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357 niños han muerto ahogados entre Grecia y Turquía después de la foto de Aylan

Un oficial de la policía paramilitar lleva el cuerpo sin vida de Aylan Kurdi después de que el barco en el que viajaba volcase./ AP PhotoDHA

Patricia Ruiz

Han pasado 217 días desde la mañana en la que la muerte de Aylan Kurdi hizo un nudo en el estómago de buena parte de la opinión pública internacional. La fotografía del pequeño cuerpo del niño sirio yaciendo en una playa turca dio la vuelta al mundo y conmocionó también a los dirigentes políticos, que prometieron actuar. Poco después pactaron un plan de reparto de refugiados por países, que aún no han cumplido. Han pasado 217 días, algo más de siete meses, y otros 357 niños ahogados desde entonces, según los últimos datos de la Organización Internacional de Migraciones (OIM).

La cifra asciende a una media de casi dos menores muertos al día en las costas del Mediterráneo. Los ahogamientos infantiles constituyen prácticamente la mitad de las muertes registradas en la misma ruta durante los últimos cuatro meses de 2015, y una cuarta parte de las muertes de migrantes en lo que va del año.

Detrás de esas cifras hay niños pequeños, incluso bebés, embarcados en balsas poco seguras para huir con sus familias en busca de un futuro. Ninguna de esas muertes ha vuelto a causar el mismo eco mediático ni ha vuelto a conmocionar a las autoridades europeas, que aquel 2 de septiembre de 2015 dijeron que harían todo lo posible por cambiar las cosas.

Más de medio año después, las declaraciones en apoyo a los refugiados se han evaporado. Aquel nudo en el estómago de los mandatarios europeos se deshizo y llegó el cambio de discurso. Lo que entonces era una “cuestión de deber moral” ha quedado en segundo plano y ha sido sustituido en favor de un acuerdo entre la Unión Europea y Turquía por el que todos los migrantes y refugiados que llegan a las costas griegas serán deportados al país euroasiático. A cambio, la UE reasentará a un sirio por cada sirio expulsado, hasta alcanzar un máximo de 72.000 personas.

Detenciones de niños en las islas griegas

Las deportaciones comenzaron este lunes. Varios barcos partieron desde Lesbos y Quíos hasta la localidad turca de Dikili. Los 202 migrantes y refugiados iban escoltados por antidisturbios hacia el interior de los ferries que los devolvió a Turquía. Una de las consecuencias directas del pacto es la transformación de los centros de refugiados abiertos en campos de detención, donde son encerradas todas las personas que llegan a las islas de forma irregular, incluidos los niños, para identificarlas y, en principio, ser expulsadas.

Muchos se pegan a la valla y miran hacia afuera porque no entienden la razón que les obliga a permanecer para acabar encerrados. Como Zahra que intenta cortar la alambrada con un cuchillo de plástico.

Según denunciaron los internos encerrados en el centro de detención de Quíos, en su interior no había mantas, ni comida suficiente, ni leche para los bebés. Save The Children calcula el encierro de más de 1.000 niños, “muchos de ellos solos”, en el campo de Moria (Lesbos).

“La situación dentro de Moria se deteriora cada día más. Hemos hablado con familias y niños que están durmiendo al aire libre en el suelo helado con mantas porque no tienen otro sitio donde hacerlo, ya que las instalaciones están sobresaturadas. El campo fue inicialmente diseñado para alojar unos pocos cientos de personas en tránsito durante un día. Ahora aloja a 3.300 personas y muchos llevan atrapados allí más de una semana”, afirma Simona Mortolini, jefa del equipo de Save the Children en Grecia.

La organización suspendió su trabajo en el centro como protesta contra un acuerdo que consideran contrario a los derechos humanos. “Recordamos a las autoridades que las detenciones de niños son ilegales. Mantener a la familia unida no debe ser excusa para justificar las detenciones de niños, que deberían estar en alojamientos adecuados a sus necesidades”, advierten desde la ONG especializada en infancia.

La vida estancada de los niños en tránsito

Otros pequeños, los que no serán expulsados a Turquía por haber alcanzado Grecia antes de la puesta en marcha del pacto, llevan más de un mes durmiendo en el barro. “En Idomeni –ciudad griega fronteriza con Macedonia– hay miles de niños durmiendo al raso, sin acceso a servicios básicos, y angustiados. Al estar atrapados sin poder seguir hacia delante ni hacia atrás, están en un mayor riesgo de quedar separados de sus familias o ser víctimas de tráfico o abuso”, denuncia Unicef.

En febrero, esta ONG, junto con Acnur y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), alertó de que el número total de niños fallecidos podría ser mayor, ya que sus cuerpos se han perdido en el mar.

“Nadie pondría a un niño en un barco si existiera otra opción más segura. No podemos cerrar los ojos ante la tragedia de tantas vidas jóvenes e inocentes, y tampoco podemos dejar de responder a los peligros a los que se enfrentan muchos más niños. Los países pueden y deben cooperar para conseguir que los viajes tan peligrosos sean más seguros”, dijo Anthony Lake, director ejecutivo de Unicef.

Hablan de futuros perdidos. De los casi 8 millones y medio de niños sirios que se han visto afectados por la guerra en Siria y necesitan ayuda humanitaria. De los 3,7 millones que han nacido desde que comenzó el conflicto y solo han conocido el horror de la violencia y la huida.

Para muchos, como Mustafá, los elementos esenciales de la vida de cualquier niño ya no existen. Él y su familia cruzaron en barca el Mediterráneo para intentar llegar, algún día, a Alemania, pero quedaron atrapados en Grecia por el cierre de fronteras. Ahora ya no va a la escuela, no juega con sus amigos y apenas se relaciona: “Tenía unos juguetes que me gustaban mucho, pero no pude traerlos conmigo. Echo de menos a mis amigos y no entiendo nada. No sé con quién voy a hacer amigos, aquí no hay nadie, pero qué le voy a hacer”, dice el pequeño de 13 años.

Él sigue con los suyos, pero otros están solos porque han perdido a sus familiares por el camino. Unicef calcula que el 10% de los niños migrantes y refugiados en Grecia son menores no acompañados. La falta de organización, seguimiento y registro hace complicado cuantificar, pero aunque las cifras son solo estimaciones, el dato supondría que unos 1.900 niños están separados de sus familias. Las organizaciones humanitarias han pedido que estos menores sean llevados a campos de protección en lugar de detención, pero por el momento muchos siguen encerrados.

Solo en 2015, unos 300.000 niños y niñas arriesgaron sus vidas para entrar a Europa a través del Mediterráneo. Dicho de otro modo: una de cada tres personas migrantes o refugiadas que emprendieron ese viaje era un menor. Las lágrimas por Aylan llegaron tarde, cuando ya no se podía hacer nada por su vida, pero dieron la esperanza de que, quizás, se haría algo por la del resto de niños que siguen embarcándose en el mar. Más de medio año más tarde, los hechos demuestran que la muerte de los menores a las puertas de Europa sigue lejos de evitarse.

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