres más pobres? Nuestra sociedad está llena de brechas que incrementan las diferencias entre unos y otros. (Des)igualdad es un canal de información sobre la desigualdad. Un espacio colectivo de reflexión, análisis y testimonio directo sobre sus causas, soluciones y cómo se manifiesta en la vida de las personas. Escriben Teresa Cavero y Jaime Atienza, entre otros.
