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Qué supone ser apátrida en España

República Dominicana deja sin nacionalidad a más de 250.000 ciudadanos descendientes de haitianos/ FOTO EFE (IMAGEN DE ARCHIVO)

Hugo Domínguez

Intente ponerse en situación. Imagine que el país en el que ha nacido no le reconoce como ciudadano, privándole de poder acceder a los servicios más básicos. Continúe proyectando una realidad en la que nadie le puede dar un puesto de trabajo, no porque la tasa de paro esté por las nubes, sino porque carece de algo tan esencial como un simple carné de identidad. No puede viajar, abrir una cuenta bancaria o ejercer el derecho al voto. En definitiva, no disfruta de una identidad que le vincule jurídicamente con una nación. Si se muere no quedará registrada su existencia en ningún documento.

Más de diez millones de personas en el mundo viven esta situación en su día a día. Se les conoce como apátridas, no tienen patria, carecen de nacionalidad. Entre los rostros que componen esa cifra está la de Ali, nombre ficticio a petición propia. Nos citamos con él en la madrileña sede de CEAR una mañana fría de mediados de noviembre. Lleva en España desde 1998. Tomó un vuelo en Bangladesh y aterrizó en el aeropuerto de Barajas gracias a un pasaporte falso —un método que, según la Comisión de Ayuda al Refugiado, es menos habitual en la actualidad dada la mejororía en los trámites para los apátridas—.

En nuestro país, han solicitado la apatridia 3.083 personas, mientras que solo el año pasado solicitaron el estatuto de apátrida un total de 1.142 personas, la mayor cifra alcanzada en toda la serie histórica. De otro lado, a lo largo de 2013, se resolvieron 298 expedientes, de los cuales 232 fueron favorables. 16 personas consiguieron acceder a esta condición sentencia judicial mediante. No obstante, la relación del número de solicitudes con las que se despachan favorablemente no aporta significado de valor, ya que las peticiones tardan años en tramitarse.

“Dicho de una persona que carece de nacionalidad”. Es la definición que ofrece la RAE para explicar qué es un apátrida. Las organizaciones sociales, en cambio, sostienen que la crudeza de esta realidad motiva la necesidad de una explicación más amplia. “Un apátrida está atrapado en un limbo legal, disfrutando solamente de un acceso mínimo a la protección legal o a la sanidad. La nacionalidad es esencial para la participación plena en la sociedad”, se lee en la página web de ACNUR, la Agencia de la ONU para los refugiados.

Pero, ¿cómo se convierte una persona en apátrida? Uno de los motivos, que sobresale, es la desmembración de los países, sobre todo, a causa de enfrentamientos armados. En la lista de pretextos también se muestran lagunas en las legislaciones a la hora de nacionalizar ciudadanos, leyes que marginan a minorías, o discriminación a la mujer -cerca de 30 países no permiten a las mujeres traspasar la nacionalidad a sus hijos-.

En España, la mayoría de las solicitudes de apátrida provienen de extranjeros de origen saharaui, casi el 99% del total. Su situación en la actualidad es más favorable, tras sendas sentencias emitidas por el Tribunal Supremo y la Audiencia Nacional que revocaron la denegación de apatridia a saharauis. Un precedente “sumamente positivo”, según las ONG. La mayoría de saharauis deciden venir a España, la excolonia, porque no pueden acceder a la nacionalidad de Argelia, y rechazan convertirse en marroquies.

A nivel mundial, existen muchos casos de apatridia como los de los ochenta mil romaníes europeos que llevan sin nacionalidad desde la separación de la República Checa y Eslovaquia. Y cerca de 300.000 personas de origen haitiano no son reconocidas en la República Dominicana. Es la propia Administración la que pone trabas para que los apátridas concluyan los trámites.

Hasta el año 2001, España no incorporó en su ordenamiento jurídico un reglamento que definiera los pasos a seguir para reconocer la situación de apátrida (RD 865/2001, de 20 de julio). “Esta ley tiene puntos muy atractivos, han venido delegaciones internacionales para conocer como se actúa con los apátridas en España”, aseguran expertos en la materia. Pero no es la única norma que rige. En nuestro país también coexiste la Convención de 1954 sobre el Estatuto de los Apátridas, promulgada por Nacionales Unidas, y firmada por España, y que este año celebra sus bodas de oro.

Sin embargo, las ONG coinciden en que hay varios puntos negros en el trato a los apátridas. Uno de ellos es la tardanza en resolver las solicitudes de protección. La ley pone el límite en tres meses, sin embargo, en la práctica, se demuestra que se alargan varios años. “Esto provoca que muchas personas que llegan a España tengan la condición de apátrida provisional, dejándoles en una situación muy precaria, con un acceso mínimo a los servicios públicos”, asegura María Jesús Vega, portavoz de Acnur en España.

Pese a estos inconvenientes en el proceso, el deseo de conseguir por primera vez la nacionalidad, de sentirse parte de una comunidad, lleva a Alí a renunciar a la crítica y centrarse en los aspectos positivos. “España me ha tratado muy bien”, asegura Ali mientras saborea una taza de café. Toda su familia es de origen Bihari, una minoría étnica de Bangladesh, a la que despectivamente también se les conoce como “desamparados paquistaníes”. Sirve para describir lo que tienen que padecer. En 1971, estalló una guerra civil en Pakistán, que provocó la secesión de la zona oriental, que se convirtió en lo que hoy conocemos como Bangladesh. Los biharia quedaron en ese territorio, pese a haber apoyado a Pakistán, lo que sirvió al gobierno bangladesí para no reconocerles la nacionalidad.

Ali entró a España con un pasaporte falso y sin poder traer consigo a su familia, a quienes envía dinero periódicamente. En el momento en el que llegó, no existía la posibilidad de solicitar la apatridia, por lo que pidió la protección de asilo que le concedió la Administración. Luego vino el permiso laboral, que le ha servido para encontrar un puesto de trabajo como camarero en un bar de la capital. Ahora, la siguiente meta, es conseguir la nacionalidad, una ilusión que podría materializarse en los próximos días.

“Junto a la abogada de CEAR, estoy en trámites para conseguir la nacionalidad española”, avanza Ali. ¿Qué supondría para ti?, pregunta: “sería como si me tocara la mismísima Lotería”, expresa sin el menor atisbo de duda, acompañado de una sonrisa que no refleja miedo sino, todo lo contrario, esperanza.

Otro de los reproches que formulan las organizaciones sociales al Gobierno es que España aún no se ha adherido a la Convención de 1961 de la ONU para la Reducción de los Casos de Apátrida, “Sería positivo que el Gobierno ratificara esta convención”, dice Vega, portavoz de Acnur.

Proceso para solicitar el estatuto de apátrida en España

Al llegar a España, un inmigrante sí tiene acceso al acogimiento que prevé el Gobierno para los refugiados. Pero hasta aquí las ayudas. Entre otras cosas, no pueden emplearse, porque no tienen permiso de trabajo, a diferencia de los solicitantes de asilo que a los 6 meses pueden contar con esta licencia. Y otra desventaja: para acceder a la nacionalidad española deberán esperar 10 años, cinco más respecto a los refugiados.

Los apátridas deben dirigirse a la Oficina de Asilo y Refugio antes de que se cumpla un mes desde su entrada en España. En un plazo de tres meses, el Ministerio del Interior debe ofrecer una respuesta. Si le conceden la apatridia tendrá una serie de derechos reconocidos: residencia, actividad laboral y un documento de viaje con una validez de dos años.

Para terminar, Alí, cambia su semblante, se vuelve serio para hablar de sus orígenes. “He vuelto a Bangladesh un par de veces, pero no regresar. Estoy bien Europa. Allí mi made vive en unas condiciones muy malas”, asegura. El Gobierno les ignora por pertenecer a una minoría que ven como enemiga. Eso les impide acceder a servicios elementales, como educación o sanidad.

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